Cuando era inminente la asunción de Macri, dijimos nosotros acá: "Después de años de acusarnos a nosotros de "sostener un relato" para ocultar lo que sería una lacerante realidad, están empezando a hacerlo ellos aceleradamente, antes de asumir y con la obscena complicidad de un enorme aparato de medios que hoy -recalcamos: hoy- les responde incondicionalmente. Mañana quizás -como la justicia- les cobrará sus favores.
Claro que tampoco hay que ser ingenuos: la persistencia en el manual del ajuste perpetuo tiene que ver no tanto con su adscripción a determinada vertiente del pensamiento económico (que la tienen), como con los intereses concretos que defienden; estén o no en el gobierno."
Y ese relato comienza por señalar que el kirchnerismo les deja poco menos que tierra arrasada y un panorama desolador que no les dejará otro remedio que adoptar medidas duras, impopulares e incluso en contra de sus promesas de campaña; pero "inevitables para poder asegurar el crecimiento". La promesa del paraíso futuro, otro mito recurrente del neoliberalismo.
El nudo gordiano del problema es que están evaluando seriamente aplicar políticas económicas vaciadas en el molde de las que aplicó en su hora Martínez de Hoz (ver por ejemplo acá las escalofriantes similitudes), pero en democracia y sin el corset represivo de toda dictadura, a la previsible protesta social que generarán.
O que quieren replicar las terapias de shock de Menem y Cavallo, sin la hiperinflación que lanzó a Alfonsín de la presidencia antes del vencimiento de su mandato, y con un desempleo menor al 6 %: ahí tienen a la mano un ejemplo de "transición complicada", por si les falta memoria histórica.
Si se advierte esto, el engaño neoliberal queda al descubierto: siempre aplican las mismas recetas, sin importar ni los contextos históricos donde las medidas se despliegan, ni los resultados que antes tuvieron cuando fueron aplicadas. Pero todo eso en nombre del "fin de las ideologías" y -muy por el contrario- acusándonos a nosotros de ser los talibanes aferrados a ideologismos.
Y muy lejos no anduvimos: a cada medida impopular que fue tomando, el gobierno la justificó bajo esa lógica, señalando que era "dolorosa, pero necesaria e inevitable": desde los aumentos de luz hasta la postergación de los cambios en Ganancias, y el mismo libreto está ensayando ahora con el aumento del gas.
Sin embargo, en la campaña electoral las cosas fueron muy distintas: por consejo de Duurán Barba, Macri se la pasaba transmitiendo tranquilidad ("no te vamos a quitar nada de lo que tenés", "vamos a estar a tu lado cuando nos necesités", "vamos a mantener lo bueno y corregir lo malo"). De allí que justamente una de las dificultades nuestras en ese momento fue convencer a la gente de que muchas cosas estaban en riesgo si ganaba Macri: muchos no lo sentían así del mismo modo que tampoco entendían que votándolo, votaban un plan de ajuste.
Lo que vino después es historia conocida: los presagios que se calificaron como "campaña del miedo" se quedaron cortos, y la fábrica del libreto macrista machacó sobre la "pesada herencia recibida, que es mucho peor de lo esperado".
Sin embargo, en la campaña electoral las cosas fueron muy distintas: por consejo de Duurán Barba, Macri se la pasaba transmitiendo tranquilidad ("no te vamos a quitar nada de lo que tenés", "vamos a estar a tu lado cuando nos necesités", "vamos a mantener lo bueno y corregir lo malo"). De allí que justamente una de las dificultades nuestras en ese momento fue convencer a la gente de que muchas cosas estaban en riesgo si ganaba Macri: muchos no lo sentían así del mismo modo que tampoco entendían que votándolo, votaban un plan de ajuste.
Lo que vino después es historia conocida: los presagios que se calificaron como "campaña del miedo" se quedaron cortos, y la fábrica del libreto macrista machacó sobre la "pesada herencia recibida, que es mucho peor de lo esperado".
