Néstor y Cristina nos acostumbraron -para bien o para mal- a que el presidente era la persona más importante del país; incluso para los contreras. Mas aun: diríamos que especialmente para ellos, que todo lo explicaban a partir de lo que los presidentes Kirchner hacían, dejaban de hacer o pensaban hacer o dejar de hacer.
Poco importaba si las iniciativas eran reales o producto de su propia imaginación o de las operaciones de los medios opositores; lo cierto es que la mayoría de los análisis de la realidad argentina eran "kirchnerocéntricos"; o para ser más precisos, a casi nadie se le ocurría plantear que había personas más importantes o más poderosas que el presidente de turno, o que podían desafiar su autoridad.
No se nos escapa que era también una visión interesada que abonaba a la idea de la "dictadura" que supuestamente padeció el país por 12 años, y que oscurecía deliberadamente el rol de los poderes fácticos que no están sometidos a las reglas de la democracia, incluso dentro del propio sistema institucional; como es el caso del poder judicial.
Pese a que el kirchnerismo ha sido visto por muchos como una anomalía política que alteró la idea del "país normal" (ese al que al parecer volvimos), lo cierto es que la centralidad presidencial se corresponde estrictamente con lo que dice la Constitución Nacional en su artículo 99 inciso 1) del presidente: "Es el jefe supremo de la Nación, jefe del gobierno y responsable político de la administración general del país.". Bastante lejos de lo que Magnetto supo llamar un "puesto menor".
Esa centralidad -que tanto Néstor como Cristina se ocuparon de sostener y reforzar, cada uno a su modo- era consistente con un nuevo modelo de gobernabilidad, donde la política trató de imponer las reglas, y con el retorno del Estado partícipe. Dados ambos factores, la restauración del rol presidencial (perdido en los años que hoy se nos plantean como "normales") era la consecuencia lógica y necesaria; para superar además las fragilidades propias de un sistema político e institucional fragmentado y devastado por la megacrisis del 2001.
Con Macri parece que las cosas serán distintas, o al menos todo apunta a retornar al "modelo Menem", con variantes: un país entendido como una gran empresa, con un CEO que controla la organización y toma las decisiones más relevantes (en que contexto y por iniciativa de quien es otro tema, del que se habla más abajo), pero no pierde de disfrutar los beneficios del cargo; comenzando por las vacaciones.
La imagen del ingeniero obsesivo por los detalles y por la exigencia de resultados fue más bien un producto de la publicidad de campaña, abandonado luego por la usina de Durán Barba por otras ideas más productivas, en términos electorales: el jefe comprensivo y dispuesto a revisar sus ideas, que congrega equipos, escucha opiniones y no impone inexorablemente la suya; que "comete errores porque no es perfecto", pero es capaz de disculparse y enmendarlos.
Si se mira bien, es la continuidad de las ideas centrales con que Durán Barba manejó la campaña (sobre todo no salir nunca del glosario de ambigüedades y lugares comunes) por otros medios: mantener a Macri siempre fuera de los problemas y las zonas de conflicto, para que quede exento de los riesgos y los costos de gobernar; y de hacerse cargo de los problemas que supone la realidad, o son consecuencia de sus propias decisiones. En el peor de los casos, siempre habrá un "gerente" intermedio al cual echarle la culpa
Claro que todo esto se corresponde a su vez con la idea del neoliberalismo (la ideología no explícita del nuevo gobierno, que dice abjurar de las ideologías) respecto al retiro progresivo o inmediato del Estado de determinados roles e injerencias: la vieja noción de "liberar a las fuerzas productivas" para que hagan lo suyo haciendo crecer al país (que no sería así más que la sumatoria de sus intereses sectoriales, que además se armonizarían mágicamente); y provoquen el "derrame" de los beneficios de ese crecimiento, sin que el Estado deba meterse, o con una mínima intervención fijando "reglas de juego claras"; que no son ni más ni menos que las pide el capital.
Y es también claro que ese bagaje teórico es funcional al asalto del Estado y su colonización por intereses corporativos que tenderán a seguir su propia lógica aunque eso conlleve desguazarlo, como sucedió en el pasado. Paradojalmente, el presidente CEO nos dice que "encontraron un Estado vaciado" y "puesto al servicio de la militancia y la política"; constatación que Macri entiende ampliamente justificativa de los despidos masivos que se están dando, con un fuerte tufillo a persecución ideológica que no se veía entre nosotros desde los tiempos de las leyes de prescindibilidad de las dictaduras militares.
