LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

miércoles, 13 de septiembre de 2017

LA PRIMERA IMPRESIÓN ES LA QUE VALE


La imagen de apertura es una captura de pantalla de esta nota de Tiempo Argentino que ilustra con esa infografía la evolución del discurso del gobierno en torno a la desaparición forzosa de Santiago Maldonado: se puede ver allí como pasó de la defensa cerrada de la Gendarmería, la descalificación de la víctima y la agresión a sus familiares, a admitir a regañadientes algún grado de responsabilidad de la fuerza en el hecho (la teoría del “gendarme suelto”), para volver de inmediato –con leves matices- al punto inicial: negar el delito tal cual todo indica que fue cometido, y la responsabilidad que al Estado le cabe por el accionar de su aparato de seguridad.

No es la primera que este modus operandi se revela en los 21 meses de gobierno de Mauricio Macri, en especial en lo referido a graves violaciones de los derechos humanos, o amenazas a las políticas de memoria, verdad y justicia: pensemos por ejemplo en la prisión política de Milagro Sala, o el bochornoso fallo de la Corte Suprema concediendo el beneficio del “2 x 1” a los genocidas. 

En ambos casos la primera reacción del gobierno fue “positiva” hacia el hecho, intentando justificar de las mil y una formas posibles la prisión de Milagro en un caso, y llamando a respetar los fallos de la justicia, en el otro. El mismo gobierno que -por caso- no vaciló en pedir el juicio político de los camaristas laborales que homologaron la paritaria bancaria que pactó aumentos por encima del techo salarial puesto por ellos mismos, y al que pertenecen o pertenecieron los negacionistas Lopérfido y Gómez Centurión.

Y así podríamos sumar muchísimos otros ejemplos a lo largo del mandato de Macri, que revelan una constante: la primera reacción, es decir la pulsión primitiva que responde a las convicciones y creencias íntimas y que no está “filtrada” por las concesiones a la “corrección política” que imponen las circunstancias, es siempre para el mismo lado: el tenebroso, que responde a los cánones de la derecha tradicional, más pura y dura.

Otro tanto pasa con cada medida del gobierno que ha implicado un avance hacia el recorte de derechos, o la generación de un negocio para el entramado de CEO’s que nos gobiernan, o para los sectores del poder económico a los que este gobierno expresa: pasó con la baja de las pensiones por discapacidad, los tarifazos, la caída de programas sociales como el Progresar o las becas del Conicet; y pasó también con la condonación de la deuda del presidente y su familia con el Correo, los negocios de Avianca y las low cost, y las implicaciones de los parientes, socios y amigos de Macri en cuanto episodio de corrupción anda dando vuelta, desde las coimas de Odebrecht hasta los manejos turbios con los fondos del ANSES.

El gobierno en su primera reacción niega, busca silenciar usufructuando el blindaje mediático del que goza, reprime, aprieta jueces en público para que fallen como quiere (y vaya si lo consigue) hasta que se encuentra con alguna forma de resistencia social, desde las brumosas encuestas de opinión pública o los focus group, hasta la movilización callejera que visibiliza un tema de un modo que ya no puede ocultarse.

Ahí es cuando empiezan a recalcular, formatearse para adaptarse al nuevo libreto que “conviene” decir, o dan un par de pasos hacia atrás, para dar de inmediato otros tantos más para adelante, como bien revelaba en su momentos Esteban Bullrich: mientras Patricia Bullrich, Garavano, Frigerio, Peña y otros funcionarios del gobierno intentaban explicar que no habían dicho y hecho lo que hicieron y dijeron desde el principio sobre la Gendarmería y la desaparición de Santiago Maldonado, Horacio Rodríguez Larreta en el programa de Andy Kustnezoff ensayaba una defensa sin fisuras de la represión policial en la marcha que reclamaba por su aparición, o sea exactamente lo mismo que hizo Bullrich (Pato) con la Gendarmería cuando debió dar cuentas por primera vez del caso.

El aceitado aparato comunicacional del duranbarbismo dedica mucho tiempo y recursos (nuestros) a diseñar estrategias para elaborar cambios de discurso que de algún modo van “encapsulando” en niveles “tolerables” esa pulsión inicial, tratando de que la olvidemos, abrumados por la fugacidad de las noticias en tiempos en los que la “post verdad” reina, y la agenda política la imponen los medios de masas.

Pero si se pelan las capa de esa cebolla, se llega al núcleo duro del pensamiento de la derecha que gobierna el país, ese que aflora en los primeros momentos de cada acontecimiento, una derecha que -mal que les pese a algunos- es la misma de siempre: autoritaria, discriminadora, represora, dispuesta a sacrificar derechos (de los otros) y potencialmente y bajo ciertas circunstancias, asesina.

Desde luego que eso no la convierte, sin más, en una dictadura; no solo por la forma en la que llegó al poder (por medio del voto popular), sino por el contexto social, político y jurídico en el que debe ejercerlo: en todo caso diremos que el de Macri es un régimen tan autocrático como es posible en un marco de vigencia formal de la Constitución, y de competencia política abierta.

Y aun así, trata sistemáticamente de reprimir toda forma de disidencia u oposición, estigmatizándola, persiguiéndola con todo el peso del aparato mediático-judicial y de inteligencia, de un modo que no reconoce antecedentes en nuestra reapertura democrática.

Pero ganas de expandir las fronteras de ese “posible” no le faltan, y eso es muy palpable tanto en las iniciativas que desde el propio gobierno se lanzan cual globos de ensayo de la respuesta social, como de su reacción primaria (esa que nunca debemos olvidar, porque los define como son) ante los hechos que surgen y escapan de su control, o son derivación más o menos directa de las políticas que define: ubique cada uno el caso de la desaparición de Santiago Maldonado en la categoría que le parezca, pero la conclusión -se nos ocurre- no habrá de cambiar.

Tampoco es que los “retrocesos” del gobierno de Macri ante los obstáculos que encuentran sus avanzadas autoritarias sean definitivos: si se observa atentamente, buscan con persistencia y tenacidad la oportunidad propicia para retomar la posición inicial; lo que está muy claro en el caso Maldonado, y la responsabilidad de la Gendarmería.

Y eso es por una razón muy sencilla, que torna más dificultosa la cuestión: es el pensamiento promedio del núcleo duro de sus votantes el que les da el impulso necesario para retomar los “principios”; como condición para revalidarle sus apoyos.

Siempre hay -en todas las sociedades, y la nuestra no es la excepción- tendencias autoritarias muy arraigadas, con la tendencia al simplismo de pretender resolver todos los problemas con “manodurismo” de variada especie (en seguridad, economía, relaciones laborales), pero está también en la amplitud de miras de los gobernantes conducir las políticas públicas en el sentido correcto, resistiendo esos cantos de sirena sociales.

Ese es un criterio de prudencia que no podemos esperar de éste gobierno, al menos si lo juzgamos por la primera impresión que siempre deja; que pareciera ser la que en definitivas vale, aunque luego la quieran disimular.

1 comentario:

Anónimo dijo...

x favor q todxs nos pongamos deacuerdo. la desaparicion no fue ""forsoza""
Una cosa es forsoza cuando no hay mas opciones , entonces forzosamente deviene una acción

Categoría gramatical: adjetivo,

Categoría gramatical y tiempos verbales de forzoso explicados

a) obligatorio o inevitable...para ganar, forzoso es trabajar

La cosa forzada es violenta ¿o no?
La puerta fue forzada
Una promesa forzada, ni es promesa ni es nada