LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

miércoles, 19 de enero de 2022

CORRECCIÓN E INCORRECCIÓN POLÍTICA

 

Soledad Acuña va a seguir siendo ministra de Educación de Larreta, y su ¿exabrupto? sobre el destino de los pibes porteños desvinculados de la escuela durante la pandemia no le va a costar el puesto, ni mucho menos. Como tampoco lo pusieron en riesgo sus anteriores dichos sobre el nivel cultural de los docentes, o haber dicho que se dedicaban a la docencia los que eran mediocres, a falta de otra ocupación.

Decir lo que dijo no le traerá ninguna consecuencia, como no se la trajo a Macri cuando habló de "caer" en la escuela pública, o a Vidal cuando dijo que en el conurbano había demasiadas universidades, porque los pobres jamás llegan a la universidad. Hay una línea de coherencia que une todos esos dichos y -lo que es más importante- los hechos que son su consecuencia, cuando la derecha gobierna y le toca -entre otras cosas- ocuparse de la educación.

Solo algunos paparulos como Natanson pudieron haberse confundido y ver otra cosa cuando habló de una "nueva derecha moderna y democrática" que valoraba bienes públicos que debe garantizar el Estado, como la salud o una educación de calidad. Nuestra derecha es la misma siempre, y si juzgamos por su oferta actual, la de sus peores versiones: bruta, simplista y predemocrática; en todas sus variantes.

Pero sería todo muy sencillo si la cosa se limitara a los dirigentes que expresan a esa derecha, o a los funcionarios de sus gobiernos, y si alcanzara con repudiarlos en las redes sociales. La cosa es más compleja (aunque brutalmente clara para que se entienda), si se repara en que esa derecha política no es sino la expresión de una derecha social: un 40 % de los argentinos, mínimo, y bastante más de la mitad de los porteños, piensan lo que piensa Acuña sobre la educación, los pobres, los pibes villeros, su destino y sus posibilidades. 

Por eso votan como votan, y por eso las elecciones vienen teniendo los resultados que vemos. De hecho, la derecha en sus diferentes encarnaciones electorales ha entrado hace rato en una competencia para ver cual es más brutal, para poder captar adhesiones; lo cual dice más de esa parte de nuestra sociedad que los vota, que de los que son votados por ella.

Más brutales nos parecen sus ideas, más atractivo parecen tener, en su simplicidad rústica, para muchos argentinos: así como creen que hay gente que es pobre porque quiere, porque no le gusta trabajar y prefieren vivir de un plan, piensan que hay otros que son brutos o ignorantes porque no les da la cabeza, no tienen interés en estudiar o progresar, y el Estado nada puede (ni debe) hacer al respecto.

Quienes piensan así están cómodos con un darwinismo social en el que impera la ley de la selva y el sálvese quien pueda, y reniega de toda política pública compensatoria, equilibradora o igualadora, "bancada con la plata de mis impuestos". En todo caso si bancan que se gaste plata en los pobres, es en la bala que los mata por gatillo fácil, ante la menor sospecha de que puedan delinquir, por las dudas.

Ese estado de conciencia social (alimentado por nuestras experiencias históricas, el repicar de los medios y tantas cosas más) es el que se expresa en los dichos de Acuña, como se expresó antes en los de Macri o Vidal a los que hacíamos referencia. De allí que no deba extrañar que la ministra haya redoblado la apuesta tratando de explicar lo inexplicable, o al contrario: lo que no es necesario explicar, porque es expresión de una ideología de clase, cruda, pura y dura: lo hace porque tantearon que tienen un amplio plafond de apoyo entre gente que, para sentirse más, necesita que otros sean menos.

De modo que el problema no es de modos, ni de corrección o incorrección política, ni de un repudio más o menos: es profundamente político e ideológico, y como tal hay que tratarlo, sin complejos ni miedo a llamar a las cosas por su nombre. Y como hemos dicho muchas veces acá, asumiendo que la política es conflicto y -sobre todo- representación: los que piensan como Acuña y por eso votan a la derecha, están muy bien y cabalmente representados.

En todo caso nuestra preocupación debiera ser en que medida estamos representando nosotros a los que ven el mundo, la sociedad, la vida, con otra escala de valores. En educación y en todas las demás cosas.

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