Creencia ideológica a priori, o teorización ex post del saqueo en curso, lo cierto es que el sistema de toma de decisiones del Estado macrista pone en entredicho si verdaderamente el presidente es la persona más importante del país, o apenas un "puesto menor" tal como lo describió en su momento el CEO del Grupo Clarín, cuyo caso es arquetípico al respecto: la brutalidad del ataque contra la ley de medios solo puede entenderse desde la perspectiva de los intereses de un grupo económico, y no las urgencias de gobierno alguno, ni siquiera el más opuesto filosóficamente a las regulaciones estatales.
Y lejos de la idea que se pretende transmitir "mostrando gestos de autoridad" que siempre apuntan para el mismo lado (no precisamente el de los más poderosos), a cada nueva muestra de ese tipo, se corresponde una degradación de la institución presidencial, en términos democráticos e institucionales.
Claro que el de la ley de medios y Clarín no es el único caso, ni una simple golondrina que no hace verano: no olvidemos que fue el propio Macri en campaña quien prometió a los empresarios en el coloquio de IDEA "volver aquí con mis equipos para elaborar juntos el plan de gobierno". Considerando el cásting para la conformación del gabinete, y las medidas que hasta acá vino tomando, tal parece que una nueva visita sería innecesaria, salvo para exhibir los resultados.
Y es también claro que ese bagaje teórico es funcional al asalto del Estado y su colonización por intereses corporativos que tenderán a seguir su propia lógica aunque eso conlleve desguazarlo, como sucedió en el pasado. Paradojalmente, el presidente CEO nos dice que "encontraron un Estado vaciado" y "puesto al servicio de la militancia y la política"; constatación que Macri entiende ampliamente justificativa de los despidos masivos que se están dando, con un fuerte tufillo a persecución ideológica que no se veía entre nosotros desde los tiempos de las leyes de prescindibilidad de las dictaduras militares.
Creencia ideológica a priori, o teorización ex post del saqueo en curso, lo cierto es que el sistema de toma de decisiones del Estado macrista pone en entredicho si verdaderamente el presidente es la persona más importante del país, o apenas un "puesto menor" tal como lo describió en su momento el CEO del Grupo Clarín, cuyo caso es arquetípico al respecto: la brutalidad del ataque contra la ley de medios solo puede entenderse desde la perspectiva de los intereses de un grupo económico, y no las urgencias de gobierno alguno, ni siquiera el más opuesto filosóficamente a las regulaciones estatales.
Y lejos de la idea que se pretende transmitir "mostrando gestos de autoridad" que siempre apuntan para el mismo lado (no precisamente el de los más poderosos), a cada nueva muestra de ese tipo, se corresponde una degradación de la institución presidencial, en términos democráticos e institucionales.
Claro que el de la ley de medios y Clarín no es el único caso, ni una simple golondrina que no hace verano: no olvidemos que fue el propio Macri en campaña quien prometió a los empresarios en el coloquio de IDEA "volver aquí con mis equipos para elaborar juntos el plan de gobierno". Considerando el cásting para la conformación del gabinete, y las medidas que hasta acá vino tomando, tal parece que una nueva visita sería innecesaria, salvo para exhibir los resultados.
Pero toda esta operación tendiente a "bajarle el precio" al rol presidencial omite que nuestra tradición presidencialista es más fuerte; y es quizás el único rasgo distintivo de nuestras costumbres políticas recogido en plenitud en el texto constitucional, junto al federalismo.
De suerte que Macri es responsable de todas y cada una de las medidas de su gobierno, lo quiera o no. Y es nuestra obligación tenerlo presente y recordárselo, a él y a sus votantes: responsabilidad suya son los despidos masivos que se están produciendo en el Estado, y los que se están dando en el sector privado a partir de la luz verde que aquéllos significan, y también es reponsabilidad directa suya (en términos políticos) la represión que se desencadena cada vez que asoma la protesta social; sea que las fuerzas de seguridad actúen siguiendo estrictas y precisas instrucciones, o golpeen primero y pregunten después.
De hecho, en los casos en que se ha reprimido, no se le escuchó ni al presidente ni a los funcionarios más prominentes de su gobierno reproche o condena alguna, ni medidas contra los ejecutores de los palazos y las balas de goma.
