La perspectiva de una nueva crisis económica con repercusiones institucionales onda 1989 o 2001 está a la vuelta de la esquina. Está muy claro que sucederá, lo único que no sabemos es cuando. Pero que, así las cosas, sucederá, es inevitable. Están dadas todas las condiciones.
— La Corriente K (@lacorrientek) December 7, 2022
De Vido . Boudou. Ahora Cristina. Si los mejores de los nuestros no pueden o no quieren ser candidatos es porque ganaron ellos. Antes incluso de que se hagan las elecciones y se cuenten los votos.
— La Corriente K (@lacorrientek) December 7, 2022
Y por contraste, un montón de eunucos políticos de los dos lados de la grieta que se creen pijudos cuando son unos pitos cortos, en todo sentido. A ver como se las apañan para arreglar lo que rompieron. Pobre Argentina, pobres nosotros.
— La Corriente K (@lacorrientek) December 7, 2022
Además de su triste historia de golpes cívico-militares, la Argentina ha sufrido en democracia grandes convulsiones que pusieron al límite su misma subsistencia como sociedad, las más notorias de ellas en 1989 y 2001, con sendos gobiernos radicales. Esas mega-crisis tuvieron origen en la economía, pero terminaron repercutiendo en las instituciones, tanto así que ni Alfonsín ni De La Rúa pudieron concluir sus mandatos en tiempo y forma.
Sin embargo, por aquello de que "crisis significa oportunidad", los grupos más concentrados del poder económico las han aprovechado (cuando no las generaron) para consolidar sus posiciones, y su autonomía respecto al sistema político, acumulando pingües ganancias en el mientras tanto: hiperinflaciones, devaluaciones, pesificación asimétrica, endeudamiento y fuga de capitales (rasgo estructural de nuestro capitalismo vernáculo), vaciamientos de los ahorros bancarios son consecuencia de esa lógica en la que un poder (el económico) es cada vez más fuerte y consolidado, y el otro (el político, que se somete a la voluntad popular), cada vez más débil y condicionado.
Las crisis son un claro mecanismo de disciplinamiento social: después de la hiperinflación de Alfonsín, la sociedad argentina estaba preparada para aceptar la "cirugía mayor sin anestesia de Menem como el mal menor, o peor aún, como la única solución posible. Claro que cada crisis deja sus ganadores y perdedores (que suelen repetirse en ambos casos), y al país en un estadio inferior de niveles de vida, consumo, derechos y expectativas, desde el cual recomenzar el ciclo.
La excepción a este modelo de gobernabilidad -condenado inevitablemente a repetir crisis sistémicas cada tanto- fueron los 12 años y medio de los gobiernos de Néstor y Cristina. Con la experiencia de la implosión de la convertibilidad a la mano, Néstor primero y Cristina después tuvieron claro que del laberinto "se salía por arriba", apostando a otro modelo de gobernabilidad, no ensayado antes desde 1983: fortalecimiento del poder y la autoridad presidencial, del rol arbitral del Estado y de la autonomía de la política frente a las lógicas corporativas. Y ya que estamos, de las reservas del Banco Central, para ponerse a cubierto de corridas cambiarias e intentos de golpe de mercado.
No en vano la experiencia kirchnerista duró lo que duró (más que ningún otro gobierno del mismo signo político antes), con los resultados que obtuvo, medidos tanto desde la óptica estrictamente electoral (dos elecciones presidenciales ganadas en primera vuelta por amplio margen en 2007 y 2011, y una participación decisiva en otro triunfo igual en 2019), como en los indicadores de desarrollo económico y humano: empleo, salarios, distribución del ingreso los más relevantes.
Pero esos resultados -como le gusta decir a Cristina- "no fueron magia", ni el simple aprovechamiento de una coyuntura favorable como también se dijo en su hora del primer peronismo: fueron la consecuencia de políticas concretas, pensadas para las mayorías populares, y sostenidas con decisión política en contextos -muchas veces- de hostilidad abierta de parte del poder económico; desde las patronales agrarias al Grupo Clarín, pasando por los fondos buitres o los bancos.
Ese poder económico que, como se dijo, está acostumbrado a medrar con las crisis y el deterioro de la autoridad política, y no acepta intromisiones en sus asuntos ni forma alguna de regulación estatal: ahí está el ejemplo de las retenciones móviles o la ley de medios, para demostrarlo. Por otro lado, nuestro capitalismo periférico en que las clases dominantes locales son subordinadas de las extranjeras nunca logra consensuar entre sus diferentes fracciones y con la política un modelo de desarrollo viable, para lo cual es imprescindible que cedan algo de su parte.
De allí que, luego de los años kirchneristas, esos grupos se han involucrado más abiertamente en la política impulsando alternativas propias (como en su momento fue "Cambiemos"), o intentando utilizar las estructuras pensadas para la conservación del privilegio, como el poder judicial, para conseguir sus objetivos desnaturalizando el sentido último de la competencia democrática, si fuera necesario.
Eso es precisamente lo que está pasando con el burdo intento de proscripción de Cristina, cuyas consecuencias la exceden a ella, al FDT y al peronismo en su conjunto, para terminar afectando la estabilidad del sistema, y su gobernabilidad. Porque si algo está claro es que, aun logrando el objetivo de correrla de la cancha electoral, no desaparecerá la necesidad de representación política de una parte considerable de la sociedad que ella encarna, ni aparece a la vista quien pueda suplirla. Ya les pasó en su momento con Perón, y parecen no haber aprendido la lección de la historia.
Y además cualquiera sean las condiciones de la competencia electoral el año que viene, las fracciones de nuestra capitalismo vernáculo serán las mismas, y actuarán igual, porque no conocen otra manera, ni se les puede pedir compromiso con el desarrollo armónico e inclusivo del país; una vana ilusión en la que creyó hasta la propia Cristina. Seguirán tironeando de los despojos y pretendiendo que su fiesta la paguemos todos, como ha sido siempre.
El próximo gobierno -sea del signo que sea- se encontrará con esa realidad, más un mega-endeudamiento con el FMI y los acreedores que desandó drásticamente las políticas del kirchnerismo en la materia, con un calendario de vencimientos que ya se puede saber hoy es totalmente inviable en los términos en que está planteado, a lo cual hay que sumar la bomba de tiempo de la explosiva deuda en pesos, una inflación que ronda el 100% anual y se resiste a ceder, un patrón consolidado de distribución regresiva del ingreso y una recesión en marcha, que solo se consolidará si se aplican a fondo las políticas de estabilización pactadas con el FMI.
Corrida Cristina del escenario -por voluntad propia y por la presión para proscribirla- ¿Quién de cualquiera de los dos lados de la grieta está en condiciones de conducir el proceso con afirmación de la autonomía de la política, de modo que no desemboque más tarde o más temprano en una nueva crisis?
2 comentarios:
"Nada grande se puede hacer sin alegría, nos quieren tristes para que nos sintamos vencidos. Los pueblos deprimidos no vencen ni en el laboratorio ni en las disputas económicas.....". Arturo Jauretche.
La soluciones en este país vienen de un solo lugar. Y no es teoría, está comprobado: fuè realidad entre 2003 y 2015. Tendrán que venir de ahí y con la gente en la calle.
Coincido 200 % con tu comentario. Sigo esperando el repudio (no digo ya explícito) sí digamos puntual, de quien votamos y a su vez votó a favor de los buitres y avaló el allanamiento de la cass de Cristina. En qué se diferencia Perotti de la recua gorila socialista, radical , cambiemita o trosca ?
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