LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

jueves, 12 de enero de 2012

VA A HABER QUE REVISAR LA LISTA DE INVITADOS


El CEO de Fiat en la Argentina, Cristiano Ratazzi, ha de ser -sin dudas- uno de los personajes más despreciables del empresariado local; en este caso un extranjero que representa en el país a la multinacional automotriz.

Como bien señala acá David Cufré en Página 12, un exponente de lo peor del pensamiento neoliberal que tan a sus anchas se sintiera durante el menemismo, y férreo opositor a todo intento de intervención del Estado en la economía, o de regulación del mercado.

Ojo: como todo buen burgués (en este caso ni siquiera "nacional") Ratazzi no se enoja cuando el Estado se alinea con los intereses de sus empresas, por ejemplo otorgándole un préstamos de los créditos del Bicentenario para ampliar la producción de la planta que FIAT tiene en Santa Isabel Córdoba.

Y se cuida bien de reconocer en público que, aun bajo sistemas económicos que no duda en denostar o calificar de populistas -como el impuesto por el kirchnerismo a partir del 2003- le fue más que bien: la viene levantando con pala, digamos.

Sin embargo, estará siempre entre los primeros del coro a la hora de pedir "reglas de juego claras y estables", léase: rebaja de impuestos, moderación en las paritarias, contención del "desborde" sindical, libertad para manejar divisas y repatriar utilidades a la casa matriz.

Por estos días, mientras el gobierno refuerza los controles al comercio exterior con el objetivo de asegurar el superávit comercial y la disponibilidad de divisas, Ratazzi ensayó otra estrategia, que fue un paso más adelante de sus habituales derrapes discursivos: la lisa y llana extorsión al gobierno, suspendiendo por un par de días la producción de la planta de Córdoba para presionar a favor de la apertura de la importación de autopartes.

Además de que la maniobra dejó en claro una de las debilidades de la industria automotriz argentina (que el gobierno viene tratando de corregir con medidas de estímulo a los autopartistas locales), muestra también la intención de un sector importante del establishment local de mostrarle los dientes al gobierno, para hacerle saber que no tolerarán que profundice justamente ese rumbo de intervención estatal en la regulación de la economía.

En ese sentido la reacción de la Ministra de Industria Débora Giorgi fue la acertada, pero no basta: para tratar con esta gente es necesario no perder de vista nunca quienes son, que representan, como piensan y como actúan.

Sería necio o ilusorio suponer que el kirchnerismo -por el sólo hecho de que Cristina ganó las elecciones por paliza- está en condiciones de moldear un empresariado a su medida, como si el proceso de concentración y extranjerización de la economía que comenzó en 1976 (del cual Ratazzi es un cabal resultado) pudiera desvanecerse en el aire con solo desearlo.   

Sin embargo, así como fue capaz de tomar decisiones que nadie antes (o en muchísimo tiempo) fue capaz de tomar, afectando fuertes intereses, y de hecho lo está haciendo ahora con las medidas de control del comercio exterior; debe también producir gestos de valor simbólico que sirvan para que gente como Ratazzi tenga en claro quien gobierna, y como han cambiado los tiempos.

Porque no hay que olvidarse que el tano éste es figurita repetida en primera fila en los actos oficiales, y no pocas veces la propia Cristina se dirigió a él en público.

Y si bien uno no le va a andar eligiendo el CEO a la FIAT, y está bien haberle otorgado un préstamo que posibilitó crear nuevas fuentes de trabajo en plena crisis mundial, también estaría bueno revisar un poco la lista de invitados a la Casa Rosada.

2 comentarios:

matias dijo...

Matias:Ratazzi quedó en lo '90.Ahora la Secretaria de Camercio debería aplicarle una sancion,por maniobra contra los trabajadores y el pais.-

Unknown dijo...

Ideológicamente el tipo añora el estado bobo de los 90, pero tiene la astucia necesaria para caer siempre de pie.