"Convengamos que idéntico efecto demoledor ocasionó en la política argentina el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner. Las balas de milagro no salieron, pero dejaron a la democracia herida de muerte. Lejos de ir hasta el fondo de la investigación, el Poder Judicial cerró filas detrás de la hipótesis de los “locos sueltos” y se ahorró tener que exponer a los verdaderos responsables del ataque, que hoy están en el gobierno. No olvidemos que ni el presidente ni su ministra de seguridad—que sería la candidata del macrismo en las últimas elecciones—se pronunciaron al respecto. El resto de la dirigencia del llamado “centro democrático” apenas se expresó tímidamente, sin intenciones de molestar al poder. Por eso a 40 años del retorno de la democracia los fantasmas de la dictadura se hicieron más presentes que nunca. Por eso a pesar de ser una y otra vez escupidos, insultados y humillados por Milei, que los trata como ratas y coimeros, buena parte de la dirigencia “opositora” mantiene una actitud colaboracionista, compuesta por discursos grandilocuentes que después no se condicen con sus resoluciones. Frente a los golpes recibidos, su espectáculo es un gran agarráme que lo voto, para luego vendernos la “genialidad” de la táctica parlamentaria y las concesiones que le arranca al gobierno.".
"Por eso, en síntesis, le entregan la Argentina en bandeja a un aspirante a tirano de factoría, que ya declaró que su propósito es destruir el Estado por dentro. Ninguna resistencia, ninguna dignidad. Es la casta en su versión más cínica y cruda, paseando por el mercado persa que balcaniza el país a cambio de embajadas, cargos, sobres y obras de poca monta. No quisieron desmentir a Milei, quisieron confirmarlo y sacar su tajada; les interesa que el libertario haga el trabajo sucio de transformarnos en un país cómodo para los dirigentes e incómodo para la gente. Entonces resignaron cualquier identidad y trayectoria para convalidar en un Congreso militarizado y vallado por la represión estos nuevos créditos de guerra que conocemos por Ley Bases. No la guerra de Alemania contra Francia, Inglaterra y Rusia o viceversa. La guerra del capital transnacional contra nuestra Argentina; contra el Estado, contra el pueblo, contra los bienes naturales comunes. Infames traidores a la patria.".
"¿A qué vamos con esto? A que en un contexto de capitulación de la soberanía nacional, de saqueo de nuestros recursos, de ajuste cruel, de empobrecimiento generalizado, no podemos tolerar el oportunismo si nuestro deseo es constituirnos como alternativa real y creíble para una sociedad quebrada y atomizada. La oposición espartana a la Ley Bases de la gran mayoría de los legisladores de Unión por la Patria debe ser solo el principio. No es poco si tenemos en cuenta que estas reformas estructurales hubiesen sido imposibles sin el acompañamiento deshonroso de peronistas, radicales y “progresistas” de convicciones endebles, muchos de los cuales apelaron al escándalo cuando Cristina quiso modificar varias de las cosas que funcionan mal en el país. Conste que le otorgaron facultades delegadas a un personaje violento, autoritario y depravado, que se cree un profeta y hace comparaciones ridículas con Moisés. De eso no se debería volver, si omitimos mencionar que en Argentina se puede entrar por una boleta y salir por la otra o cometer grandes atropellos contra el pueblo y reaparecer con algún lavado de cara como salvador nacional (solo el kirchnerismo consiguió durante un importante tramo de nuestra historia reciente interrumpir esa atmósfera de impunidad, con el juicio político a la Corte o la muerte de Videla en una cárcel común, sin llegar a perforar el manto de la complicidad civil, aunque pudo nombrarla, despertando una hostilidad que no cesa). La conclusión que tenemos que sacar es que, así como con los créditos de guerra se disipó la ilusión socialdemócrata, ahora estamos presenciando el final de la ilusión democrática, que revela su verdadera esencia: nuestra democracia es una democracia de la derrota.".