Y ahora al parecer estamos asistiendo a otra vuelta de tuerca del relato oficial. Así leíamos el domingo a Morales Solá en La Nación: "En el Gobierno conviven halcones y palomas de la economía. Es un equilibrio inestable, como llamó un ministro esa cohabitación. El Presidente está por ahora, con todo, más a gusto con las palomas; es decir, con los gradualistas. Las razones de Macri para recostarse en el flanco menos ortodoxo de sus economistas son varias.... Una tercera razón para la opción de Macri por los gradualistas es que la sociedad no percibe una crisis económica. La gente común sabe que las cosas no están bien, pero no palpita un clima como los de 1989-1991 o 2001-2002, cuando todos los ajustes eran posibles en medio de la desesperación colectiva. Aplicarle una política de shock a una sociedad que vive cierta normalidad sería una decisión demasiado audaz. El último argumento de Macri, pero no menos importante, es que siente cierta desconfianza del diagnóstico (sobre todo por las soluciones) de los excesivamente ortodoxos. Justo él que hizo algunos cursos de economía en el ultraortodoxo CEMA. "Los ortodoxos me pronosticaron la catástrofe final durante 10 años y Cristina se fue sin catástrofe", suele recordar." (las negritas son nuestras)
Como leyeron: ahora resulta que la crisis no era tal ni tan grave, y que los economistas "estrella" la pifiaron sistemáticamente en sus pronósticos durante todo el ciclo kirchnerista. Algo que -por lo menos nosotros- ya sabíamos, pero muchos (empezando por Morales Solá) al parecer han descubierto recién ahora.
Como leyeron: ahora resulta que la crisis no era tal ni tan grave, y que los economistas "estrella" la pifiaron sistemáticamente en sus pronósticos durante todo el ciclo kirchnerista. Algo que -por lo menos nosotros- ya sabíamos, pero muchos (empezando por Morales Solá) al parecer han descubierto recién ahora.
Además del desparpajo de hacer borrón y cuenta nueva con lo que hasta ayer se sostuvo (ahí están los archivos de las columnas del propio Morales Solá anunciando el "fin de ciclo" como testimonio irrefutable), nos quieren vender ahora el cazabobos de la "interna" del gobierno entre "palomas gradualistas" y "halcones partidarios de las políticas de shock", en la cual Macri laudaría a favor de los primeros; de modo que el ajuste no sea tan severo.
Y en ese marco, si Macri no denuncia con todas las letras "la pesada herencia recibida" es exclusivamente por un acto de generosidad política de su parte, para apostar al futuro y "no seguir anclados en los conflictos del pasado". Además de -por supuesto- velar para que el ajuste sea lo menos doloroso posible.
La realidad es muy otra: las medidas que el gobierno tomó desde el primer día de su gestión son los que siempre pensó tomar, lo dijera con todas la letras, o lo negara con el mismo énfasis (como la devaluación o los tarifazos); porque -como decíamos en la entrada anterior- forma parte del paquete tradicional del neoliberalismo y la ortodoxia.
Medidas que son inmunes al contexto en el que se aplican, porque no tienden a corregir desajustes, sino a satisfacer intereses. Porque si el país no estaba en crisis como ahora dicen o la crisis no era tan grave, no se justificaba tomar algunas medidas que se tomaron.
Y satisfacer esos intereses (que son los de los sectores que verdaderamente sustentan a Macri y su gobierno) implica necesariamente sacrificar otros, que son lo de las grandes mayorías nacionales, en particular los sectores de ingresos fijos; hayan votado a Macri o no.
Así las cosas, al aparato comunicacional del gobierno le resulta imprescindible articular una nueva estrategia para amortiguar la decepción creciente que van generando las medidas que toma, o el incumplimiento de las promesas de campaña; como pasa con Ganancias.
Y en ese marco, si Macri no denuncia con todas las letras "la pesada herencia recibida" es exclusivamente por un acto de generosidad política de su parte, para apostar al futuro y "no seguir anclados en los conflictos del pasado". Además de -por supuesto- velar para que el ajuste sea lo menos doloroso posible.
La realidad es muy otra: las medidas que el gobierno tomó desde el primer día de su gestión son los que siempre pensó tomar, lo dijera con todas la letras, o lo negara con el mismo énfasis (como la devaluación o los tarifazos); porque -como decíamos en la entrada anterior- forma parte del paquete tradicional del neoliberalismo y la ortodoxia.
Medidas que son inmunes al contexto en el que se aplican, porque no tienden a corregir desajustes, sino a satisfacer intereses. Porque si el país no estaba en crisis como ahora dicen o la crisis no era tan grave, no se justificaba tomar algunas medidas que se tomaron.
