Cuando Marcelo Saín dejó de ser el ministro de Seguridad de la provincia allá por marzo del año pasado, decíamos acá: "Marcelo Saín debe estar, sin dudas, entre las personas que más conocen del tema en el país; y tal como señala la nota, convocarlo para el Ministerio fue una apuesta muy fuerte de Perotti: alguien que no era de Santa Fe, que podría ser visto como un "outsider" (lo es) de la política local, y que expresa una visión de la seguridad que no cuadra en la predominante, donde abundan los discursos simplistas de la mano dura, para los que la solución consiste en darle carta blanca a la policía para que haga lo que se plazca, o en aumentar las penas por los delitos. O como hizo el socialismo, pactar con las fuerzas de seguridad -y través de las cúpulas de éstas, con las organizaciones criminales- una "administración del delito".".
"Con esas restricciones sobre sus hombros, Saín debía imponerse además a la complicada policía santafesina acostumbrada por el socialismo a manejarse "atendida por sus propios dueños", para convertirla en el brazo ejecutor de las políticas públicas en materia de seguridad y por ende en parte de la solución; cuando está claro que hasta acá es parte del problema, y en un grado no menor. Pero a las rispideces y dificultades propias del área que le tocó conducir, Saín les sumó las que genera su impronta personal, al punto que se podría decir que al funcionario que sabe de lo suyo, se lo terminó devorando el personaje que construyó en la discusión pública; cometiendo no pocas veces la torpeza de pisar los palitos que quienes lo combatían, esperaban que pise.".
"Ido Saín, eso sí, desaparecen las "excusas" a las que venía apelando un sector importante de la política santafesina para confrontar -en un tiro por elevación- con Perotti, evitando hablar en concreto de los problemas de seguridad de la provincia, y sobre todo de sus causas reales y profundas. Como por ejemplo el avance de la criminalidad compleja (en especial el narcotráfico), gracias a la tolerancia y complicidad abierta (en dosis parejas) de parte del poder político, de la fuerza policial e incluso de las estructuras de la justicia. Lo que debe rescatarse entonces del paso de Saín por el Ministerio de Seguridad de la provincia es ese preciso diagnóstico de la situación, que los hechos terminaron confirmando; y en base a él actuar en consecuencia. Lo peor que podría pasar es que la política y las instituciones santafesinas lean mal la decisión de Perotti de pedirle la renuncia, en términos de "muerto el perro se acabó la rabia", acá no ha pasado nada, se fue el que molestaba por bocón con sus declaraciones y listo, cada uno sigue en lo suyo.".
Con los 16 meses (un tercio del mandato de Perotti) de gestión de Jorge Lagna (un dirigente político del apolillado peronismo santafesino de los tiempos de Reutemann y Obeid) transcurridos, podemos decir hoy que la situación no solo no ha cambiado, sino que empeoró: los últimos hechos producidos especialmente en Rosario lo terminaron eyectando del cargo, a él y a la jefa de policía; ambos reemplazados en sus cargos por ex policías retirados.
Más cerca en el tiempo, y a propósito de la cuestionada designación de Bernhardt en el Servicio Penitenciario, decíamos acá: "En una provincia que tuvo un jefe de policía preso por narcotráfico, varios altos jefes involucrados en causas judiciales por esa y otras causas similares y fuerzas de seguridad "atendidas por sus propios dueños", la tentación de creer que se pueden encauzar los problemas "por afuera" de esas estructuras es fuerte. La construcción electoral del peronismo santafesino, con una candidatura a la medida de los votantes provinciales como la de Perotti y un acuerdo amplio de unidad que se cumplió, le permitió remontar dos terceros puestos en las elecciones a gobernador del 2011 y 2015 para ganarle de modo contundente al entonces oficialismo, pero no alcanzó para disimular esas carencias, una vez en el gobierno; y en el caso específico de seguridad -no acá ni ahora, sino en todos lados y siempre- los manotazos de ahogado motivados por las circunstancias apremiantes en que se decide (porque los errores cuestan caros, en vidas humanas, y el reclamo ciudadano es fuerte y justificado) son moneda corriente.".
