LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

sábado, 23 de enero de 2021

ES UNA CUESTIÓN DE ACTITUD

 

Patricia Bullrich es una provocadora profesional, un personaje predemocrático e inescrupuloso que expresa lo peor de la política argentina, junto con Elisa Carrió. Y sin embargo -o tal vez por eso- es hoy la presidenta de uno de los principales partidos de la oposición, siendo como es una eterna saltimbanqui domadora de cuanta camiseta política hay disponible, con una honrosísima excepción: (honrosísima para nosotros) jamás fue kirchnerista.

Y no está sola, ni es ninguna loquita suelta: ninguno de sus desbarrancos o exabruptos merecen condena del resto de la oposición nucleada en "Juntos por el Cambio", y más bien sucede lo contrario, rápidamente todos cierran filas en su defensa. Lo cual es lógico: en el intento de obturar el surgimiento de un "bolsonarismo argentino" y sostener ese voto derechoso dentro del haber de los que fueron gobierno hasta diciembre de 2019, están todos de acuerdo.

El episodio del saludo marcial de los policías bonaerenses en Villa Gesell se suma a su amenaza de cesantear a los docentes que se nieguen a volver a las clases presenciales, cuando en rigor no gobierna personalmente en ningún lado, a menos que hable por Larreta y en relación a los docentes porteños. Y se inscribe en una lógica permanente de mojarle la oreja al gobierno, para instalar una idea de "vacío de poder", en el que "la gente nos pide que volvamos para restaurar la institucionalidad", como dijo Macri hace unos días. 

Pero no se trata de ella, ni de unos policías que se pasaron de rosca, es más compleja la cosa: la propia Bullrich fue captada en otro video amenazando con "romper todo" si no vuelven las clases presenciales, o con "armar lío" si sancionaban a los policías que la saludaron.

Aunque en un primer momento se anunció que los PROlicías bonaerenses que la saludaron como si aun estuviera en funciones serían sancionados y separados de la fuerza, hubo otra reculada más (y van), en éste caso nada menos que de Sergio Berni. Un precedente peligroso de lenidad (de alguien al que le gusta posar de duro) que se suma a otro mucho más peligroso, como fue no haber dispuesto sumarios ni sanciones por el motín policial del año pasado; que incluyó un sitio armado con patrulleros a la residencia presidencial de Olivos: responsabilidad en éste caso de Axel Kicillof, de quien dependen esos policías.

Que en las fuerzas de seguridad prevalezca una visión de simpatía y afinidad con las políticas y los políticos de la derecha argentina es algo que no debería sorprender a nadie: varias veces se ha dicho, acá y en muchas partes, que constituyen el principal bolsón de subsistencia de las estructuras predemocráticas, junto con los servicios de inteligencia, mucho más incluso que las fuerzas armadas.

El problema entonces radica en lo que hace al respecto el sistema político, pues a una derecha inescrupulosa (cuyo rostro visible más conocido es Bullrich, pero no el único) dispuesta a utilizar eso en su favor y no precisamente para ganar elecciones (hace rato ya que los que fueron gobierno entre 2015 y 2019 juegan a otra cosa, aunque desde el gobierno no lo quieran ver), se suma un oficialismo que en todos sus niveles no parece tomar debida nota de la magnitud del desafío a su autoridad, para obrar en consecuencia.

Antes de todo eso hubo marchas anticuarentena desafiando las restricciones a la circulación por obvias razones sanitarias, y hace poco -aunque escuálidos en su adhesión- piquetes campestres con "control de cargas", sin que las autoridades competentes hicieran algo al respecto. La ministra de Seguridad de la nación llegó a justificar las primeras, en el ejercicio de un derecho constitucional.

Nuestro sistema político vive la paradoja de un gobierno "de coalición" cuyos bordes más blandos (es decir, los más dispuestos a los acuerdos con la oposición) controlan los puestos claves de la administración pese a haber aportado la menor cantidad de votos al triunfo electoral, y vienen de un fallido ensayo de "oposición responsable" durante el macrismo; enfrentado a una oposición donde no existen tales "bordes blandos", y el protagonismo lo tienen los "duros" que expresan más fielmente a su base electoral, sin disidencias visibles -en público al menos- de los presuntos "blandos", de cuya existencia se duda.

Del lado de enfrente del gobierno nada indica que la estrategia elegida esté captando "voto blando suelto", pero no por eso debe despreciarse que han logrado insuflar a la tropa propia cierta mística: ellos y buena parte de sus votantes creen estar protagonizando una cruzada épica en defensa de las libertades, o algo parecido. Mientras tanto de éste lado cunden el desaliento y la confusión, porque no se ven señales claras de que el rumbo del gobierno se encarrile por el cauce de lo que la mayoría de los argentinos votamos en octubre del 2019.

Y ya se sabe lo que sucede cuando algo duro colisiona contra algo más blando, o en nuestra experiencia histórica, cuando las minorías intensas enfrentan a mayorías desalentadas, o con falencias en su conducción. Una conducción a la que se le reclama, ni más ni menos, que gobierne; utilizando todas las herramientas que la legitimidad del Estado democrático pone a su disposición a esos fines; no para sancionar a esos policías (o no solo para eso) o perseguir a opositores (ya se vio el escándalo payasesco que armaron con los concejales formiseños), sino para defender los derechos de la mayoría, de los abusos de las minorías del privilegio.

La oposición al fin y al cabo (aunque sean preocupantes sus desbarrancos antidemocráticos) no es más que la comparsa del poder real, que es con el que el gobierno tiene que ajustar cuentas: recordemos aquello de Cristina en su segundo mandato de "titulares y suplentes". Ese poder que aumenta los precios de los alimentos. medicamentos o servicios, quiere provocar corridas cambiarias, o desafía las normas que prohíben despidos o fijan una doble indemnización. A ese poder tributan las compadradas de la oposición alentadas por la inacción del gobierno, porque como decía Perón "el frente blando permite avanzar". 

O como le gusta decir al dinosaurio de los almuerzos televisivos, "como te ven te tratan, y si te ven mal, te maltratan". Nos votaron para gobernar, de un determinado modo y con un determinado sentido, pues hagámoslo, y al que no le guste, que espere las próximas elecciones.  En palabras de Fito, es una cuestión de actitud. Tuits relacionados: 

No hay comentarios: