El 17 de octubre de éste año, decíamos nosotros en ésta entrada: "Curiosamente -o no tanto- en las elecciones que tendremos en 5 días el peronismo corre el riesgo de quedarse afuera de un eventual balotaje entre dos formulaciones del antiperonismo, a cual de ellas más gorila. Y si lo evita será para competir en una eventual segunda vuelta, teniendo que captar parte de ese voto "flotante" que cambia de un comicio al otro, y no pocos votos del antiperonismo: ¿Significa eso que la sociedad también está redefiniendo los límites de su propio gorilismo, o dicho de otro modo, cuanto de los "70 años de peronismo" está dispuesta a dejar atrás, y cuanto quiere conservar, aunque jamás admita que se lo debe al peronismo ?".
"Porque en éstas elecciones hemos retrocedido al punto en el que estamos discutiendo la educación pública gratuita (incluyendo a las universidades), la salud pública gratuita, la cobertura previsional solidaria y universal, los derechos de los trabajadores y -no explícitamente, pero sí en las consecuencias implícitas en los proyectos en pugna- la distribución del ingreso; y como consecuencia o suma de todo eso, cuan cohesionados, inclusivos, justos e integradores queremos ser como sociedad, y a que costo.".
"Las respuestas no son sencillas, o sí: si el domingo una mayoría de los argentinos decide que todo eso que el peronismo vino a instalar o profundizar en la Argentina para construir la sociedad más equitativa y con mayor movilidad social ascendente de Argentina merece ser conservado, recuperado o profundizado (ponga cada uno el verbo que le parezca, en el orden que lo crea), el peronismo podrá volver a ser mayoría ya no en un comicio circunstancial, sino en la sociedad, como identidad política mayoritaria de los argentinos.".
Pues bien, los resultados del balotaje despejaron los interrogantes: la mayoría de los argentinos decidió (lo sepa o no) convalidar con su voto el enésimo intento de liquidar la Argentina peronista; y así lo entendió el presidente electo, a juzgar por sus declaraciones inmediatamente posteriores al triunfo, en las que ratificó el "Plan Motosierra" que sus seguidores desmentían bajo el rótulo "campaña del miedo". Y esos resultados dejan a su vez algunas puntas preliminares para el análisis de lo que pasó, y -sobre todo- de lo que viene:
* El 54,11 % de Cristina en primera vuelta en 2011 se produjo luego (y pese) al conflicto con las patronales del campo por las retenciones móviles, a la disputa con el grupo Clarín por la ley de medios que provocó la profundización de la "grieta" con toda la potencia de sus bocas de fuego mediáticas, al atril y las cadenas nacionales. Simple y sencillamente, porque la economía funcionaba, crecía, generaba empleo y el salario alcanzaba, aun con inflación.
* Massa rebajó o congeló retenciones, habilitó dólares a pedido y a medida de los exportadores y no se peleó con nadie, o trató de no hacerlo. Perdió con un tipo que prometió aplicar la motosierra, y no dejó prácticamente sector social o colectivo de personas por agredir, ni exabrupto por cometer. Otra vez: es la economía, estúpido; uno canalizó la indignación de buena parte de la población contra el 140 % de inflación anual y los sueldos que no alcanzan, el otro era el ministro de Economía, en cuya gestión se dieron esos números.
* Puestas en discusión la grieta de un lado, y la propuesta de un gobierno de unidad nacional del otro, ganó la motosierra. Porque la grieta no es política ni mediática, sino ante todo cultural y social, existe desde -por lo menos- 1995 (si no desde 1810, con distintos nombres), y los que están del lado de ella a los que les va relativamente mejor (aunque se autoperciban de otro modo), desean profundizarla, hasta convertirla en un abismo. Y el que no lo entienda a futuro, corre el riesgo de volver a perderse en el camino.
* La crisis de representación de la sociedad argentina es total, afecta transversalmente a todas las estructuras, y no solo a los partidos políticos: sindicatos, cámaras empresariales, credos religiosos, clubes de fútbol y de barrio, organizaciones culturales y otras instituciones convocaron a votar a Massa, o rechazaron hacer por Milei, y fueron desoídos por completo por sus presuntos representados.
* El caso más palpable es el de la UCR, cuyos afiliados no hacen lo que sugieren o indican sus dirigentes, desde 2015, cuando prefirieron -por amplísimo margen- a Macri sobre Sanz en la interna de "Cambiemos"; y siempre eligen al candidato más gorila de la oferta disponible, que no es poca. Aunque ese candidato -como Milei- se haya cansado de insultarlos, el asunto es que es el que le podía ganar al peronismo; cuestión que termina prevaleciendo sobre toda otra consideración.
* El peronismo también quedó afectado por la derrota y por la crisis de representación, y lleno de interrogantes a futuro. Sin embargo, en el marasmo que dejó el estallido de la "insatisfacción democrática" y la fragmentación política, conservó un núcleo duro de votos: el casi 37 % de Massa en las generales, casi los mismos números de Scioli en la misma instancia del 2015; lo que implica que está a unos 8 puntos de ganar en primera vuelta, si la Argentina gorila entra en la disputa por quienes serán los que traten de sepultarlo -otra vez- en el 2027, o por despegarse del previsible desastre del gobierno de Milei, lo que ocurra primero.
* La condición para lograrlo, es ser más peronismo que nunca, adaptando los lenguajes, los modos de organización y militancia, los liderazgos y -como no- ampliando la agenda a los tiempos que corren, y las nuevas demandas sociales, en cuanto quieran realmente ser representadas y no se limiten a expresar la bronca o el berrinche, sin medir las consecuencias. Sin quedarse en la nostalgia de tiempos pasados, sino dándose una praxis política de volver a hacerlos posibles; para lo no será desdeñable la ayuda involuntaria de Milei y su gobierno, puesto que los gorilas cuando gobiernan suelen producir como efectos hacer surgir peronistas, toda vez que jamás se han planteado superar al peronismo, o hacerlo innecesario.
* Lo que es transversal a todas las fuerzas políticas que de algún modo u otro fueron derrotadas en la coyuntura -lo que incluye a la izquierda eternamente adolescente- es o debiera ser, la defensa irrestricta de la democracia como sistema de convivencia, frente a la previsible ofensiva de los nostálgicos de la dictadura, que ahora cuentan con respaldo político desde el Estado, logrado nada menos que con el voto ciudadano.
* La coincidencia en esa pelea -que sin dudas se vendrá- y en la defensa del piso de derechos hasta acá conseguidos (piso que está bajo amenaza explícita del nuevo gobierno) requiere de gestos de grandeza, que se antepongan a cualquier otra consideración, o especulación electoral a futuro. Habrá que ver si la dirigencia (toda: política, social, empresarial, sindical) está a la altura del desafío.
* Las bases (sociales, culturales, con sentido político aun renegando de la política) que encumbraron a Milei, son la semilla de su posible destrucción: la bronca, el odio, el resentimiento, la insatisfacción no pueden construir nada duradero a largo plazo, que demande sacrificios, ni que los soporte. Son pulsiones pasionales y volcánicas que exigen ser satisfechas con resultados inmediatos, y los exigirán de un gobierno que llega al poder enancado en una campaña en la que embruteció el debate político, cultivando el pensamiento mágico.