LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

domingo, 16 de mayo de 2021

EL SORETE FILANTRÓPICO

 


En los tiempos de la revuelta agrogarca del 2008, Alfredo De Angeli se hizo famoso por su dentadura incompleta, por encabezar el corte en Gualeguaychú y por esbozar una teoría sobre el Estado, los impuestos y la sociedad, que en realidad ya conocíamos.

Decía el hoy senador, palabras más palabras menos, "En el campo no estamos acostumbrados a pagar impuestos, déjennos a nosotros la plata en el bolsillo para que decidamos por nosotros mismos que hacer con ella, y si queremos hacer beneficencia o ser solidarios, lo hacemos con el que queremos".

Era la versión fiscal del pensamiento (del mismo sector agrogarca) que se opuso al Estatuto del Peón de Campo de Perón, con el argumento de que ellos resolvían las necesidades de la peonada soltándole unos mangos para que fueran al boliche, o regalándole los pantalones viejos del patrón, que ya estaban gastados. 

Esa visión de la oligarquía criolla que Evita cruzó de un latigazo, cuando se negaban a darle la presidencia honoraria de la Sociedad de Damas de Beneficencia; y cuando dijo que donde hay una necesidad, existe un derecho.

Pero ni De Angeli ni los oligarcas del primer peronismo (que son los mismos de hoy, aunque nos quieran convencer de lo contrario) son los únicos que piensan así, en términos feudales previos al Estado moderno, que dicta leyes para cobrar impuestos. Que por eso se llaman así, de allí que fuera un error hablar de "contribución voluntaria" o "aporte solidario" en el caso de lo que se les cobra ahora a los poseedores de los mayores patrimonios del país.

Y si no nos creen, ahí tienen la muestra de Piñeyro, al que no le hace ruido litigar en los tribunales para no pagar un impuesto que se destina en parte a los gastos que demanda la pandemia, mientras ofrece su avión privado para ir a buscar vacunas.

Buena parte del garcaje argentino piensa así, porque de ese modo concilian -o creen hacerlo- dos beneficios: gozar de una buena reputación social como gente solidaria y sensible, mientras conservan intacta la billetera. De allí vienen tantas "fundaciones" y "campañas filantrópicas" que, además, sirven para deducir impuestos.

Si todos ellos pagaran los impuestos que deben pagar sin evadirlos, sin hacer lobbie para eludirlos -como hicieron con el "impuesto a las grandes fortunas"-, y si se los cobraran incluso más impuestos, de acuerdo con su capacidad contributiva, no serían necesarios los gestos de generosidad impostados, ni las solidaridades fingidas. Y tendríamos recursos para traer vacunas, y muchas otras cosas más.      

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