Si algo faltaba para terminar de tener en
claro que lo de Macri con el feriado del 24 de marzo no fue un “error”, sino
una decisión deliberada de la que luego debió dar marcha atrás por la
resistencia generada, fueron los exabruptos del ex carapintada Gómez Centurión
anoche en el programa de Novaresio.
Para los que no lo
vieron o no hayan leído al respecto, no solo incursionó en el negacionismo
sobre el número de desaparecidos durante la dictadura al mejor estilo
Lopérfido; sino que negó además que el terrorismo de Estado desplegado en el
período 76-83 haya obedecido a un plan sistemático.
No tiene siquiera
sentido discutir tal burrada, desde que no solo hay profusa documentación e
investigaciones históricas al respecto, sino que así lo ha determinado la justicia
argentina en sentencias firmes, empezando desde ya por el juicio a los
comandantes impulsado por Alfonsín.
De lo contrario -es
decir, de no haber existido un plan sistemático de represión y violación de los
derechos humanos ejecutado por las fuerzas estatales- cabe preguntarse que
sentido tendría la eximente de “obediencia debida” por el cual el propio Gómez
Centurión y los “carapintadas” se levantaron contra el gobierno radical, para
obtener su impunidad.
A propósito:
¿reaccionarán airadas las autoridades de la UCR pidiendo la renuncia de Gómez
Centurión como lo hicieron con el feriado del día de la memoria, en razón de
haber sido –como lo destacó Corral, por ejemplo- los impulsores del juicio a
las juntas, o en mérito a su integración en “Cambiemos” volverán a hacer un
“punto final” al respecto?
La reiteración de
éste tipo de “exabruptos” por parte de funcionarios del gobierno y figuras de
“Cambiemos” (Gómez Centurión es hoy el “niño mimado de Carrió, la misma que
pide “el cese de la persecución política” para los genocidas) se suma a otras
acciones concretas como el desistimiento de las querellas en las causas de lesa
humanidad que involucran a cómplices civiles, o los encuentros con Cecilia
Pando para recibir su preocupación por las condiciones de detención de los
represores condenados.
Un panorama de
“casualidades permanentes” como dijo alguna vez alguien, que va saldando la
discusión respecto de la naturaleza íntima del macrismo: no es ni de cerca una
“nueva derecha”, sino la forma que ha encontrado la vieja de reciclarse para
optar por la vía democrática, cerrada la alternativa de recurrir al partido
militar; y señalarlo no implica desconocer la legitimidad democrática de origen
del gobierno de Macri .
Pero sí puntualizar
como ellos mismos van degradando día a día su legitimidad democrática de
ejercicio, serruchando el piso común de nuestra construcción democrática, sobre
el que todos estamos parados.
Hechos como los de
Gómez Centurión también abren una discusión hacia el interior de las fuerzas
opositoras, y en especial el kirchnerismo, sobre la política de las
provocaciones y el rol distractivo que juegan para llegar el debate político
hacia vías muertas. El planteo suele ser hijo de la idea de que este
conglomerado de impresentables que nos gobierna es brillante, y hasta los
exabruptos que cometen, responden a una rigurosa planificación previa; una idea
que merece como mínimo ser discutida.
Hay también allí un
peligro de pasarse de rosca con el pragmatismo, planteando que hay que dar los
debates y las peleas por aquéllas cuestiones que sumen votos, y evitar pisar el
palito con otras que no los arriman. Pues bien, en ésta cuestión de las
violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura ese razonamiento
es -por decir algo- mezquino, además de errado.
Cuando Néstor
Kirchner planteó poner el respaldo del peso institucional del Estado a las
políticas reparatorias de verdad memoria y justicia que venían cargando sobre
sus hombros los organismos de derechos humanos, no hizo ningún cálculo
electoral; porque ciertamente nadie puede afirmar que el reclamo estuviera
“planteado en la calle” como algo prioritario a atender tras la crisis del
gobierno de la Alianza.
Lo hizo porque
entendió que dar esa pelea era fundacional para nuestra democracia, y condición
insoslayable de posibilidad para su despliegue y desarrollo futuro; que era
impensable sin saldar las cuentas con el pasado. Y haciéndolo reconcilió al
peronismo con la causa de los derechos humanos, y contribuyó a coagular con un elemento
decisivo la identidad política del kirchnerismo.
Además está allí
siempre a la mano el ejemplo moral de las Abuelas y las Madres, que si se
quiere fueron siempre “minorías intensas” en su lucha; y solo desde el 2003 se
sintieron acompañadas por el Estado, y como consecuencia de eso, por sectores cada vez
más amplios de la sociedad.
De lo contrario si
la idea es ser pragmáticos y plantear como ejes de discusión solo lo que suma
votos, apoyemos el DNU que reforma la ley de migraciones o la baja de imputabilidad
de los menores; o mejor aun: vayámonos con Massa, que es el rey del oportunismo
de corto vuelo, y listo.
Por otro lado no
hay contradicción alguna entre señalar estas cuestiones reivindicando las
políticas de memoria, verdad y justicia; y al mismo tiempo señalar y combatir
los estropicios sociales, productivos y económicos que causan la políticas de
Macri, sino todo lo contrario: hay un hilo conductor directo entre ambas cosas,
como que esas políticas son la continuidad y la réplica de las que se impusieron
en la dictadura, y para las cuáles se desplegó el plan sistemático de
terrorismo de Estado que Gómez Centurión niega.
Macri fue a buscar
a Gómez Centurión sabiendo quien era y como pensaba, y tras haberlo tenido como
funcionario en el gobierno de la ciudad lo ratificó para la Aduana, aunque
cargara sobre sus espaldas con la tragedia de Iron Mountain, un “mini
Cromagnon” que se llevó la vida de diez bomberos. ¿Es posible disociar el hecho
de lo que piensa Gómez Centurión sobre las violaciones a los derechos humanos
durante la dictadura, y creer que sólo buscó un funcionario “eficiente en la
gestión”?
Porque no olvidemos
que hablamos del mismo Macri que prometía en campaña “terminar con el curro de
los derechos humanos”, y al que el tema claramente lo incomoda; como se pudo
ver cuando en la visita de Obama al país fue al memorial de las víctimas del
terrorismo de Estado, que no conocía personalmente porque no le interesó visitarlo en sus dos mandatos como jefe
de gobierno.
Pero por sobre
todas las cosas no olvidemos lo que Macri y su familia representan: a los
gestores y beneficiarios civiles del golpe del 76’, y del plan sistemático -mal
que le pese a Gómez Centurión- de violaciones a los derechos humanos, ejecutado
al servicio de sus intereses. Que Gómez Centurión no nos haga olvidar -eso sí-
de Blaquier, Massot, Magneto, Mitre, Ernestina y otros tantos; que aun hoy
-como en la dictadura- siguen representando al verdadero poder, y obran en
consecuencia.
Entonces se
apropiaban de Papel Prensa en una mesa de tortura, y entregaban a los
trabajadores del ingenio Ledesma en la “noche del apagón”, hoy despiden a los
trabajadores de AGR como globo de ensayo de la flexibilización laboral, y
encarcelan a Milagro Sala por las mismas razones que se secuestraba y torturaba
en la dictadura: que no se organizaran los explotados, para que dejen de serlo.
Y el gobierno de Macri -el que reclutó a Gómez
Centurión como funcionario- justifica la prisión política de los opositores en
un caso, y desiste de la querella del Estado en el otro. A ver si somos tan ingenuos
de creer que es pura casualidad.