Por Raúl Degrossi
Leyendo la nota de La Nación que ilustra el post, no se sabe quien le escribe el diario de Yrigoyen a quien: si los opositores a los medios hegemónicos (casi pidiéndoles disculpas por acompañar un proyecto del gobierno), o éstos a aquéllos, permitiéndoles desahogarse en público por el desliz; o contextualizar por qué lo van a cometer.
Como todas las iniciativas centrales del kirchnerismo (quizás ésta más que todas, aunque el contexto post electoral incide), la expropiación de las acciones de Repsol en YPF tiene efectos develadores: expone las precariedades del sistema político argentino, su vinculación con los actores no institucionales -como los medios hasta hoy hegemónicos en la oferta comunicacional- y los modos en que se ha venido haciendo política hasta acá.
Modos que determinan también los límites de la acción política, esos límites que el kirchnerismo está empeñado en correr desde el 2003.
La nota no es casual: el mismo día en que el Senado respaldará al proyecto de Cristina con una votación histórica (por lo que se discute y por los números que arrojará el tablero de la votación en general), el diario de Mitre, lejos de absorber el golpe y la derrota que eso significa para su tradicional línea de acción política (la defensa incondicional del interés extranjero, aun cuando colisione con los intereses nacionales, sobre todo entonces), lanza una sombra de duda sobre la legitimidad de los apoyos que reclutará el proyecto de expropiación.
Ya no se trataría de la Banelco, ni del "diputrucho", ni del "shopping del Senado", sino del voto "incómodo": culposos, los opositores se verían encerrados en la disyuntiva de hierro de sus convicciones íntimas por un lado, y las encuestas que marcan que el proyecto tiene una altísima adhesión entre la gente común; por el otro.
Por supuesto que todos los opositores tienen derecho a votar en contra de cualquier proyecto del gobierno (al fin y al cabo ése es su rol, para eso los votaron), como también tienen el derecho de votar a favor en general, y aportar otras miradas cuando se discute cada artículo en particular: son parte de las reglas de juego del debate democrático.
Sin embargo si se analizan los argumentos con que algunos opositores (Barletta, Margarita Stolbizer, Aguad, Gil Lavedra) expresan su "incomodidad" por verse compelidos a apoyar el proyecto oficial, se verá que no resisten un debate serio: de hecho, son una repetición de lugares comunes del cualunquismo político y conceptual que ya escuchamos hasta el cansancio todos éstos años.
Como las teorías del "motivacionismo" ("hacen esto porque"), que invariablemente terminan en una estigmatización seudo moralista y pre política (el fantasma recurrente de "otro manotazo a la caja") de iniciativas que merecen un análisis político y en consecuencia, un posicionamiento de la misma naturaleza.
Esos argumentos parecen más destinados a atemperar las filípicas que a esa oposición le vienen dedicando los medios hegemónicos, desde que se supo que la mayor parte de sus dirigentes y legisladores se alinearon con el proyecto oficial: allí está en realidad parte de la "incomodidad" de la que habla la nota.
Y la mayor "incomodidad" es, por supuesto, la de los medios hegemónicos; porque advierten en el caso YPF un cambio de tendencia (o temen que se produzca) en su relación con el conjunto del sistema político; que no sería más que la lógica consecuencia de los resultados electorales del 23 de octubre: más allá del amplísimo triunfo de Cristina (fruto del resultado concreto de las politicas de gobierno) el desastre opositor puso en números, blanco sobre negro, el fracaso de la estrategia de uncirse como simples bueyes de carga al carro que guiaban los grandes medios para enfrentar al kirchnerismo.
Es el kirchnerismo el que genera "incomodidad" porque introduce la política allí donde estaba ausente, y la política es por definición incomodidad: controversia, cuestionamiento, conflicto.
Todas cosas que a cierta gente la ponen muy incómoda.
2 comentarios:
Gran post.
No sé si se tratará de falso orgullo ó carencia de iniciativa sin querer reconocerlo ó simple dependencia económica de un "patrón" que paga e indica qué pensar y qué decir.
Toda esta sorda y absurda resistencia a lo evidente y a lo patrióticamente natural no es más que el resultado de intereses vulnerados y escaso ó nulo amor por la Patria y la mayoría de sus habitantes.
Saludos
Tilo 71 años.
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