En el primer año de su gobierno Macri pudo
conseguir la aprobación de leyes cruciales para su programa de gobierno gracias
al apoyo del Frente Renovador de Sergio Massa, y de los legisladores que
respondían en ambas Cámaras a los gobernadores de las provincias, en especial
los del PJ.
Así pasó con el
acuerdo con los fondos buitres, el blanqueo de capitales (que contenía la
“reparación histórica” a los jubilados y el desguace del fondo de ANSES) y el
régimen de “participación pública-privada”; con el cual el gobierno confiaba -y
confía- apuntalar la inversión en infraestructura sin que el Estado tenga que
poner plata.
Cada uno de los
apoyos brindados al oficialismo fue justificado por los “dadores voluntarios de
gobernabilidad” (por usar una expresión que Pichetto sucribiría) con supuestas
ventajas o concesiones que conseguían del gobierno nacional, a cambio; cosa que
nosotros señalamos acá que demostraba poca astucia de su parte, y muy errados
no estuvimos, como se puede comprobar con las discusiones que se están abriendo
por estos días a partir del aterrizaje del proyecto de presupuesto 2018 en el
Congreso nacional.
Así por ejemplo el
acuerdo con los fondos buitres fue visto por muchos gobernadores (incluyendo al
nuestro, del “progresismo” sui géneris) como necesario para salir a tomar deuda
en los mercados de capitales; proceso que era incluso alentado desde el
gobierno nacional, que lo hizo y en abundancia.
Ahora, a la vuelta
de la esquina de dos años de endeudamiento desenfrenado, el gobierno impulsa una
ley de responsabilidad fiscal que le pone tope al endeudamiento de las
provincias, pero también al aumento de su gasto público y en especial del gasto
corriente (por ejemplo los salarios), al ritmo de las “metas de inflación”: una
formA de transferirles a las provincias parte del peso del ajuste, de la
reducción de los salarios reales (objetivo clave del programa de “Cambiemos”) y
por ende, del conflicto social.
El apoyo de buena
parte de la oposición (peronista y de otros palos, como el socialismo) al blanqueo
de capitales y el desguace del fondo de ANSES se justificó en el compromiso del
gobierno de Macri de financiar los déficits de las cajas previsionales
provinciales, algo que como se puede ver acá no se está
cumpliendo, en gran medida por las razones indicadas en su momento acá: la nación les exige a las provincias “armonizar” sus sistemas
previsionales, lo que en buen romance significa un recorte real a las
jubilaciones en los haberes base, la tasa de sustitución del salario en
actividad y los mecanismos de reajuste.
Tan poco afecto es
el gobierno de Macri a cumplir con lo pactado, que ni siquiera tiene pensado
cumplir con las deudas a las que está obligado porque así lo manda la justicia;
como lo puede comprobar acá el socialismo luego del fallo de la Corte Suprema
por el 15 % de la masa precoparticipable que se destinaba a la ANSES.
Cuando los
gobernadores armaron un scrum que trascendió las fronteras partidarias (hasta
se sumaron algunos oficialistas) para reclamar una mejor coparticipación del
impuesto al cheque (cuya eliminación se viene prometiendo desde que fue creado),
la respuesta del gobierno nacional es prorrogarlo y destinar el 70 % de su
recaudación a la ANSES, para financiar las prestaciones previsionales
nacionales; promoviendo así un enfrentamiento provincias versus jubilados,
pensionados y beneficiarios de las asignaciones familiares.
La tan meneada
reforma tributaria se vino haciendo en cuotas hasta acá, aumentando el sesgo regresivo de
la estructura impositiva, y haciendo que las provincias resignen recursos:
disminución de las retenciones a la soja que alimentan el Fondo Federal
Solidario para obras de infraestructura (caerán otros cinco puntos a partir de
2018), cambios en Bienes Personales y Ganancia Mínima Presunta que los harán
desaparecer progresivamente y se prepara el ajuste por inflación de los
balances empresariales, para licuar en parte la carga tributaria por Ganancias.
