Pucheritos por el discurso del "Cuervo" Larroque, papelonazo en conjunto con el caso Despouy (todos metiéndose en lo que era una interna radical), comparsa de Clarín en el Consejo de la Magistratura, alianzas que van y vienen y todo el tiempo y cambian con el distrito, campaña anti-reelección con juntada de firmas y remeritas onda caceroleros del 8N: el patético cuadro de situación de una oposición cada día un poco más patética.
Que encuentra en la oposición a la reforma de la Constitución (que formalmente no está planteada) su casi único punto de confluencia, y decimos casi porque por ejemplo Unión Popular (De Genaro y Lozano) faltó a la foto en el Congreso para oponerse a la reforma y la reelección.
Flaco y endeble punto de confluencia, porque parte del reconocimiento de la propia impotencia para articular una alternativa política medianamente competitiva frente al oficialismo, y terminan refugiados en un recoveco constitucional para no exponerse al riesgo de volver a perder con Cristina; lo que sería el desmentido más rotundo del relato apocalíptico del país que se cae a pedazos, que nos quieren vender todos los días.
Y una estrategia política suicida por extemporánea y fuera de contexto (como no sea hacerles un guiño a los caceroleros para que los indulten): si la economía se cae a pique y los indicadores sociales, el consumo y el empleo caen, el gobierno perderá las legislativas del año que viene, y a nadie se le ocurrirá plantear una reforma para la re-reelección de Cristina.
Pero si es a la inversa y el gobierno vuelve a ganar y consolida su mayoría en el Congreso, aunque no le alcancen las bancas para los dos tercios que requiere la reforma, ¿desde que legitimidad política que no sea un planteo puramente proscriptivo podría la oposición no aceptar discutir una reforma, con re-reelección incluida?
Los cacerolazos son otro reflejo del descalabro opositor, no sólo porque expresan a los que se oponen a las políticas del gobierno y se sienten a su vez huérfanos de representación política, sino porque en la medida en que se fueron perfilando como menos "independientes" y "espontáneos" (por ende, menos respetables según sus propios cánones), tuvieron más zalamerías de los opositores, para intentar ganarse a los cacerolos.
Llegando al extremo de deslegitimar su propio rol como dirigentes políticos, cuando dicen que no concurrirán a las marchas para "no contaminarlas", o que si lo hacen, será "como simples ciudadanos y no como dirigentes políticos".
Llegando al extremo de deslegitimar su propio rol como dirigentes políticos, cuando dicen que no concurrirán a las marchas para "no contaminarlas", o que si lo hacen, será "como simples ciudadanos y no como dirigentes políticos".
Así como hace años van a la zaga de Clarín y otros intereses empresariales, ahora lo están de los caceroleros, y para peor, sin la garantía de que los acepten y los terminen votando. Más aun, si nos guiamos por lo que se vio en las marchas (que serán anailzadas en su momento), todo indica que no lo harán.
El FAP (la segunda fuerza en las elecciones del año pasado, y la que mayores expectativas de crecimiento a futuro tenía) es el mayor ejemplo de la debacle opositora: a cada paso y declaración de sus dirigentes, a cada discusión y votación en el Congreso, va dejando en claro que es algo pegado con cinta adhesiva, que no logró todavía confluir en la misma postura en un sólo tema; ni siquiera como se dijo en la oposición a la reforma constitucional. La votación de YPF (con 208 votos a favor en Diputados) no fue más que la excepción que confirma la regla.
Los radicales siguen desgarrándose entre sus internas eternas, una conducción de compromiso (Barletta) y dibujada en términos de poder real dentro de la estructura partidaria, y la amenaza del carancheo de dirigentes y estructuras por parte de Macri; mientras defienden las bolsitas de trabajo en el Estado que supieron conseguir con el Pacto de Olivos, bajo el pomposo nombre de "defensa de las instituciones".
Mientras tanto Macri queda entrampado entre su deseo de protagonizar una alternativa nacional y las opacidades de una gestión de gobierno mediocre y una estructura política propia inexistente, que lo obliga a reclutar candidatos en el mundo del deporte y la farándula, y a recorrer con la ambulancia el país en busca de heridos de las internas peronistas y radicales, con el prospecto cierto de recoger a los peores de cada partido.
Todo complementado con un cada vez menos discreto intento de dirigir a los caceroleros, para que terminen conformando su fuerza propia de "ciudadanos libres e independientes", desde la cual catapultarse definitivamente a la presidencia en el 2015, ¿previa candidatura testimonial en la provincia de Buenos Aires en el 2013?
Todo complementado con un cada vez menos discreto intento de dirigir a los caceroleros, para que terminen conformando su fuerza propia de "ciudadanos libres e independientes", desde la cual catapultarse definitivamente a la presidencia en el 2015, ¿previa candidatura testimonial en la provincia de Buenos Aires en el 2013?
Hasta el mismo regreso de Carrió con todo su mesianismo desaforado marca el punto en el que se encuentra la oposición. uno en el que un personaje como ése cree que puede remontar desde las cenizas electorales, y encontrar su lugar.
A más de un año del urnazo de Cristina, la oposición sigue groggy, como Maravilla Martínez cuando el mexicano le embocó el piñazo en la última vuelta.
Sin ideas, sin exponer abiertamente una sóla alternativa concreta y viable que resulte creíble frente a las políticas y medidas del gobierno, aun incluso de aquéllas que los que lo apoyamos podemos llegar a criticar, o reconocer como deficitarias.
Falta mucho todavía para las elecciones del año que viene, algo que los propios opositores parecen no advertir, repitiendo la estrategia del "Grupo A" que ya los llevó al fracaso cuando tomaron por asalto las comisiones y cargos del Congreso; y por ende es muy apresurado aventurar un resultado.
Pero lo que sí es cierto es que la oposición transmite por momentos la sensación de que hasta quienes no comulgan del todo con el gobierno de Cristina, puedan ver en un futuro una reforma constitucional que la habilite a competir por otro mandato, como la única certeza política de cara al futuro inmediato; excepción hecha de la difícil interna del peronismo, algo tan complejo siempre de descifrar y entender.
Así como también está por verse la evolución futura de las protestas caceroleras, y en que medida la furia anti-kirchnerista, alimentada por la ausencia de alternativas en una oposición fantasmagórica, no termina decantando en una generalizada apatía que los esterilice políticamente; ante la falta de convicción y capacidad de los cacerolos para generar por sí mismo otras alternativas con posibilidades electorales.
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