"Que los poderes fácticos tienen la mayor responsabilidad sobre esto no cabe ninguna duda. Que bombardearon sistemáticamente a la sociedad para llenarla de odio y distraerla de lo importante, tampoco. Javier Milei no sería presidente si las principales corporaciones no hubiesen fogoneado las condiciones, de la misma manera en que la burguesía alemana impulsó la llegada de Hitler para exterminar el comunismo y la lucha de clases. Lo dejó claro hace unos días Alfredo Leuco: cualquiera menos Cristina. Por lo tanto, el “centro democrático” definió plegarse a esta estrategia bélica. La idea de que el Congreso puede ponerle límites de verdad a Milei es una falacia. Esto no quita la validez de la construcción de acuerdos parlamentarios sobre ciertos temas, como para mejorar la fórmula previsional de las jubilaciones. Pero en la discusión de fondo, el Congreso no puede hacer nada, porque el “centro democrático” ya rifó la democracia frente a la dictadura del capital transnacional. Los límites los pondrá el pueblo o no los pondrá nadie. Hay que asumirlo y estar a la altura de los diagnósticos. Si nos quedamos en pedirle autocrítica a la derecha tradicional o a los grupos económicos por la realidad que estamos viviendo, apenas acertaremos en la carátula, pero políticamente no nos va a resolver nada, porque lo primero que tenemos que resolver es nuestra propia crisis. De hecho, carece de sentido caracterizar el síntoma Milei sin caracterizar el síntoma de kirchnerismo reprimido que hoy padecemos. Tal vez la desinhibición ultraderechista de Milei nos sirva de estímulo para lograr esa liberación que venimos postergando en vanas especulaciones sobre la “correlación de fuerzas” o insustanciales desvelos para “cuidar la unidad”.".
"Entre 2003 y 2015 el kirchnerismo fue la encarnación del espíritu peronista. Fin. No hay otro peronismo. El pejotismo menemista paleolibertario de los dirigentes que se salvan a costa de la gente es lo que Néstor decidió derrotar. El kirchnerismo levantó las banderas de la transgresión y la rebeldía. Hay que volver a levantarlas, recuperar la autoestima. Sin que nos importe el qué dirán. Que digan lo que quieran. Nada duradero se puede construir con dirigentes o poderes que nos acompañan por una conveniencia circunstancial; con tránsfugas que se cuelgan de los votos de Cristina pero luego son capaces de vender a la madre. Confiar en nuestra militancia y en nuestro pueblo es dar los debates de frente, sostenerse en la verdad, apostar fuerte por un futuro distinto, aunque los medios nos demonicen y el gobierno nos tilde de terroristas o comunistas. Da igual. Lo decisivo es saber qué queremos. Frente a tantas tentaciones y presiones, no fue fácil mantener los bloques compactos para rechazar la Ley Bases. Pero más difícil aún es disponer de un programa común que nos unifique y nos vuelva a conectar con las aspiraciones de amplios sectores de nuestro pueblo. Si hoy aterrizáramos en la Casa Rosada, si tuviéramos mayoría en ambas Cámaras, ¿sabemos cuál sería nuestra Ley Bases? O, para decirlo en nuestros términos, ¿cuál es nuestra Constitución de 1949? Repetir como un mantra que hay que hacer lo mismo que en 2003 es una tontería. Néstor y Cristina tuvieron un plan de gobierno, basta con leer Después del Derrumbe para comprobarlo. Pero hoy la coyuntura nacional, regional y mundial es demasiado compleja y diferente a lo que fue en aquel momento.".
"Tenemos que devenir kirchneristas. Nada de “volver mejores” en el lenguaje de los otros. Porque la victoria de Milei tiene mucho que ver con el hecho de que la conformación del Frente de Todos en 2019 fue una equivocada respuesta a la pregunta sobre por qué perdimos en el 2015. Con Alberto de presidente, el kirchnerismo interiorizó el antikirchnerismo y se moderó cuando, en rigor, debía proponer a la sociedad un paquete de reformas para superar la crisis que dejó Macri y transformar el país en el sentido que indican nuestras tres banderas. Nos faltó leer a Cooke, quien en la década del 60 planteaba que era un craso error barajar como hipótesis para recuperar el poder la reconstrucción del “frente del 45”, porque significaba no haber aprendido la lección del golpe del 55. En nuestro caso, quisimos reparar lo que alejó a Alberto o Massa del kirchnerismo, que fue lo mismo que nos conmovió y acercó a muchos de nosotros. Y, aun así, el poder no modificó un ápice su caracterización. Intentamos ser más diplomáticos, menos confrontativos… y de todas formas nos cagaron. Ahora estamos pagando las consecuencias, con un mamarracho fascista como presidente. ¿Se sensibilizó el establishment? De nuevo Leuco: cualquiera menos Cristina.".
