Como todos los gobiernos en un punto lo hacen, Milei cree que puede elegir a sus enemigos: les apuntó a las prepagas (que no hicieron más que hacer uso de la canilla abierta para aumentar que les regaló) y a algunos periodistas (Lanata y Fontevecchia entre ellos) a los que acusó de "ensobrados". Esto último pasó a segundo plano porque luego sobrevino la marcha por las universidades y la discusión por la ley ómnibus, pero puede revivir en cualquier momento, cuando lo crean necesario, ambas partes.
Porque los acusados -por supuesto- se subieron gustosos al ring y redoblaron la apuesta: Fontevecchia se envalentonó diciendo que ni la dictadura (de la que fue apologista) pudo quebrarlo, y Lanata amenazó con querellar al presidente en los tribunales. También es cierto que cuando el poder económico apretó el paso para conseguir la aprobación en Diputados de la ley bases, se mandaron a guardar porque donde se come no se manicurea.
La pelea de concheros recuerda (como tantas cosas en la Argentina de estos días) a los tiempos del menemismo, cuando el avance impiadoso de las políticas del Consenso de Washington sobre una sociedad estragada por la hiperinflación provocó un quiebre del vínculo con la política, una reclusión de los ciudadanos en la esfera de la vida particular y un vacío de representación, que algunos medios y periodistas quisieron suplir, constituyéndose en la pretendida oposición al gobierno.
Algunas glorias "progres" luego desangeladas por el kirchnerismo como Lanata, Pergolini o el desaparecido Fernando Peña jugaban a ser transgresores peleándose con el menemismo sin cuestionar nunca el corazón de su modelo, sino los aspectos cosméticos y periféricos: la pizza con champán, la Ferrari, algún concejal del conurbano que se quedaba con los colchones para los inundados para repartirlos en campaña, los guardapolvos de Bauzá.
Como hoy hacen los que juegan a estar enojados con Milei porque los trata de lo que son (ensobrados), ninguno sacaba los pies del plato del modelo imperante, ni lo cuestionaba y le eran (como son hoy) plenamente funcionales: todos ellos cuestionan al presidente diciendo -oh, sorpresa- que repite los peores defectos...de Cristina.
Porque el kirchnerismo es el demonio a exorcizar que ambos (Milei y los periodistas con los que disputa) tienen en común, como tienen en común la clientela que consume antikirchnerismo, y ahí está el negocio de mutuo beneficio de la pelea: uno (Milei) a falta de pan, alimenta a la monada con circo, y los otros (los periodistas) usufructúan como en los tiempos del kirchnerismo el negocio de ser opositor, monetizando la frustración de los que lo votaron y no quieren caer en consumir C5N o Página 12 para canalizar su desencanto.
En el pacto implícito que hay siempre entre medios y audiencias, aquellos proveen a esto de una catarsis para la neurosis de otro fracaso no electoral (al fin y al cabo votaron para que no ganar el peronismo), sino político, económico y social como lo fue el de Macri. Y la solución también conviene al gobierno, porque de ese modo se conducen las cosas a una vía muerta, y se contribuye a obturar la construcción de cualquier alternativa política real para salir de la crisis.
Y lo otro que tienen en común los que en apariencia se pelean, es que todos juegan al juego de hacer como si el kirchnerismo no hubiera existido, y con su desaparición de escena también desaparezcan las complejidades de la sociedad argentina que éste develó. Un país en el que la política tenga cada vez menos peso (porque en esencia gobierne quien gobierne, todos ejecutarán el mismo plan), donde la "otra mirada" de las cosas la proporcione el periodismo, y la queja social se reconduzca en un simple tema de conversación en las reuniones sociales, sin otra ulterioridad o consecuencia.
Pero para que el plan funcione, se necesita además que la oposición política al gobierno de Milei siga en su actual estado de marasmo, confusión, parálisis e internismo; y que su electorado replique -a través de sus consumos culturales y de medios- el mismo escapismo: nunca la referencia política podrán ser los periodistas, ni llenar los vacíos de la política: no podemos aspirar a que nos conduzcan los editoriales de Víctor Hugo, las notas de Verbitsky o los programas de Navarro.
La solución a la crisis vendrá -como siempre- de la política como organización y construcción colectiva, con un liderazgo y un proyecto claro. Lo demás es simplemente catarsis.
4 comentarios:
Notón. Muy en profundidad. 👏🏽👏🏽👏🏽
Víctor Hugo
"Trump es Malo, Biden es Bueno"
si la verdad, quizás esté yo pasando por un período depresivo, no me dan bien las cuentas, no me estoy relacionando bien con mi gente cercana. en fin.
pero si algo me deprime mal es lo que está pasando en el país. no puedo entender dónde fue a parar el kirchnerismo, qué se hizo de las juventudes militantes, me da asco la manera de comportarse de la cámpora, no entiendo quién pudo votar a gente como pichetto para que siga ahí, jodiendo y vendiendo al país. no puedo creer que milei tenga todavía un 50% de aprobación en el montón de zombies que votan en ésta población.
estaré deprimido pero nunca se me pasó por la cabeza la idea del suicidio. a mí, pero da la impresión de que al país sí le agarró.
Vamos compañero Piazza, tire a la mierda la depresión. Alguien decìa que nos quieren tristes porque los pueblos deprimidos no vencen.
Mientras alguien, aunque fuera uno solo, tenga una actitud de dignidad, haga un pequeño acto de resistencia, eso más temprano que tarde se terminará contagiando. Luche en lo que pueda. Como pueda. Deje la depresión para el enemigo.
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