Y satisfacer esos intereses (que son los de los sectores que verdaderamente sustentan a Macri y su gobierno) implica necesariamente sacrificar otros, que son lo de las grandes mayorías nacionales, en particular los sectores de ingresos fijos; hayan votado a Macri o no.
Así las cosas, al aparato comunicacional del gobierno le resulta imprescindible articular una nueva estrategia para amortiguar la decepción creciente que van generando las medidas que toma, o el incumplimiento de las promesas de campaña; como pasa con Ganancias.
El universo del voto macrista se puede descomponer en un sector que quería que se terminara el ciclo kirchnerista a como dé lugar sin reparar en las consecuencias e implicancias de su voto; y aquéllos que querían un "cambio" que reducían a aspectos formales o de modos y estilos, sobre la base de la seguridad (reiteramos: transmitida insistentemente por el propio Macri) que "lo que estaba bien no lo iban a tocar": básicamente salario, empleo y consumo.
En el primer grupo se avizora una actitud militante (aunque la palabra les duela y moleste) de bancar cualquier cosa "con espíritu de sacrificio": así los que caceroleaban porque no podían comprar dólares o se les dificultaba viajar al exterior, no vacilan en decir que están dispuestos a pagar el doble la carne "para que despegue el campo, que es el motor del país"; o cinco o seis veces más caros la luz y el gas "porque se acabó la fiesta del despilfarro k, y hay que ponerle el hombro al país".
Un voto claramente ideológico, otra palabra que les molesta, pero les calza; pero del que no renegarán porque éste es "su gobierno"; e incluso aplauden algunos ampulosamente aspectos del ajuste, como los despidos en el Estado: era lo que esperaban cuando votaron.
El problema lo tiene el gobierno lcon el otro grupo de sus votantes, aquéllos que están empezando a sopesar los datos cncretos de la realidad que le pegan en el cuero propio (reiteramos: salarios, consumo y empleo) y provocan desencanto. Y tratándose -en buena medida- de clases medias, del desencanto a la decepción, y de la decepción a la bronca y la protesta, suele haber apenas un paso.
Es a ese sector al que apunta la fábula de los halcones, las palomas y la disputa por el gradualismo o el shock al interior del gobierno: a convencerlos de que Macri sigue pensando en ellos y pelea por sus intereses; incluso contra sus propios funcionarios y consejeros. De allí el neustadtiano "No me dejan solo" del presidente en la conferencia de prensa de ayer.
Algo nos dice que esta vez se va a tener que esmerar un poco más que lo habitual Durán Barba.
En el primer grupo se avizora una actitud militante (aunque la palabra les duela y moleste) de bancar cualquier cosa "con espíritu de sacrificio": así los que caceroleaban porque no podían comprar dólares o se les dificultaba viajar al exterior, no vacilan en decir que están dispuestos a pagar el doble la carne "para que despegue el campo, que es el motor del país"; o cinco o seis veces más caros la luz y el gas "porque se acabó la fiesta del despilfarro k, y hay que ponerle el hombro al país".
Un voto claramente ideológico, otra palabra que les molesta, pero les calza; pero del que no renegarán porque éste es "su gobierno"; e incluso aplauden algunos ampulosamente aspectos del ajuste, como los despidos en el Estado: era lo que esperaban cuando votaron.
El problema lo tiene el gobierno lcon el otro grupo de sus votantes, aquéllos que están empezando a sopesar los datos cncretos de la realidad que le pegan en el cuero propio (reiteramos: salarios, consumo y empleo) y provocan desencanto. Y tratándose -en buena medida- de clases medias, del desencanto a la decepción, y de la decepción a la bronca y la protesta, suele haber apenas un paso.
Es a ese sector al que apunta la fábula de los halcones, las palomas y la disputa por el gradualismo o el shock al interior del gobierno: a convencerlos de que Macri sigue pensando en ellos y pelea por sus intereses; incluso contra sus propios funcionarios y consejeros. De allí el neustadtiano "No me dejan solo" del presidente en la conferencia de prensa de ayer.
Algo nos dice que esta vez se va a tener que esmerar un poco más que lo habitual Durán Barba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario