La gestión del Banco Central a cargo de Miguel Pesce últimamente no viene dando pie con bola, en especial en el contralor de la actividad de los bancos, y también en el control de los dólares "blue" en sus diferentes formas. Allí su responsabilidad es compartida con la Comisión Nacional de Valores (CNV).
Pero esta semana dictó una medida acertadísima: restringir el acceso al crédito a tasas subsidiadas para los productores y empresas agropecuarias que retienen en acopios parte de la producción, especulando con la suba del dólar: si pueden hacer eso es porque tienen espaldas financieras suficientes y no necesitan vender.
Y si están en esas condiciones, no necesitan crédito bancario, menos a tasas subsidiadas o solventadas en parte por el Estado, sea con fondos propios o aportando a fondos de garantía recíprocas. Si no quieren intervención del Estado, sean coherentes y no la pidan, o no se aprovechen de los beneficios que crea.
La medida del Central se suma a otra (excelente) tomada esta semana por la AFIP que conduce Mercedes Marcó del Pont, relacionada con los precios de transferencia en operaciones de comercio exterior (la resolución completa acá en el Boletín Oficial del viernes); un mecanismo habitualmente usado por los grandes grupos exportadores para triangular operaciones a través de empresas vinculadas, generalmente constituidas en paraísos fiscales; para de ese modo subfacturar exportaciones, sobrefacturar importaciones y sustraer de la liquidación en el mercado oficialo de cambios, dólares que se van en forma de fuga de capitales.
Medidas de "sintonía fina" propias de un Estado inteligente, que pone las regulaciones donde las debe poner, aunque eso afecte intereses. Sobre todo si afecta intereses, de los más favorecidos siempre, incluso en las crisis como la actual.
Muy distinto a los papelonazos que se están haciendo al pagarles parte de los sueldos con fondos de la ANSES (atenta, Raverta) a grandes grupos económicos y sus empresas que siguen ganando en medio de la pandemia, como Clarín, Techint, Ledesma o Viacom, los dueños de Telefé. No solo ganando, sino despidiendo (impunemente, como en el caso de Techint), distribuyendo dividendos entre sus accionistas (como Clarín) o especulando con bonos de la deuda (otra vez se anota acá el hólding de Magnetto y vaya uno a saber cuantos más); además de tener empresas fantasmas en paraísos fiscales.
Por momentos existe la sensación que actuamos con bisturí y precisión quirúgica para otorgar beneficios a la base de la pirámide (lo que anunciaron ésta semana con la SUBE, las trabas para acceder al IFE o a los préstamos a tasa cero), y con brocha gorda para la cúspide, como pasa en los casos señalados. Ya se habló antes de las "dos velocidades distintas", por ejemplo para habilitar acuerdos con reducción salarial, o finalmente aprobar alguna forma de impuesto a las grandes fortunas, o a la riqueza.
Como muestra la imagen de apertura, la decisión del BCRA desató la previsible oposición de los ex oficialistas, hasta diciembre del año pasado: sin empacho asumen la defensa del campo privilegiado. renegando de la intervención estatal, no ya en sus formas más sofisticadas y profundas como podría ser un IAPI, sino ni siquiera admiten otras más limitadas, concebidas incluso bajo gobiernos de su "palo", como la Junta Nacional de Granos de Justo en la Década Infame.
Todo, con la impunidad que les da saberse favorecidos por el blindaje mediático, para no hacerse cargo nunca de ninguno de los desastres que perpetraron, cada vez que fueron gobierno. Sin embargo, algo hay que reconocerles, más allá de chicanearlos en las redes sociales: son coherentes en la defensa de su propia base electoral.
Los que estamos fallando en eso somos nosotros. Tuit relacionado:
Pero calláte nabo, si tenés menos tierra que una maceta https://t.co/DUQjsXy5Fb— La Corriente K (@lacorrientek) May 15, 2020
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