En las lecturas "autocríticas" de la derrota del Frente Para la Victoria en el balotaje presidencial del 2015 uno de los latiguillos más recurrentes era denostar aquella consigna del kirchnerismo "duro" que planteaba que"el candidato es el proyecto": la idea era que eso suponía un error, porque invisibilizaba al candidato concreto (Scioli), en perjuicio del resultado final. Con el diario del lunes somos todos técnicos, claro.
Lo cierto es que, si de revisar errores del pasado hablamos, también podríamos decir que la contracara de esa crítica era que por entonces se supuso que el candidato tenía un "plus" de volumen electoral propio por encima de la "marca" (FPV, kirchnerismo, o como se la quisiera llamar), algo que no se terminó verificando en la realidad: dejando de lado la remontada final de cara al balotaje para llegar a un final apretado, la primera vuelta de entonces reveló que los votos eran los que cualquier otro postulante del "peronismo realmente existente" (votos más, votos menos), hubiera obtenido.
En el 2019 las cosas fueron distintas, por un sólo factor, tan obvio que casi no debiera remarcarse: en la boleta del "Frente de Todos" aparecía Cristina, que incluso pudo haber ocupado el primer término de la fórmula. No hacerlo fue su exclusiva decisión, bien que motivada en parte por las circunstancias como señalamos acá, pero (lo hemos dicho antes, lo reiteramos ahora: en nuestra modesta opinión) no como una exigencia del éxito del resultado electoral: ganar se ganaba igual, por el propio peso del volumen electoral de CFK; que resulta de la memoria social de los años de gobierno del kirchnerismo.
La cuestión eran los ejes por los que transitaba la campaña (en lo que la decisión se reveló acertada) primero, y las condiciones para el ejercicio del gobierno en caso de ganar, después. Esto otro será materia de evaluación más adelante, o cuando concluya el mandato de AF, si bien lo transcurrido del mismo hasta acá da pistas firmes para formarse opinión.
Como sea, lo concreto es que ésta elección se parece a la del 2015 en el hecho de que -al igual que entonces- el peronismo (o "los peronismos") gobierna, con todo lo que eso significa a favor y en contra, frente a una elección: aun tratándose de legislativas en éste caso, se juzga una gestión.
Y -sobre todo- se parece a aquella elección en que, al igual que entonces, Cristina no será candidata, su nombre no aparecerá en las boletas, con todo lo que eso supone. Aunque participe de la campaña, o se la ponga al hombro. Y el hueco entonces es grande, y hay que "llenarlo" con nombres propios de volumen electoral. Y por supuesto, con una gestión de gobierno a la altura de las circunstancias, para poder reclamarle al electorado un nuevo voto de confianza.
Cuidado entonces con invertir los argumentos "autocríticos" de la derrota del 2015, y sostener hoy que lo que paga electoralmente es la "marca" Frente de Todos, como si esa marca se hubiera construido solo y exclusivamente en base a un acuerdo amplio de unidad (en el que todos resignaron algo, volviendo de posiciones anteriores), omitiendo el protagonismo decisivo (excluyente diríamos) de Cristina no sólo en el armado de ese acuerdo, sino poniendo su nombre en las boletas.
Y si no, veamos lo que está pasando en la vereda de enfrente: además de matarse entre ellos por los lugares en las listas, van cambiando la "marca" con la que piensan competir, de una elección a otra ("Cambiemos", "Juntos por el Cambio", "Juntos") e incluso de un distrito al otro en ésta elección; como si el problema que tienen para conseguir votos estuviera en eso, y no en el desastroso gobierno de Macri.
1 comentario:
"Y el hueco entonces es grande, y hay que "llenarlo" con nombres propios de volumen electoral"
A menos que consigan hacer que las cosas funcionen (precios, salarios, jubilaciones) y no nos quieran engañar con espejitos de colores.
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