El concepto "buzón" también aplica para "los pibes para la liberación", "Si la tocan a Cristina, que quilombo se va a armar" y otros mitos urbanos. La tocaron, la siguen tocando y no pasó nada. Porque como te ven, te tratan, y nos ven fáciles. Demasiado.
— La Corriente K (@lacorrientek) May 12, 2023
En su correspondencia con Perón, Cooke solía definir al peronismo como "un gigante invertebrado y miope", en referencia a su indefinición ideológica (en su opinión), por cobijar en su seno tendencias contradictorias e incluso antagónicas entre sí, que solo Perón podía sintetizar. Por suerte para él, no llegó a ver el momento en que el que esta misma certeza entró en crisis, y el tiempo demostró que algo de razón tenía; cuando ni siquiera el anciano general pudo mantener unido bajo su liderazgo todo el enorme conglomerado de fuerzas que había convocado.
Trasladando la imagen a los tiempos actuales, el peronismo (en tanto eje vertebral del "Frente de Todos" y por ende principal soporte político del actual gobierno) está siendo percibido también como un gigante invertebrado, que no acierta a moverse aunque más no sea en una elemental autodefensa: ayer fue la condena judicial con inhabilitación contra Cristina en una causa armada para sacarla de carrera o el atentado contra su vida, hoy son un par de provincias en las que esperaba ganar en las que la corporación judicial suspendió las elecciones, mañana acaso sea el derecho laboral arrasado por una reforma flexibilizadora frente a la inacción del sindicalismo, y así podríamos seguir.
Porque el poder no se declama sino que se ejerce, y los derechos se conquistan una vez, pero se deben defender siempre, y no entender estas cuestiones elementales ha sido precisamente lo que nos ha llevado -merced al estilo político de Alberto Fernández, que lejos está él de ser el único responsable- hasta éste punto, en el que cualquier cree (y no le faltan razones para creerlo) que nos puede mojar la oreja, como trató de hacer el banana de Lousteau con Cristina en la última sesión del Senado.
Compiten entre ellos a ver cual dice la barbaridad más grande contra nosotros: que nos van a terminar, que nos tienen que aislar, que quieren dinamitar todo lo que en algún momento nosotros hayamos impulsado o aprobado y siga siga: nosotros, mientras tanto, en la palmera. O en el comentario indignado en las redes sociales, y nada más.
En tiempos de Néstor y Cristina, se prometía el florecimiento de mil flores, y se juraba que había un ejército de militantes dispuesto a darlo todo (hasta la vida) por sostener un proceso de liberación nacional. Y se advertía - ya en los albores del macriato - que si la tocaban a Cristina iba a haber bardo, como ahora vuelve a prometer Mario Secco, el intendente de Ensenada, en el caso que la Corte pretenda hacerle lo mismo que les acaba de hacer a Uñac y Manzur. Como bien sabemos hasta acá, la tocaron y no pasó nada.
Ya en tiempos de Macri y frente a la complicidad de los "dadores voluntarios de gobernabilidad" que abundaban en el entonces Frente para la Victoria, había compañeros que justificaban esa estrategia sobre la base de que debían preservarse las organizaciones (sindicatos, movimientos sociales, incluso los gobiernos provinciales o municipios que se gobernaban), no comprometiéndolas en el desgaste de una lucha frontal, sin posibilidades inmediatas de éxito. A los resultados de esa estrategia "posibilista" nos remitimos: traspaso de fondos coparticipables a la CABA por decreto aumentando las desigualdades, retrocesos en la participación de los trabajadores en el ingreso, poda de planes sociales; en éste caso perpetrado en nuestro propio gobierno.
Lo concreto es que desde hace mucho tiempo el peronismo no hace política de masas sino de aparatos, al igual que el conjunto del sistema político argentino; pero no todos en ése sistema encuentran su justificación histórica (como el peronismo) en la defensa de los intereses de las grandes mayorías populares, comenzando por los trabajadores. De allí que para éste esa parálisis opere como una capitis diminutio real de su capacidad de representación social y de transformación de una realidad que sigue siendo tan injusta como en 1945, cuando apareció en la escena política nacional.
Así como Evita dijo alguna vez que el peronismo sería revolucionario o o sería nada, poco se puede esperar de un peronismo sin capacidad de ganar la calle, aunque más no fuere en su propia defensa. Ni hablemos de que ese peronismo pueda (algunos dentro de él ya ni disimulan que ni siquiera quieren) hacer algo para disciplinar al poder económico, contener la inflación y defender el bolsillo de los trabajadores. Pero ojo: ganar la calle no es hacer una movilización de vez en cuando y volver a casa contentos porque se juntó mucha gente, sin haber modificado en nada las realidad posterior, es otra cosa, más compleja.
La "liga de gobernadores" en sus diferentes encarnaciones en el tiempo no ha pasado de ser una expresión de deseos, que fuera de los momentos electorales en los que aparece para tratar de incidir en el armado de las listas, ni siquiera logra convertirse en un actor de peso para empujar en la dirección de una menor preponderancia del AMBA en las decisiones del conjunto, como padecimos en éste gobierno hegemonizado por el PJ Capital, virgen de triunfos electorales.
Precisamente lo que sucedió con las elecciones suspendidas de Tucumán y San Juan demostró que ni siquiera el "peronismo moderado" está exento de la aplanadora gorila que avanza sin oposición; porque del otro lado -aunque los alienten permanentemente a construir el "postkirchnerismo"- perciben la escasa envergadura política de una dirigencia mediocre, en su mayor parte sin vuelo más allá de sus respectivos territorios, aunque algunos hayan expresado en su momento ambiciones mayores.
Los "movimientos sociales" nunca lograron superar, en términos de organización y volumen político, la etapa de la convertibilidad y su derrumbe en la que surgieron, así como tampoco fueron nunca más allá de la administración clientelar de la pobreza pese a ciertas exquisiteces discursivas; y aunque siempre amaguen con constituirse en actores políticos, carecen para ello -antes y ahora- de un mínimo volumen electoral competitivo, precisamente porque -estigmatizaciones de la derecha aparte- no tienen legitimación política ni siquiera entre su propia base social de sustentación.
Y que decir de la CGT y el movimiento obrero organizado, considerados en otros tiempos la columna vertebral del movimiento: que han quedado reducidos a una gerenciadora de las obras sociales, y a reclamar por la exención del impuesto a las Ganancias del decil de trabajadores en blanco con los sueldos más altos de la pirámide, a eso se reduce todo el planteo reivindicativo de los que supieron en otros tiempos alumbrar los programas de La Falda y Huerta Grande.
En definitivas en este panorama desolador lo único que queda en pie es el liderazgo (más reconocido en términos sociales que políticos) de Cristina, que acaso por éste contexto y por contraste con él, sea un liderazgo no mediado por orgas ni encuadramiento alguno ni siquiera dentro del propio kirchnerismo (aunque algunos se atribuyan algún mérito al respecto), lo que en términos estrictamente peronistas no es un activo, sino mas bien todo lo contrario. Y en momentos como éstos, se nota el déficit.
1 comentario:
Lo de "pese a ciertas exquisiteces discursivas" retrata vivamente a los líderes de los movimientos sociales.
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