Leíamos ayer en el diario delLoco Lindo que en el marco del juicio que se inició en el Tribunal Oral Federal
de Santa Fe por la causa denominada de “La Casita” de Santo Tomé a un grupo de
represores de la “patota” santafesina (incluyendo al ex juez Brusa, el “Curro”
Ramos, María Eva Aebi y Calixto Perizotti, entre otros) apareció “la hinchada
visitante”, digamos: un grupo de familiares y amigos de los acusados los
aplaudieron a su entrada al juzgado.
Algo que hasta acá no había
sucedido en los anteriores procesos de lesa humanidad en Santa Fe, y que en
éste caso tuvo como disparador los dichos del ex carapintada y Administrador de
Aduanas Gómez Centurión: los aplaudidores llevaban pancartas con su frase “8000
verdades 22.00 mentiras”, que decían que los enjuiciados estaban presos por las
mentiras. No faltó tampoco en los carteles la mención al “curro de los derechos
humanos”, expresión de cuño presidencial.
Lo cual es muy curioso porque en éste juicio -como en los
anteriores- lo que se juzgan son secuestros, torturas, desapariciones y
asesinatos de personas concretas, con nombre y apellido; por lo que toda
polémica al respecto es poco seria. O en todo caso solo se puede atribuir a la
alineación mental de cierta gente.
La misma alienación que los llevó
a aplaudir a los genocidas, como si fueran héroes o hubieran hecho algo digno
de mérito: deberían ponerse de acuerdo en el punto, o no hicieron nada y son
injustamente perseguidos, o lo que hicieron estaba justificado por alguna razón
o principio superior; que justificaba violar los más elementales derechos
humanos. De cualquier modo, nada que no conociéramos, o con lo que no nos
encontráramos a diario en las redes sociales
Lo mismo cabe para la queja de
los abogados defensores (en muchos casos parientes de los acusados, casi
siempre apologistas de la dictadura) porque las sentencias estarían dictadas de
antemano, y los juicios serían una farsa: es curioso como los justificadores de
la tortura se vuelven de pronto garantistas, pidiendo derechos que ellos y sus defendidos
tienen, pero que a sus víctimas les fueron negados.
Claro que la idea es siempre
deslegitimar las eventuales condenas, como consecuencia de procesos “fogoneados
políticamente”, según dijo uno de los abogados defensores. Otra curiosidad:
esta misma gente suele ser la que justifica las políticas de mano dura para
terminar con la inseguridad, y la que niega el carácter político de la
detención de Milagro Sala, por ejemplo.
Pero todas estas cuestiones son
más o menos sabidas, y poco podemos sorprendernos al respecto. Lo interesante
es ver en que medida las declaraciones de Gómez Centurión obraron como
disparador del hiperactivismo de los justificadores de lo injustificable; que
lejos de expresar el más mínimo arrepentimiento, nos están diciendo claramente
que si pudieran, lo volverían a hacer.
En un punto tienen razón: en los
12 años transcurridos hasta diciembre del 2015 los juicios por delitos de lesa
humanidad y violaciones a los derechos humanos durante la dictadura fueron
“fogoneados” por el kirchnerismo; que puso el respaldo del peso institucional
del Estado en auxilio de la lucha (hasta allí solitaria y desigual) que venían
llevando los organismos de derechos humanos y los familiares de las víctimas,
para obtener justicia.
Cosa muy distinta por cierto a lo
que ocurre hoy, cuando el gobierno que seguramente esa gente que aplaudía a los
genocidas en el juzgado votó pone como funcionario a un ex carapintada que se
sublevó contra un gobierno constitucional (como el de Alfonsín), pidiendo
impunidad; y luego se “asombra” porque dice lo que dijo sobre la dictadura,
pero no lo despide de su puesto, ni tampoco el presidente que lo nombró (el que
prometió en campaña “terminar con el curro de los derechos humanos”) lo
desautoriza expresamente.
Al respecto la cuestión es clara
y no hay otra conclusión posible: es porque lo avala, y piensa exactamente lo
mismo, pero no lo puede decir, por razones obvias.
Esa es la lectura -correcta- que
hacen los que respondieron como células dormidas a las palabras de Gómez
Centurión, interpretándolas como un llamado a estrechar filas y salir de la
madriguera, para intentar deslegitimar los juicios; y de ese modo crear el
clima para detenerlos, o para volver a las políticas de olvido e impunidad.
Ese es todo el asunto y no nos
engañan en lo más mínimo sobre sus propósitos, incluso aunque los lobos se
disfracen de corderos, como algunos sepulcros blanqueados de por acá cerca (muy
activos por estos días en las redes sociales); que son muy “pro-vida” para
salir a cruzar a los que plantean la despenalización del aborto, pero no dudan
(aun hoy) en justificar las torturas y
violaciones de embarazadas, o el secuestro de menores y la supresión de su
identidad.
2 comentarios:
Macristas cara pintadas
y mas delaRuistas que nunca.
Que podes esperar, desastre económico y represión.
son pesimos.
Mientras sigan adentro,que los amigos aplaudan todo lo que quieran.
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