"Máxime cuando las soluciones "heterodoxas" se intentaron, sin resultados positivos visibles, y acá nos queremos detener en la responsabilidad que le cabe para que se llegara a éste punto al ex ministro de Seguridad de la provincia Marcelo Saín; que contando con el absoluto respaldo de Perotti al inicio de su gestión para conducir un tema que está en las preocupaciones cotidianas más acuciantes de los santafesinos -asumiendo el gobernador entonces al designarlo un riesgo como lo asume ahora, con la cuestionada designación de Bernhardt-, lo desperdició porque puso por encima de sus responsabilidades funcionales su irrefrenable pulsión de protagonismo personal, y su histrionismo mediático por delante de su capacidad ejecutiva en la gestión.".
"No se trata de decir ahora -contra lo que en su momento sostuvimos- que Saín no tuvo ni tiene razón en muchas cosas que dice y decía, sino de puntualizar que gobernar es más que tener razón, o saber explicar mediáticamente esas razones; y lo cierto es que tras el paso de Saín por la función pública en Santa Fe los índices de seguridad no mejoraron, y la policía santafesina (de las más cuestionadas del país junto con la bonaerense) no está menos tentada de "manejarse sola" que cuando él asumió sus funciones, como lo hizo en los 12 años del socialismo.".
Pues bien, todo indica que con los cambios introducidos Perotti optó por la variante de poner al frente de la conducción de las políticas de seguridad a policías, pero que no estaban revistando en actividad; actitud indicativa al mismo tiempo de la orfandad de la política y el peronismo provincial para proveer cuadros, y de la profunda desconfianza del gobernador con la propia fuerza policial y sus actuales integrantes. Y si él desconfía ¿qué queda para los ciudadanos comunes?
Es muy temprano para juzgar el acierto de los cambios, y la nueva gestión del área debe juzgarse -como todo en materia de políticas públicas- por sus resultados. Pero el hecho de que nosotros debamos repetir in extenso lo que hemos dicho antes sobre estas cuestiones, indica que en materia de seguridad los diagnósticos sobran: sobre las causas del delito, sobre la responsabilidad de la policía en la magnitud del problema, sobre su formación, equipamiento y capacitación, sobre la incidencia del narcotráfico en el delito violento, o sobre las complicidades de la política en el actual estado de cosas.
Lo que estaría faltando -ya, para ayer- son las soluciones, que no pueden ser simplemente intentar más de lo mismo que ya ha fracasado (como las "leyes de emergencia en seguridad": hay una vigente desde hace 8 meses en Santa Fe, aunque la senadora Losada no se hay enterado y proponga otra en el Congreso nacional), o soluciones en teoría novedosas, que solo agudizarían el problema; como el planteo del intendente de Rosario Javkin de que los jefes municipales tengan injerencia en la designación de los jefes policiales.
El flamante ministro se manifestó en el pasado en contra de la reforma policial aprobada en 2006, durante el segundo gobierno de Obeid, a través de la Ley 12521; y eso no es buena señal: en éste blog hemos documentado profusamente como una mirada parecida en tiempos del socialismo condujo al experimento fallido de la policía "atendida por sus propios dueños". Sin embargo, la misma clase política provincial que sancionó -con amplio consenso- esa reforma, nunca tuvo la intención real de sostenerla, y llevarla a fondo; en un proceso de claudicación parecido al que ocurrió en la provincia de Buenos Aires en la gestión de Felipe Solá, con León Arslanián como ministro de Seguridad.
Por otro lado, desde que se conoció la designación de Rimoldi como ministro se escucharon voces críticas desde la oposición, e incluso del propio peronismo provincial: se sostiene que se está abandonando la conducción civil sobre la fuerza de seguridad, que se sostuvo durante 20 años, desde que se creó el ministerio del ramo. Una mirada simplista podría decir que los resultados de las políticas aplicadas en esos 20 años revelan que no alcanza con poner a un civil al frente del asunto: de hecho, la asociación que nuclea a las víctimas de la inseguridad en Rosario celebró las nuevas designaciones, precisamente porque "se pone al frente a gente que entiende del tema. Otra mirada simplista, aunque entendible desde el dolor: no es cuestión de nombres o quien manda, sino de qué políticas se aplican, y con que resultados concretos.
Y finalmente, hay un equívoco generalizado en el que incluso incurrió Saín en su tormentoso paso por el ministerio de Seguridad provincial: la conducción política de la Policía en tanto aparato de seguridad del Estado legitimado por el orden jurídico para el uso de la fuerza no le corresponde al ministro del ramo, sino al gobernador de la provincia; de acuerdo con el artículo 72 inciso 17) de su Constitución.
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