EN LA REVOLUCIÓN DEL PARQUE, LOS RADICALES DE HOY HUBIERAN ESTADO CON JUÁREZ CELMAN

El derrape del radicalismo hacia el más rancio conservadurismo -iniciado quizás a partir de la aparición del peronismo en 1945, disimulado con ilusiones socialdemócratas como la primavera alfonsinista- parece no tener fin, ni punto de retorno.

En la medida en que el kirchnerismo pone en el debate temas que corren la agenda en un sentido progresivo, reaccionan en forma refleja en contra, y para peor, con argumentos de derecha.

Con esta línea de pensamiento, seguramente Barletta y todo el Comité Nacional de la UCR en pleno hubieran dicho en 1890 que los de la Unión Cívica eran unos agitadores que peleaban por el voto secreto y obligatorio, para granjearse el favor electoral de los que no votaban, por desinterés o por temor a las represalias del gobierno de turno.

Penoso, realmente, por donde se lo mire; tanto como que no existan (dentro del radicalismo orgánico, el que permanece en los límites de la estructura partidaria) dirigentes o sectores que no reaccionen enérgicamente contra este proceso de degradación de lo que alguna vez fue un partido popular, en otra oscura expresión de la derecha política -y sobre todo social- de la Argentina.

Tanto, que terminan coincidiendo (como todos estos años kirchneristas) con visiones tan retrógadas y lamentables como la que trasunta ésta nota de Clarín; en la que subyace la idea de que ningún pobre (sea joven o no), debería votar:

Ya no se trata entonces de que el gorilismo balbnista haya ganado posiciones dentro de la UCR y las ideas de lo que el alfonsinismo sean dejadas de lado (siempre y cuando se admita que tenían todas las diferencias que algunos radicales les encuentran).

Se trata de que los radicales de hoy se están cagando en su propia historia, la de los orígenes, con Alem e Yrigoyen.