lunes, 26 de noviembre de 2018

HORA DE SUBIRSE AL RING


Los períodos de gobierno de Cristina (2007-2015) coincidieron en Santa Fe con el triunfo del Frente Progresista, que produjo la salida del PJ del gobierno de la provincia tras 24 años. En ese contexto, el peronismo santafesino (entendido como un todo) nunca pudo hacer pie con una propuesta política que contuviera a todas sus expresiones, y lo hiciera competitivo en término electorales
.
La época estuvo fuertemente cruzada por el conflicto del gobierno nacional con las patronales del campo, la todavía importante influencia de Reutemann y su “teoría del alambrado” (sustraer a la provincia de las disputas nacionales), y la apuesta de parte del peronismo local a la oposición con el kirchnerismo; lo que incluyó por ejemplo el acompañamiento al gobierno de Binner cuando inició el juicio en la Corte Suprema por los fondos de la coparticipación que iban destinados a la ANSES; justo cuando la política previsional (con moratorias, AUH y ley de movilidad) era uno de los puntos fuertes del kirchnerismo, que explicaron por ejemplo que Cristina ganara en Santa Fe en sus dos candidaturas presidenciales, una de ellas con Binner como adversario.

En 2011 y 2015 el PRO intentó llegar al gobierno provincial con la candidatura de Del Sel, y en ambos casos logró polarizar la dispuesta con los candidatos del FPCyS dejando afuera de la conversación al PJ; aunque simultáneamente en el Congreso los rivales coincidían casi siempre, votando en contra de todas las políticas centrales del kirchnerismo durante ese tiempo: la reforma a la Carta Orgánica del Banco Central, la ley de abastecimiento, la reforma judicial, la ley de pago soberano contra los fondos buitres, los cambios en la AFI, solo por citar algunos ejemplos relevantes.

Por su diferente alineamiento frente a la experiencia kirchnerista, y por haber comprado llave en mano la idea de Reutemann (ya pasado con armas y bagajes al nuevo oficialismo nacional) de un peronismo comarcal, el PJ santafesino no pudo sacar provecho de esa circunstancia; quedando preso de la trampa del discurso del federalismo, y la defensa de los intereses de la provincia, con lo cual poco podía diferenciarse del oficialismo provincial.

Menos cuando sectores internos gravitantes (como los senadores provinciales) tampoco pusieron mucho esmero en diferenciarse de los gobierno del socialismo, votando la boleta única para salvar la ropa en sus departamentos con los recursos de la Banelco de los subsidios; convirtiéndose así en los precursores de la estrategia pichettista de la “oposición razonable”, con ramificaciones en el endeudamiento externo de la provincia, y en el copamiento y disciplinamiento de la justicia; como pasó con la ley de remoción de los fiscales que acaba de ser declarada inconstitucional, y con el frizzamiento de la reforma policial aprobada durante el gobierno de Jorge Obeid.

Y ahora, tras la brutalidad de tres años de macrismo que cambiaron radicalmente el panorama con terribles efectos en la estructura económica y social de la provincia, el escenario de tercios (que fue muy nítido en la elección a gobernador del 2015) vuelve a dejar afuera de la disputa (o al menos de su visibilidad) al peronismo santafesino, desplazado de la escena por el conflictos entre radicales y socialistas, socios originales del FPCyS, tras la convención de Gualeguaychú de la UCR, y su integración en “Cambiemos”.

Un culebrón que supera semanalmente los niveles del ridículo en la disputa entre Lifschitz y Corral, que se terminó decantando no al principio (cuando el sector del intendente decidió respetar la decisión de la convención, y ficha en “Cambiemos”), sino cuando el socialismo advirtió que Macri venía también por su cuello, para arrebatarles la provincia. Porque hasta entonces, todos en el gobierno provincial y en la estructura política que lo sustenta, creían en la posibilidad de la convivencia civilizada con la derecha gobernante en el país, tanto que al mejor estilo de Pichetto le aportaron gobernabilidad, votando por ejemplo el acuerdo con los fondos buitres o el blanqueo de capitales (que incluyó la autorización para desguazar el fondo de ANSES), que además replicaron en la provincia; sin contar con que además Lifschitz estampó su firma en el pacto fiscal, que sirvió de preludio a la reforma previsional.

En el mismo sentido, es muy notorio el contraste entre las tibias protestas del gobierno provincial (que no pasan de alguna declaración en los medios) en temas urticantes como los tarifazos (comprensible en este caso porque el socialismo tiene el culo sucio, en la parte que le toca), la eliminación del fondo sojero o de los subsidios al transporte; cuando con Cristina se pintaban la cara y le declaraban la guerra a su gobierno, justificando el sistemático voto en contra en el Congreso como ya se dijo, en presuntos incumplimientos o discriminaciones del gobierno nacional para con la provincia.

Aun tras la estrategia de unidad con posibilidad de competencia interna que el PJ diseñó y puso en prácticas para las legislativas nacional del año pasado, nunca encontró el tono, el discurso y la propuesta específicamente provinciales, para cuestionar al gobierno del FPCyS y proponer alternativas, mientras se señalaban sus complicidades por acción y omisión con los estropicios de Macri.

Otro tanto ocurrió en la ciudad, o peor, porque acá sí gobierna Cambiemos a través de Corral: mientras la representación legislativa del PJ en el Concejo aparece perdida en la anécdota y la pavada, el socialismo pone en aprietos la continuidad de la UCR al frente de la gestión municipal, con solo oponerle a Corral como contrafigura a Jatón; una  especie de Reutemann surgido de los medios, sin olor ni color ni definición política alguna, pero con votos surgidos de que lo conocen por ser años la cara visible del noticiero del canal local, y no mucho más.

Conforme los tiempos se aceleran y el cronograma electoral provincial (desenganchado del nacional) se vuelve más apremiante, el peronismo provincial y el de la ciudad tienen que encontrar urgentemente el modo de subirse al ring y protagonizar la pelea, para no volver a quedar afuera de la disputa local y provincial; que quedaría reducida a una PASO informal del anti-peronismo. Temas para vertebrar un discurso que de cuenta de los enormes falencias de ambos gobiernos (provincial del socialismo, municipal de la UCR en “Cambiemos”), sobran.

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