LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

domingo, 7 de febrero de 2021

LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS

 


Un poco por el predominio comunicacional que tienen los medios que adversan al gobierno, y otro poco por torpezas discursivas propias, nos vimos envueltos en una discusión absurda sobre la educación es o no algo "esencial", y en consecuencia tienen que volver las clases presenciales, en medio de la pandemia.

Que la "esencialidad" de la educación la planteen los que, cada vez que gobernaron la desfinanciaron, terminaron con la paritaria nacional docente, no construyeron uno solo de los 3000 jardines de infantes que habían prometido construir con la plata del "Fútbol Para Todos", y hablaban de la desgracia de "caer en la escuela pública", no deja de correr los límites de lo absurdo.

Más cuando se lo plantean al peronismo, que entre los gobiernos de Perón, Néstor y Cristina construyó más escuelas que nadie en toda la historia argentina, estableció ya en 1949 la gratuidad de la enseñanza universitaria, fijó por ley desde 2005 la obligación del Estado de destinar no menos del 6 % del PBI a la educación; o distribuyó millones de netbooks en todo el país a través de Conectar Igualdad, programa discontinuado por el macrismo, que tampoco cumplió con la ley de financiamiento educativo.

De modo que amigos, la discusión no es si la educación es o no esencial, porque para nosotros lo es y a ustedes, en rigor, les importa un comino. La discusión -y acá sí acordamos con Trotta- es falaz, porque si algo no es la educación, es un "servicio".

Lo que sorprende en todo caso es que el Ministro de Educación no haya clausurado la discusión citando lo que dice al respecto la Ley 26206 de Educación Nacional, aprobada en 2006 con un amplio consenso de las fuerzas políticas, incluso el de muchos que hoy son oposición y piden declararla "servicio esencial". El Artículo 2º de esa ley es muy claro al respecto: "La educación y el conocimiento son un bien público y un derecho personal y social, garantizados por el Estado.". Bien público y derecho, no "servicio".

Y dice más la ley, en su Artículo 10º: "El Estado nacional no suscribirá tratados bilaterales o multilaterales de libre comercio que impliquen concebir la educación como un servicio lucrativo o alienten cualquier forma de mercantilización de la educación pública.". Porque esta idea de considerar a la educación un "servicio" no es nueva, ni mucho menos: así está planteada en el ALCA, en los "tratados de libre comercio", en el frustrado acuerdo Unión Europea - Mercosur y en las normas de la OCDE.

De allí a que se la arancele, privatice o comercie, hay solo un paso, que en muchos casos ya se ha dado. Como también en ese marco aparecieron ideas como las "escuelas charteadas", el "bono educativo" a los padres y similares, que no harían más que profundizar a través de la educación las desigualdades sociales, o hacer desaparecer los compromisos y obligaciones legales del Estado de intervenir en educación.

Y otra consecuencia de considerar a la educación un "servicio esencial" (que como tal, no puede ser interrumpido bajo ningún concepto), es introducir una velada reglamentación del derecho de huelga de los docentes, cuando se presume que estos podrían resistir la vuelta a la presencialidad, si no están dadas las condiciones sanitarias para ello. Y a futuro, si -por ejemplo- no logran salarios o condiciones de trabajo adecuadas. Ya Patricia Bullrich -que no gestiona ni un quiosco- amenazó con echar a los docentes que se nieguen a volver a las aulas.

Este asunto de los "servicios esenciales" y el derecho de huelga tuvo en el país sus vaivenes, en el marco de los Convenios 87 y 98 de la OIT sobre libertad sindical y derecho de negociación colectiva: en ésta entrada y en ésta otra hay más información al respecto, viendo como evolucionó la legislación desde los tiempos de Menem y De La Rúa, hasta los de Néstor Kirchner y Macri. Que la educación es esencial no caben dudas, que no tenemos que pisar el palito entrando en discusiones tramposas, tampoco.

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