LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

viernes, 12 de diciembre de 2014

LA NACIÓN Y LA FÁBULA DEL ESCORPIÓN


No es difícil detectar la pluma ponzoñosa de Escribano en el editorial de La Nación de hoy; una encendida apología de Aramburu: elogio enfermizo de un golpista asesino, desde las páginas del diario fundado por otro.

Un texto que se inscribe en la línea habitual del diario (que incluye por ejemplo sistemáticas reivindicaciones del terrorismo de Estado y sus ejecutores), pero que puede ingresar sin dudas en la antología del bochorno; bajo el disfraz de indignación por una supuesta falsificación de la historia.

Sí, como se lee: indignación por la falsificación de la historia, desde las páginas del diario fundado por el mayor falsificador de la historia argentina; de quien Alberdi decía que había establecido un despotismo turco sobre nuestro pasado.  

Leemos en un párrafo memorable del editorial: "Nadie está dispuesto en la Argentina del siglo XXI a consentir fusilamientos como los que siguieron inmediatamente a la noche del 9 de junio de 1956, cuando estalló la contrarrevolución de grupos cívico-militares del peronismo, aunque una situación como ésa se remonte a los odios y profundos temores recíprocos que ahincaron por largo tiempo entre los argentinos, en particular desde la persecución de la Iglesia Católica por parte de Perón, en 1954. Hubo quema de templos, humillación de prelados y proclamaciones desde el poder de que para los enemigos no habría "ni Justicia", pero sí alambre para atarlos y ejecutar a "cinco de ellos por cada uno que caiga de los nuestros".".

El "aunque" que destacamos con negritas es el reemplazo que encontró el curioso pudor del editorialista para el "pero" que seguramente le vino a la mente al escribir; y que desvirtúa totalmente hasta el final del párrafo, la condena que parece ensayar al principio a los fusilamientos de junio del 56'.

Fusilamientos ordenados a sangre fría por Aramburu, contra el pronunciamiento del propio tribunal militar y aplicando retroactivamente la ley marcial decretada por un bando de su gobierno; y sordo a las súplicas de piedad de los familiares de los alzados, como la mujer de Valle: todo eso le parece justificable (y a juzgar por el editorial, hasta encomiable) a la "tribuna de doctrina", porque se vivía un clima de tensión política.

En el racconto de los hechos de la época, el diario fundado por Mitre (en ésto fiel al estilo del fundador) incurre en peor falacia aun que Halperín Donghi cuando los historió (ver acá): para el editorialista -que arranca cuestionando la falsificación de la historia- el bombardeo de una ciudad a cielo abierto en junio del 55', con el objeto de derrocar a un presidente constitucional y matarlo, provocando en el intento la muerte de cientos de argentinos indefensos, pareciera no haber existido siquiera.  

Es en esto fiel a la tradición cobarde del liberalismo argentino a lo largo de nuestra historia: cuando no puede ocultar sus crímenes (que son muchos, y extendidos a todas las épocas) apelando -ellos sí- a la sistemática falsificación de la historia, siempre encuentra el modo de justificarlos, presentándolos como la respuesta justa y lógica a la supuesta barbarie de los otros. 

Y si no veamos éste otro párrafo, en el que hablando del terrorismo de Estado de la última dictadura señalan que se produjo: "...replicando así desde el Estado los procedimientos siniestros que aquéllas (las organizaciones armadas, aclaramos) aplicaban sin medir daños ni consecuencias. ".

No solo vemos allí reaparecer la tristemente célebre teoría de los dos demonios (sustentko intelectual de la justificación del genocidio), sino que omite La Nación que las organizaciones armadas de los 70' no desaparecieron personas para borrar los rastros de los crímenes, ni las arrojaron vivas al mar desde aviones, ni torturaron embarazadas, ni se apropiaron de sus hijos robándoles la identidad; ni organizaron ni sostuvieron campos clandestinos de concentración. 

Pero eso sí, se ocupa de aclararnos el editorial -en elogio de Aramburu- que "¿Se puede dudar, entretanto, entre los valores de un militar que dejó la presidencia sin acusación alguna de aprovechar para sí los dineros públicos...?".

Es decir habrá sido golpista y asesino (y aun esto lo justifican, en nombre de "la lucha por la libertad"), pero no robaba, y muy probablemente tuviera los papeles del auto en regla. 

Lo que dice bastante sobre la verdadera escala de valores que maneja ésta gente, que se han autoasignado el rol de custodios de la ética pública, la democracia y las instituciones.

Pero si algo deja claro el bochornoso editorial de hoy es que ése disfraz es apenas una cáscara y muy delgada, que apenas se las raspa deja aflorar su verdadera piel: no sólo fueron ideólogos, gestores y protagonistas de todos los golpes de Estado de nuestra historia, y el sostén de cuanta dictadura hubo en el país; sino que de sus propias palabras surge claro que -llegado el caso y si pudieran- lo volverían a hacer.

Porque al igual que en la fábula del escorpión, está en su naturaleza y no lo pueden evitar.

1 comentario:

Nando Bonatto dijo...

como persisten los muy turros en el tema de la quema de los templos sacando el contexto del bombardeo a la plaza unos horas antes...