Hace unos días atrás, analizábamos en ésta entrada las discusiones que entendíamos pendientes y necesarias en el peronismo. Y más cerca en ésta otra entrada, describíamos la sensación de desamparo y orfandad política que sentimos millones de argentinos, ante el avance sin freno de un nuevo experimento de la derecha en el país: como decía Perón, vemos que el frente blando permite avanzar.
Y Milei avanza en todos los frentes, y si hay uno es en el que ese avance es más vertiginoso y ostensible -junto con la depredación de los salarios de los trabajadores- es en el alineamiento incondicional, lacayuno y vergonzoso con los Estados Unidos, que no repara en forma, ni jerarquías ni instituciones. Como pasa con el anuncio de la instalación de una base militar conjunta con los yanquis en Ushuaia la que -para mayor vergüenza histórica- intentó justificar en la defensa de nuestra soberanía en Malvinas.
Frente a esto, la pasividad de la mayor parte de la dirigencia opositora -el PJ nacional se limitó a un comunicado- nos mueve a reflexionar sobre la cuestión, en tiempos en los que se nos invita a abandonar los dogmatismos ideológicos y las consignas para ser pragmáticos: si las cosas hubieran de verse simplemente con ése lente, la decisión de atar la suerte del país a los designios de la política exterior de los EEUU no podría ser más desacertada, ni inoportuna, y no consulta absolutamente ningún interés nacional actual y presente.
En un mundo crecientemente pluripolar en la que otrora indisputada potencia mundial pierde peso e influencia, y su deriva en ese plano lo lleva a incrementar las escaladas belicistas en peligro de la paz y la estabilidad mundiales, Milei y su recua nos embarcan en el portaaviones yanquis al costo de desairar a nuestros aliados regionales, malquistarnos con nuestros mayores socios comerciales o perdernos la oportunidad de integrarnos en esquemas multilaterales que podrían sernos provechosos como el BRICS. Sin embargo ni siquiera desde esa óptica hemos oído quejas de la principal dirigencia opositora al repugnante espectáculo de servilismo colonial protagonizado por el presidente.
Ni hablemos ya de analizar la cuestión desde el ángulo del que la cuestión debe ser analizada, que no es el otro que la histórica -y siempre vigente- dicotomía entre ser una patria, o ser una colonia. Porque así como dicen que la astucia del diablo consiste en hacernos creer que no existe, lo mismo podría decirse del imperialismo y sus planes de dominación: nos han metido en la cabeza por años que tal cosa ya no existe, y que conceptos como patria, colonia o liberación han pasado de moda, o carecen de sentido. Y sin embargo, estamos más colonizados que nunca, y en consecuencia más necesitados que nunca de liberarnos.
Para poder discutir que tipo de país queremos construir, primer tenemos que tener uno, que sea digno de llamarse realmente tal, y no simplemente que detente símbolos patrios distintivos, o un nombre propio, o elija sus gobernantes: ya hemos aprendido con dolor que con eso solo no basta. Y al igual hoy que en 1945, para ser socialmente justos, primero tenemos que económicamente independientes, y antes que eso y para todo, políticamente soberanos.
Para que exista una "Unión por la Patria" y para que "la patria sea el otro", primero tiene que haber una patria: un suelo común en el que nacimos, junto con un destino común del que nos sentimos parte, y decidimos nosotros, no es decidido desde afuera, como en una colonia.
Y así como -contra nuestra confortable creencia o lugar común- hay muchos argentinos que descreen de la democracia como sistema de convivencia y organización política, hay muchos otros a los que no les repugna la conciencia ser una colonia: se sienten exiliados que han nacido en un país que detestan, del que se irían si pudieran y que preferirían fuera manejado por otros, que son más capaces que nosotros.
Eso también es parte del profundo sentido común social instalado hace décadas, y del cual surgió en buena medida el 56 % que votó a Milei en el balotaje. Y en consecuencia es parte de la pelea que hay que dar, primero al interior del peronismo y el campo nacional y popular, y luego hacia el conjunto de la sociedad.
Porque el peronismo no nació simplemente para sacarse de encima el yugo inglés para cambiarlo por el yanqui, solo porque en ese entonces era lo que las circunstancias aconsejaban, porque alumbraba en el mundo una nueva hegemonía: como decía Jauretche, no se trata de cambiar de collar, sino de dejar de ser perros.
Aclaración que es necesario hacer -aunque parezca obvia- porque al interior del movimiento político que ganó la primera elección de su historia bajo el lema "Braden o Perón", también hay quienes piensan -como se pensaba en los 90' con las "relaciones carnales"- que el mundo ha cambiado, y tenemos que cambiar con él. Cosa que además en éste caso -y según se señaló al principio- no solo es falso, sino una lectura completamente alejada de la realidad.
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2 comentarios:
Ah muchachos ! me he permitido discrepar con ustedes, por Perotti, por ejemplo. Pero hace una larga semana que, en mi humilde opinión, vienen sacando unos notones con análisis político e histórico muy sólidos, muy peronistas, muy fundados, muy kirchneristas. Gracias. Un fraternal abrazo..
Mucos votaron a Milei. Un demente y cipayo. Lo votaron por antiperonistas, por ignorantes, por inmbéciles, pero lo votaron.
Parafrasendo a Landricina, pusieron a un perro a cuidar el asado.
El Colo.
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