Por contraste,
recursos extraordinarios como el impuesto especial a los que ingresaron al
blanqueo o el que se cobraría por el revalúo resultante del ajuste por
inflación de los balances, no se coparticipan; y mientras el gobierno vuelve
a instalar por su red de medios adictos la idea de las “provincias inviables”
que no pueden sostenerse sin ayuda del Estado nacional, la pieza central de la
reforma tributaria sería la eliminación de Ingresos Brutos, que representa
entre un 70 y un 80 % de la recaudación propia de la mayoría de las provincias.
Pero como si todo
esto fuera poco o no hubiera sucedido ni estuviera pasando, sigue la venta de
humo: vemos acá como el gobierno sale a vender el “PlanPatagonia”, tan fantasmal y falto de precisiones como su antecesor, el “Plan
Belgrano: apenas un conjunto de buenos deseos, a ser financiado eventualmente
con el esquema de la “participación pública privada”, que hasta acá viene
siendo otro sonoro fracaso; y con muchos proyectos valorizados simbólicamente
en un peso, como si se tratara de una mueble viejo amortizado por depreciación
en un balance.
Lo mismo ocurre con
las obras planteadas en el presupuesto bajo el mismo esquema, o con eventual
financiación nacional:, pocas, tirando a nada, y todas destinadas a los
gobernadores y provincias del palo; sin lugar siquiera para los opositores“amigables” como Urtubey. Un mensaje claro de Macri que no lo ve el que no
quiere: allí donde algunos soñaron con ser personajes principales de un nuevo
esquema de reparto del poder en la Argentina, son apenas actores secundarios que
y cumplieron su rol útil, y si se confirman algunos resultados de las PASO
serán reemplazados por otros más afines.
Y exactamente lo
mismo le va pasar a la CGT que vendió paz social y resignación de las protestas
a cambio de fondos para las obras sociales (que hoy ya no manejan a través de
alguien de su confianza, como al principio) un blanqueo laboral que es una
invitación a seguir desfinanciando a futuro la seguridad social, el
levantamiento de las intervenciones a algunos sindicatos y el mantenimiento del
modelo sindical, entendiendo por tal que el gobierno archive cualquier idea de
algo parecido a la “ley Mucci” de Alfonsín; algo que nunca estaría dispuesto a
hacer porque correría el riesgo de tener que enfrentar direcciones sindicales
más combativas.
¿Será la moneda de
cambio de tantos favores algún guiño sindical a la flexibilidad laboral, que de
hecho ha empezado en algunos sectores como petroleros, mecánicos y la
construcción?
Porque no crean ni
uno ni otros (gobernadores, sus espadas en el Congreso, los dirigentes de la
CGT) que el gobierno se desviará de sus objetivos, o cumplirá los pactos que
cierre: más temprano que tarde los va a cagar como lo vino haciendo hasta
ahora, porque está en su naturaleza, como la fábula de la rana y el escorpión; y
cuando plantean un ajuste (que de la boca para afuera niegan), es ajuste para
todos, pero sobre todo para las provincias.
Porque hay que
generar los excedentes que permitan pagar la deuda que alegremente contrajeron
todos, que pesa cada día más en las cuentas fiscales de la nación y de las
provincias que se endeudaron, y que debe ser honrada para mantener aceitada la
rueda del endeudamiento, que es el único elemento estructural que sostiene al
modelo de Macri.
Y mientras todo
esto sucede frente a sus narices a una velocidad que no parecen estar en
condiciones de seguir, muchos están ocupando viendo que hacer con Cristina y
como correrla de la cancha para el 2019, siendo como es la única con peso
propio que se le planta a Macri, el que se los está fumando en pipa.
Bien hecho por todos los amarillos, pusilánimes, acomodados y corruptos que le hicieron favores al gobierno. Más temprano que tarde dejarán de ser funcionales para el oficialismo y de allí al ostracismo político hay un paso. A ganarse la vida laburando muchachos de la opo, vuelvan a trabajar en serio que se les está acabando el curro.
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