"Ganar las elecciones para fracasar en el gobierno es un mal negocio”, decía Perón. Porque traicionamos la confianza del pueblo. Pasarnos de rosca amagando a dar batallas que nunca se concretan ha dañado considerablemente nuestra reputación y nuestra credibilidad. Por eso tenemos que volver a las bases de lo que somos. Volver a la doctrina, volver a Perón, para nuestra generación, es volver a Néstor y Cristina, con la actualización doctrinaria que amerite. El gobierno del Frente de Todos fue un alfonsinismo sin Juicio a las Juntas, una réplica de la democracia de la derrota, con su crisis de deuda, su tensión inflacionaria, sus embates reaccionarios. Ahora parece que transitamos, en una especie de círculo vicioso, el doloroso “camino de los 90”, de una manera quizá más agresiva, con tintes fascistas, no como “fin de la historia” sino como refundación de lo anti-argentino. Massa como alternativa no era más que Cardozo frente a Cavallo y lo que no pudo solucionar como ministro lo tributó como candidato. Consumada esa derrota, el kirchnerismo tiene que definir qué quiere ser. Necesitamos como una bocanada de aire fresco salir de la nostalgia y de la etapa de diagnóstico en la que estamos atrapados desde el 2019. Una vez que se diagnostica, hay que sacar consecuencias, asumir en la praxis una posición, reconocer un antagonismo. Acabada la ilusión reformista, rematado el país por la traición demoliberal (es la jerga de Perón), prisioneros de esta triste Década Infame de la que no logramos salir, se vuelve imperioso resurgir con ánimo revolucionario y comprometernos con un programa de transformación social que deberá ser tan agresivo y tan poco contemplativo como el de Milei, si es que queremos seguir siendo un país y no un puñado de enclaves coloniales regidos por una legislación vip, de mayor jerarquía que la propia Constitución.".
"Hoy la contradicción principal no es entre democracia y dictadura/tiranía, que fue la base de la pasada campaña, porque la mayoría silenciosa que votó a Milei lo hizo desinteresada por la cuestión democrática y no se dejó asustar por ningún cuco. Un pueblo abatido y fatigado puede tolerar un tirano perverso. Es lo que pasa cuando con la democracia no se come, ni se cura, ni se educa. La estrategia del frente democrático está agotada. Para contrarrestar la apatía y volver a enamorar necesitamos regresar al sendero de la revolución nacional, porque nuestro antagonista no es otro que un gobierno de ocupación extranjera legitimado por los votos. Ante la proscripción judicial, el atosigamiento de los medios y el chantaje del poder económico, hay que darle a Cristina las herramientas para que conduzca este proceso. Nuestra única y mayor herramienta es el pueblo organizado, disciplinado, convencido. Sin un proyecto y una orientación que nos inviten a caminar, la herramienta se verá oxidada y desencantada. El desafío del momento es volver a generar entre nosotros la magia y la mística de que podemos cambiar las cosas a pesar de las terribles adversidades, de que podemos movilizarnos en función de una causa justa. Retomar las bases del peronismo es partir del axioma de que se persuade y se contagia desde el ejemplo, no con bonitos discursos. Es nuestro ABC. Decidamos qué queremos y perseveremos, sin miedo a los tropezones, sin que ningún oportunista sea la cara de nuestras derrotas. Las derrotas son también un semillero de fortalezas. El miércoles entre gallos y medianoche el “centro democrático” nos arrojó al fondo del pozo. Pero sin saberlo, nos concedió la posibilidad de volver a levantarnos una vez más, de sentirnos más kirchneristas que nunca. El kirchnerismo será revolucionario o no será nada. Seamos.".
(El original completo, acá)
2 comentarios:
👏🏽👏🏽👏🏽 muy pero muuuuuy buen laburo. De pie, compañeros. Con fundamento, con propuestas. Más peronistas y kirchneristas que nunca para la grandeza de la patria y la felicidad del pueblo. Solo así tendremos justicia social y paz.
Gigantesco y fraternal abrazo
Suponiendo que se esté de acuerdo con el análisis, ¿hasta cuándo hay que esperar todo de Cristina? Ya se vio que si la tocan a Cristina, no se arma ningún quilombo.
Hay aliados provisorios y futuros traidores que cuidan su quintita y les importa muy poco la cuestión nacional mientras no le jodan el patio.
Además, cuando muera Lenin (que alguna vez morirá) vendrá su Stalin que haya medrado en el mientras tanto. También habrá que recordar que Lenin no llegó al poder con democracia y prebendas, tal vez habría que plantearse si nos bancaríamos una guerra civil. El enemigo entraría gustoso, pero después ¿nos haremos cargo de que nos gane un Franco y estemos llorando 50 años después de su muerte de haber perdido la guerra?
No sé, creo que le falta más materialismo y menos idealismo al artículo, aunque apunte en la dirección correcta.
Saludos.
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