LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

lunes, 19 de julio de 2021

CAUSAS Y EFECTOS

 


El correlato del latiguillo gorila de los "70 años de peronismo" que presuntamente destruyeron el país, es la añoranza de un país pasado y perdido; en el que éramos potencia mundial, todos nos admiraban y auguraban un futuro venturoso para nosotros. Una versión actualizada de esa Arcadia de tiempos pasados, es esta nota a Archibaldo Lanús en Infobraden, que sitúa esos tiempos idílicos entre la conmemoración del centenario de la Revolución de Mayo y el final del mandato de Alvear. Otros lo extienden hasta el fatídico año 1943 (hasta el golpe del 4 de junio, para ser más precisos), o hasta 1945, no en vano caracterizado por Félix Luna en uno de sus libros como "un año decisivo".

Ese relato de la Argentina "visible y audible" pasa por alto no ya lo sucedido en nuestra propia historia nacional en el último siglo largo, sino en el mundo entero, incluyendo dos guerras mundiales, nada menos. En lo que a nuestra historia concierne, basta leer cualquier libro más o menos respetable para advertir que el peronismo no fue un rayo que cayó a la tierra en un día sereno de sol, en el que nada pasaba.

Se puede comprender la sorprendida indignación de la señora Oyuela por aquellas masas de "cabecitas negras" (cuya existencia misma ella y tantos ignoraban hasta entonces) que refrescaron sus pies en las fuentes de la Plaza de Mayo, desde esa óptica. vivieron creyeron que "su" mundo, su clase, "su" historia eran, respectivamente, el único mundo, la única clase y la única historia realmente existentes. Pero aunque uno pretenda que ciertas cosas no pasen, suceden, son existen.

El latiguillo de los "70 años de peronismo" es, ante todo, una confesión del fracaso del principal (si no excluyente) objetivo político del gorilismo argentino: la supresión del peronismo, su lisa y llana desaparición. Y que no se diga que no lo intentaron, de todos los modos posibles, menos del único que habría tenido éxito: su superación histórica, construyendo -cuando les tocó gobernar- un país mejor, más justo, libre y soberano. Claro que se puede decir (sin equivocarse) que eso no estaba ni está en sus genes, porque representan exactamente lo contrario.

Pero volvamos a la evocación del amigo Lanús (al que usamos como disparador para éstas reflexiones) y sus añoranzas del esplendor perdido: si bien lo aplica a la política exterior del país, ésta no es más que la proyección fuera de sus fronteras, de lo que un país es al interior de las mismas. Dicho de otro modo, no es posible que tenga una política exterior independiente, con objetivos de grandeza, un país diseñado para ser sólo un apéndice de la potencia dominante del momento.

Y  lo que no puede explicar el discurso del antiperonismo (que vive de presuntas glorias pasadas) es, antes que nada, el surgimiento del peronismo. Dicho de otro modo: si la Argentina hubiera sido el país ideal del que ellos hablan, y si ese país ideal hubiera tenido lugar para todos sus habitantes (y por lugar entendemos empleo, salarios, dignidad, derechos), el peronismo jamás hubiera llegado siquiera a existir.

Pero como nada de eso sucedía hasta Perón y el peronismo, un coronel completamente ignoto hasta dos años y medio antes del 17 de octubre pudo juntarles la cabeza a todos, y convertirse en el líder de los trabajadores y presidente electo de los argentinos. Perón hizo lo que la izqquiera o pudo entonces, ni puede aún ahora: capitalizar el descontento de las masas laboriosas, y darle expresión política.

Más de cuarenta años antes del 17 de octubre, el informe Bialet Massé daba cuenta de la explotación y pauperización absoluta de los trabajadores argentinos, que cuatro décadas después del mismo todavía esperaban ser rescatados de la miseria. Los esplendores del Centenario (celebrado bajo estado de sitio y con vigencia de la oprobiosa ley de residencia) fueron los fastos de una oligarquía que se celebraba a sí misma, en un banquete al que el pueblo no estaba invitado.

En ese marco, lo sorprendente no es que surgiera el peronismo, sino que no lo hiciera antes. En todo caso, sirva para reivindicar a Perón, que supo ver lo que estaba a la vista de todos, pero la mayoría eligió ignorar, mirando y pensando el país con la estrecha mira de la granja colonial que, en el último tramo del siglo XIX, se había insertado con éxito en la división internacional del trabajo.

Para hacer algo realmente más grande, donde el pueblo fuera realmente feliz ("la grandeza de la patria y la felicidad del pueblo",, no con una "o" en el medio, juntas y al mismo tiempo) la Argentina "respetada en el mundo" de la que habla Lanús no alcanzó entonces, y no alcanza ahora. Allá ellos si siguen perdidos en la neblina, sin terminar de entender muy bien lo que pasó. Los que tenemos que estar atentos somos nosotros, para responder a nuestra justificación histórica como tradición política.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El idílico país de Archibaldo, donde había Ministerio de Ganadería pero no Ministerio de Salud, porque eran más importantes las vacas que la gente.
A sus más de 80 años, no pretenderemos que Archibaldo cambie de óptica.
El tema es que como decía Jauretche, "cuando muere el zonzo viejo, queda la zonza preñada", y por eso se siguen escuchando estas imbecilidades.
El Colo.

profemarcos dijo...

Juan Bialet Massé
Denunciado por "corrupción"
Ya existía el LawFare