LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

lunes, 14 de octubre de 2024

GENIALIDADES

 

Javier Milei es una típica criatura de los medios, creada en ellos y que a través de ellos y sus ramificaciones en las redes sociales pudo amplificar su discurso presuntamente outsider, border y anti-sistema, para canalizar el descontento e insatisfacción de vastos sectores de la sociedad con los dos gobiernos que lo antecedieron. Como tal, se siente cómodo haciendo política en formato televisivo o de redes, aunque a veces pareciera querer empezar a construirla del modo tradicional, con organización territorial.

Lo suyo -y en general, lo de la derecha en la Argentina y en todas partes- no es el razonamiento, la argumentación o el discurso lógico: simplemente se trata de buscar temas y postulados efectistas, que martillan sobre prejuicios arraigados y que tienen contundencia en el espadeo digital, pero que no resisten un análisis más profundo. Precisamente en la era del "uomo videns" ahí está el registro audiovisual de sus pifias, sus contradicciones y sus groseras mentiras, en campaña y en el gobierno. 

Desde esa perspectiva, Milei (como en su momento Macri) no se siente interpelado ni compelido a hacer o dejar de hacer nadar por la política puesta en la calle, con paros, marchas, movilizaciones o protestas: para él son más bien un objetivo del despliegue represivo, o un acicate a redoblar la apuesta, que un llamado de atención sobre la disconformidad de al menos una parte de la sociedad con su gobierno y sus políticas. O al menos esa es la imagen (porque ante todo siempre se trata de eso, o eso pretenden que creamos) que quiere transmitir.

Sin embargo, además de la representación, imagen o comunicación de las cosas, existen las cosas en sí, o los hechos. Como por ejemplo que uno de cada dos argentinos que lo votaron para que llegue a ser presidente solo lo hicieron en la tercera oportunidad, en el balotaje, y porque del otro lado estaba el candidato del peronismo: analizar a Milei dejando de lado ese trastorno mental de proyección social que interfiere en la toma de decisiones electorales que es el gorilismo, es trampear el análisis.

Dicho esto porque los expertos en la comunicación política y los analistas de ocasión anda siempre a la pesca de novedades, pero no le prestan atención a los clásicos. Como el antiperonismo, que viene por lo menos constante desde 1955, y sin el cual no se pueden explicar -sencillamente- los últimos 70 años de nuestra historia política.

Parte esencial de  nuestros autoconstruidos complejos de inferioridad, y del discurso de los intelectuales de la derrota, estriba en la supuesta experticia comunicacional infalible de la derecha, y la autocrítica que nos piden a nosotros al respecto, por insistir con viejas formas, métodos y lenguajes, sin tomar nota de los cambios que se han operado en la sociedad.

Ahora bien, vistas las cosas desde esa misma perspectiva (la dominancia de lo comunicacional por encima de toda otra consideración, a la hora de hacer política, o analizarla), se puede advertir que el gobierno de Milei y su aparato comunicacional (fortalecido por el uso indiscriminado y obsceno de recursos del Estado que restan a otros cometidos esenciales) acumulan en estos diez meses de gestión varias pifias sonoaras.

Como el hecho de que el presidente que no tuvo tiempo para saludar a los bomberos cordobeses que combatían los incendios que arrasaban una provincia donde obtuvo el 74 % de los votos o recibir a los padres de Loan, se hizo un rato para ir al local de empanadas donde los otros días refugiaron a un agitador libertario que escapó de que lo siguieran fajando; mientras en la vereda se agolpaba la gente para arderlo a puteadas. 

O el hecho de que, en el afán de darse un baño de masas para mostrar músculo social para LLA o demostrar que está blindado en la opinión pública, acumuló varios fiascos: el fallido show musical estelarizado por el propio Milei en el Luna Park, el asado en Olivos para festejar el bolsiqueo a los jubilados, el raquítico acto de lanzamiento en Parque Lezama (pese al abundante despliegue de logística propio del populismo que denostan), o la presentación del presupuesto en el Congreso por el propio Milei en persona, ante un recinto casi vacío y con caída vertical del rating televisivo mientras él hablaba.

Y la semana pasada, el anuncio de que se harán pruebas de idoneidad a los agentes del Estado, el mismo día que el presidente se convirtió en el hazmerreír de las redes en las que desperdicia buena parte de su día, porque no supo resolver una división simple: no parecen pocas pifiadas para alguien que -como se dijo- nació de las pantallas, y -supuestamente- conecta con el clima social de época mejor que nosotros; y que preside una maquinaria arrasadora de comunicación política. 

Si hubiera que estar a lo que nos dicen los analistas, encuestadores y "expertos en comunicación política", todas esas pifias al parecer no le generan ningún costo político; y no faltará alguno que diga que son genialidades que lo favorecen y que nosotros -analógicos como somos- no estamos capacitados para comprender. Con elecciones lejos (la única encuesta certera) es todo pura especulación, o más precisamente, operación para construir sentido.

Porque cuando lo que nos quieren vender como "nuevo" (Milei, LLA) es muy viejo porque representa el mismo proyecto, con el mismo bolsiqueo, las mismas víctimas y los mismos beneficiarios, hay que desconfiar. No de la importancia de la comunicación en política, sino de los propósitos de algunos comunicadores.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los que lo abrazan, deben ser Ceos de algun multinacional, además de ser infradotados.