Responsabilidad primaria y principal de Macri son las medidas de liberalización del mercado financiero que están reinstalando todos los días alguna nueva "bicicleta" para que los bancos engorden sus ya abultadas ganancias, y la brutal transferencia de ingresos a favor de los exportadores y grupos más concentrados de la economía, resultante del combo de devaluar, eliminar retenciones y liberalizar exportaciones; acelerando la inflación.
Absoluta responsabilidad final suya es la amenaza abierta de Prat Gay de elegir entre salarios o empleo, y el intento de combatir la inflación a costa del salario real y una distribución regresiva del ingreso; aunque hubiera pasado buena parte de los días de mandato jugando al golf en Villa La Angostura, o fisurándose una costilla con Antonia. Y serán responsabilidad suya los despidos que lleguen de ahora en más como consecuencia del achicamiento del mercado interno o la apertura de las importaciones; cosa que habrá que recordarle al que tenga la infausta nueva de recibir el telegrama fatídico.
Suya es la responsabilidad de la cacería de brujas desatada en el Estado y en los medios para acallar toda voz disidente, desde Víctor Hugo Morales hasta la más humilde radio comunitaria; y también la decisión conciente y deliberada de volver a endeudar al país con la banca extranjera, para financiar la fuga de capitales.
De suerte que Macri es responsable de todas y cada una de las medidas de su gobierno, lo quiera o no. Y es nuestra obligación tenerlo presente y recordárselo, a él y a sus votantes: responsabilidad suya son los despidos masivos que se están produciendo en el Estado, y los que se están dando en el sector privado a partir de la luz verde que aquéllos significan, y también es reponsabilidad directa suya (en términos políticos) la represión que se desencadena cada vez que asoma la protesta social; sea que las fuerzas de seguridad actúen siguiendo estrictas y precisas instrucciones, o golpeen primero y pregunten después.
De hecho, en los casos en que se ha reprimido, no se le escuchó ni al presidente ni a los funcionarios más prominentes de su gobierno reproche o condena alguna, ni medidas contra los ejecutores de los palazos y las balas de goma.
Responsabilidad primaria y principal de Macri son las medidas de liberalización del mercado financiero que están reinstalando todos los días alguna nueva "bicicleta" para que los bancos engorden sus ya abultadas ganancias, y la brutal transferencia de ingresos a favor de los exportadores y grupos más concentrados de la economía, resultante del combo de devaluar, eliminar retenciones y liberalizar exportaciones; acelerando la inflación.
Absoluta responsabilidad final suya es la amenaza abierta de Prat Gay de elegir entre salarios o empleo, y el intento de combatir la inflación a costa del salario real y una distribución regresiva del ingreso; aunque hubiera pasado buena parte de los días de mandato jugando al golf en Villa La Angostura, o fisurándose una costilla con Antonia. Y serán responsabilidad suya los despidos que lleguen de ahora en más como consecuencia del achicamiento del mercado interno o la apertura de las importaciones; cosa que habrá que recordarle al que tenga la infausta nueva de recibir el telegrama fatídico.
Suya es la responsabilidad de la cacería de brujas desatada en el Estado y en los medios para acallar toda voz disidente, desde Víctor Hugo Morales hasta la más humilde radio comunitaria; y también la decisión conciente y deliberada de volver a endeudar al país con la banca extranjera, para financiar la fuga de capitales.
Ya permitimos que nos volvieran a vender otro buzón electoral como el de la Alianza, no permitamos ahora que nos vendan otro De La Rúa que el día de mañana niegue sus responsabilidades concretas (reiteramos: en estrictos términos electorales) por los efectos que causan sus medidas de gobierno.
2 comentarios:
Miren, seguro que lo de ustedes es un sacerdocio (y hay un montón de posibles respuestas similares) pero, un simple pedido, un ruego casi, ¿no pueden ahorrarse la foto?, o en todo caso, para poner pornografía pongan de la clásica, es más auténtica y soportable. Gracias.
Más allá de las medidas de gobierno, que no hace falta comentar, me corre un frío por la espalda cada vez que este ñato hace una aparición pública, porque para mí se parece MUCHO a De La Rúa... Esa manera de hacerse el pelotudo con todos los temas, echándole la culpa a otros y repitiendo frases hechas y banalidades... y que unas viejas le pidan de atrás de un cerco que baile, y él va y hace el bailecito... Esa horrible sensación de vergüenza ajena que sentía cuando veía al inoperante radical (perdón la redundancia) hace 15 años, que casi nos lleva a la desintegración nacional... me empieza a pasar lo mismo, con la diferencia que éste es, además, bruto y despiadado...
Sds,
Tomás
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