Tal parece que el gobierno de Macri entiende que de los laberintos (a la inversa de lo planteado por Marechal) se sale por abajo, o avanzando en los retrocesos: jaqueado por la crisis cambiaria, sin control de la inflación a la vista y sujeto a lo que decidan los bancos y los fondos especulativos, envió al Congreso la reforma laboral acordada con los gordos de la CGT, pero incluyendo también los aspectos que ni siquiera ellos son capaces de tragar, como la rebaja a la base de cálculo de las indemnizaciones por despido, o la creación de un fondo especial para sustituirlas.
En distintos posteos analizamos en su momento algunos de los aspectos del proyecto: acá la nueva forma de fraude laboral disfrazada bajo el nombre de "pasantías formativas", y acá la creación de la "Agencia Nacional de Evaluación de Tecnologías Médicas", mecanismo elegido para recortar la cobertura de salud no solo de los afiliados a las obras sociales sindicales, sino y sobre todo, de las empresas de medicina prepaga.
En estos días vimos el acuerdo flexibilizador de Carrefour auspiciado (y subsidiado por el gobierno) utilizando como excusa el procedimiento preventivo de crisis, y el fallo de la Corte Suprema que abre la puerta para legitimar definitivamente el fraude laboral bajo la figura del monotributismo; la más expandida en la creación de empleo de los tiempos macristas. Obviamente Macri lo ha leído como un guiño para avanzar, sin tropiezos en los tribunales.
Varias veces hemos dicho acá que el proyecto político y económico de "Cambiemos" ya no tiene nada para ofrecerles a la gran mayoría de los argentinos, como no sea ajuste, privaciones y recorte de derechos. También decíamos acá analizando las razones de la corrida cambiaria, que los mercados comenzaron a desconfiar de la capacidad de Macri para sostener firme el timón del Titanic, y esquivar el iceberg.
Y mientras convoca a Cavallo para pedirle consejo, convocando así a los fantasmas del 2001 y el helicóptero, el presidente no encontró mejor forma de demostrar que aun es quien manda, que profundizar el enfrentamiento con el mundo del trabajo y las organizaciones gremiales; incluso con aquellas que hasta acá han sostenido por acción u omisión a su gobierno.
Como Cortés, Macri quema las naves para obligarse a sí mismo a no retroceder, y acelera directo al témpano: de la discusión de la reforma laboral en el Congreso solo puede esperarse un incremento de la tensión política y social, en un contexto económico cada vez más complejo; cuando se acerca la perspectiva concreta de tener que vetar una posible ley que ponga coto a los tarifazos, y cuando los jubilados están empezando a sentir en sus bolsillos los efectos de la reforma previsional aprobada en medio de tanta resistencia.
Daría la impresión de que los consejos de Durán Barba quedaron ahora para mejor oportunidad, frente a las presiones y las exigencias de las distintas fracciones del capital que no entienden de sutilezas, y a su vez piden cosas que Macri está dispuesto a dar, porque responden a sus más íntimas convicciones de empresario garca.
La pregunta es si tendrá espaldas políticas y sociales para ir por ese rumbo, que recorta los márgenes de maniobra de los sectores políticos y sindicales "dialoguistas", al mismo tiempo que despeja por completo el panorama opositor: en la medida en que el gobierno elija profundizar el ajuste (terminando así con la ficción del "gradualismo"), "la ancha avenida del medio" que se ha venido angostando electoralmente y en términos de opinión pública tenderá a desaparecer; y solo tendrán viabilidad como alternativas opositoras con chances el año que viene, las que se planten decididas a frenar las iniciativas del gobierno.
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