Por Raúl Degrossi
Hoy se cumple un nuevo aniversario del golpe de Estado contra el peronismo que sus autores dieran en llamar Revolución Libertadora, pero que para los peronistas -y para buena parte de los argentinos- sería conocido como la Fusiladora.
Como había sucedido antes y volvería a repetirse después, las fuerzas armadas obraban como instrumento al servicio de los intereses antipopulares, interrumpiendo el proceso democrático y el intento más profundo habido hasta entonces -y casi con certeza en toda la historia argentina- por transformar estructuralmente a la Argentina pensada por la Generación del 80' como el granero del mundo, en un país moderno, con desarrollo industrial, un Estado fuerte y una población que gozaba de los beneficios de la riqueza que producía con su trabajo.
Entonces -como hoy- no faltaron las encedidas apelaciones a las libertades vulneradas para justificar el asalto al gobierno elegido por el pueblo; pero la verdad era muy distinta y pronto se revelaría con toda su crudeza: el propio Perón solía decir que su gobierno se lo criticaba por sus errores, pero se lo había derrocado por sus aciertos.
Apenas instalados en el poder Aramburu, Rojas y el elenco civil estable de todos los golpes de Estado (incluyendo a todo el arco de los partidos "democráticos" opositores al peronismo, que formaron la tristemente célebre Junta Consultiva, burdo remedo del Congreso clausurado), la Libertadora revelaría su verdadero rostro: dirigentes políticos y sindicales del peronismo perseguidos, encarcelados y torturados, proscripción de la mayoría electoral que se prolongaría por 18 años, sanción del Decreto Ley 4161/56 que instauró en la Argentina el delito de opinión, las comisiones investigadores especiales y las andanzas del famoso Capitán Gandhi, un antecesor de los grupos de tareas de la última dictadura.
Por no olvidar el robo, ocultamiento y vejación del cadáver de Eva Perón, la reapertura del penal de Ushuaia (cerrado por Perón por razones humanitarias) para alojar a los peronistas detenidos, los fusilamientos de junio del 56', la intervención de la CGT y de los sindicatos y la feroz represión de todas las huelgas y protestas de los trabajadores ante el cercenamiento de los derechos que el peronismo les había concedido; la derogación por un bando militar de la Constitución de 1949 y el absurdo de convocar a una Convención Constituyente durante un gobierno de facto; verdadera aberración jurídica perpetrada con la complicidad de los "maestros del derecho" como Busso o Soler.
Muchos exégetas de hoy de la violencia política que sacudió a la Argentina en los años 70' omiten (ex profeso) que su origen está en esas vejaciones, como que el golpe de Estado de septiembre del 55' fue precedido del ensayo general del bombardero a Plaza de Mayo el 16 de junio; donde el odio criminal de la oligarquía se cobró en vidas segadas de cientos de argentinos, su inquina contra Perón y todo lo que él representaba.
Pero además la tiranía aramburo-rojista fue un golpe concebido al servicio de los intereses de los dueños de la Argentina, que se resistían a perder sus privilegios amenazados por las transformaciones impulsadas por el peronismo: rápidamente el gobierno militar desnacionalizó el Banco Central y los depósitos bancarios, disolvió y liquidó el IAPI, y gestionó y obtuvo el ingreso de la Argentina al Fondo Monetario Internacional.
Raúl Prebisch (quien antes y después pasaría por economista heterodoxo de raiz keynesiana) elaboró (o prestó su firma, según denunciara Arturo Jauretche) a un plan económico de ajuste liberal y ortodoxo como el que más, para favorecer los intereses tradicionales del modelo agroexportador, y perjudicar a los trabajadores y las masas populares dignificadas por el peronismo.
La Revolución Libertadora extendería su nefasta influencia en la política argentina hasta el retorno del peronismo en el 73', y los sectores de las fuerzas armadas que la protagonizaron prohijaron gobiernos pseudo democráticos condicionados como los de Frondizi e Illia (que aceptaron las tramposas reglas de juego electoral, con la proscripción del peronismo), o dictaduras lisas y llanas como la Revolución Argentina de Onganía, Levingston y Lanusse.
Se atribuyeron una permanente tutoría y vigilancia sobre el devenir político de la Argentina, para exorcizar definitivamente de su historia al demonio peronista, pero no pudieron: la movilización y la lucha del pueblo peronista (desde los gloriosos días de la Resistencia hasta el "luche y vuelve" de los 70') les demostraron que no era posible borrar por decreto diez años de conquistas sociales, económicas, políticas y culturales para los trabajadores y vastos sectores del pueblo argentino; grabados a fuego en su memoria hasta nuestros días.
Sobreviven hasta hoy dinosaurios nostálgicos de aquellos días de tristeza y oprobio para muchos argentinos, refugiados en la "Comisión Permanente de Reafirmación de la Revolución Libertadora", y en instituciones representativas de lo más rancio del garcaje argentino como el Jockey Club y la Sociedad Rural.
Como lectores y foristas del diario La Nación, que descerrajan a diario su furia verbal contra el actual gobierno y el de Kirchner (como lo hicieran con los de Perón); fruto de la impotencia que les da la certeza del fracaso de la maldición de Rojas: murió el perro, pero no se acabó la rabia; antes bien nos multiplicamos los rabiosos, y acá estamos, dispuestos a seguirla.
Y atentos porque los conocemos bien, y sabemos de que hablan realmente cuando vuelven a agitar fantasmas de tiranías opresoras y libertades conculcadas; ya no engañan a nadie.
1 comentario:
TODO ESTA GUARDADO EN LA MEMORIA.
Y ojo,que no hagan imbecilidades, porque somos millones.
El Colo.
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