LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

sábado, 19 de octubre de 2013

MENOS QUE LA ALIANZA


Entre el caso Cabandié, la enfermedad de Cristina y los actos del 17 de octubre, pasó desapercibido que esta semana la Alianza 2.0 de socialistas y radicales (que como tal sólo existe en algunos distritos, como Santa Fe y la PBA) más socios menores como Liebres del Sur, presentó sus propuestas para una "CONADEP de la corrupción"; o algo por el estilo.

Podemos ver acá en Página 12 algunas de las propuestas, que van desde la derogación de la ley de blanqueo y suspensión del secreto fiscal, la modificación de la ley regulatoria de los Decretos de Necesidad y Urgencia y derogación de las facultades delegadas, hasta la implementación del sistema de boleta única para las elecciones nacionales y la reglamentación del lobby en el Congreso; entre otras cuestiones, como obligar a las candidatos a debatir en televisión en campaña, y al presidente y los funcionarios a dar conferencias de prensa.   

Nada nuevo, ni nada que ya no se haya planteado antes, por ellos y por otros, o por ellos mismos, en cada uno de los rejuntes que arman y desarman cada dos años, o poco más.

Si repasamos cada una de las propuestas nos sentimos transportados en el túnel del tiempo a la década del 90', cuando a partir de ideas como esas se pretendía confrontar al menemismo, como si el problema fundamental por entonces fuese combatir la corrupción; y no un modelo de país que dejaba a millones de argentinos fuera del trabajo, la salud, la jubilación o la vivienda; mientras se condicionaba el futuro económico y social del país por décadas.

Y no se trata de justificar la corrupción ni de exigir impunidad para nadie como canje por una presunta eficacia en el gobierno, sino de exigir a la dirigencia política (en especial a aquella que cree estar en mejores condiciones que el kirchnerismo para conducir los destinos del país) un mayor grado de madurez; para abordar en toda su complejidad los problemas más importantes que tiene la Argentina.

Problemas que, si todos y cada una de esas propuestas (años, pero presentadas como nuevas) se aprobaran e implementasen seguirían -con leves matices- estando presentes; y demandando soluciones, porque es una cuestión de proyectos de país y de lucha de poderes, y no de simples cruzadas moralizadoras.

Tomemos como ejemplo el gobierno de Macri en la CABA y concedamos por un momento que su administración sea un ejemplo de honradez administrativa, que ninguno de sus funcionarios se lleve siquiera una birome a su casa, y que al mismo tiempo fuera estrictamente respetuoso de todos los rituales republicanos.

Aun en ese caso, ¿el problema no seguiría siendo que expresa un modelo político de derecha, excluyente y desintegrador, con todo lo que eso significa respecto de la salud, la educación pública o del rol del Estado, no habría entonces nada que cuestionarle porque no roba y respeta la división de poderes? 

También se podría objetar (en un rango menor de importancia argumental, aunque no desdeñable) que este tipo de propuestas las lanzan determinadas fuerzas políticas cuando tienen la absoluta certeza de que jamás llegarán a ser gobierno; porque cuando efectivamente lo son, se conducen en sentido diametralmente opuesto.

Que es lo que pasa sin ir más lejos acá en Santa Fe con el Frente Progresista Cívico y Social que integran radicales, socialistas y sus aliados; que en medio de las protestas del más estricto republicanismo se han dado a una persistente tarea de cooptación y demolición de todos los organismos de control: el Consejo de la Magistratura, el Poder Judicial, el Tribunal de Cuentas, el ENRESS y hasta la misma Comisión Bicameral de Revisión de Cuentas de la Legislatura.   

No es casual que -como decíamos más arriba- la creencia en la virtualidad mágica de ciertas alquimias republicanas como solución mágica para todos los problemas haya surgido en el "oenegeísmo", fruto del mismo clima cultural de los 90': años de ocaso de la reflexión política (desde la academia y desde el propio sistema de partidos), en los que se demonizó al Estado en más de un sentido, y desde diferentes direcciones.

Cuando decimos Estado decimos gobierno, y más precisamente el Ejecutivo; porque es el que tiene a su cargo la gestión cotidiana de los grandes temas de un país, y concreta las decisiones que pueden rozar con los intereses del poder económico.

Mientras desde el neoliberalismo triunfante se execraba la intervención estatal con el argumento de la ineficiencia, el institucionalismo republicano ponía el foco en la corrupción; como si esta fuera intrínseca a la naturaleza misma del Estado: la derecha (económica y política) no podía entonces ni pudo ahora pedir mejor aliado para concretar sus planes que un "progresismo" tenue, que redujera a eso su programa político.

Por eso esta semana -por ejemplo- ovacionaron a Margarita Stolbizer en el coloquio de IDEA  cuando propuso tomar medidas para combatir la riqueza mal habida; pero sólo luego de que aclaró que se refería al patrimonio que los funcionarios no podían justificar, pero no a las ganancias de las empresas y los empresarios.  

Decíamos también más arriba que representan la Alianza 2.0 pero en rigor son menos que eso, porque la Alianza no cuestionaba a fondo el modelo de la Convertibilidad (por el contrario, De La Rúa ofrecía explícitamente hacer un menemismo prolijo); y esta versión remixada recurre al mismo programa político de entonces, a partir de homologar al kirchnerismo con los 90', desde el prisma de la corrupción.

Lo que desnuda un intento por tapar el sol con la mano, o hacer como si diez años convulsionados por debates cruciales y transformaciones profundas producidas en el país, no hubieran sucedido.

Y sobre todo tratar de que olvidemos que, cuando en estos años se plantearon políticas concretas para avanzar sobre deudas del menemismo (como las AFJP, la deuda externa, la concentración de los medios, o la privatización de Aerolíneas Argentinas) votaron en contra, o sabotearon sistemáticamente toda medida del gobierno que fuera en la dirección que ellos mismos sostenían antes.

Que en cada uno de esos casos (como en otros) existiera siempre frente a la iniciativa kirchnerista algún sector del poder económico que pugnaba por defender privilegios, no es simple casualidad: es la lógica consecuencia de un modus operandi de la política que llevan adelante ciertos sectores, que pone todos los problemas y los males del país exclusivamente en las rutinas de funcionamiento del sistema político y las instituciones; como si estas giraran en el vacío.

Ante lo que intuyen como un nuevo ciclo de menemismo remixado (con un peronismo que suponen girando hacia alguna variante de derecha) se empiezan a peinar para la foto; para ocupar el mismo rol que cumplieron en el original: pasar por progresistas y casi "de centroizquierda", en el cómodo rol de una oposicón que cuestiona todo, menos lo que realmente hay que cuestionar.

Y si por esos azares del destino electoral les tocara ser nuevamente gobierno, terminarían más o menos igual que en el 2001, y por las mismas causas: la profunda endeblez de una construcción política (sustentada en una más endeble aun concepción teórica) que no se plantea seriamente disputar el poder, con quien verdaderamente lo detenta; si no con exclusividad, en una porción importante.

1 comentario:

juan carlos dijo...

yo me preocupo, pienso adonde iremos a parar en el 2015 cuando cristina se vaya y me agarra panico.