LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

martes, 27 de noviembre de 2018

EXCESO DE TAREAS


Desde que se suspendió la final de la Libertadores entre River y Boca andan rondando todo tipo de hipótesis conspirativas al respecto: que la zona liberada de las fuerzas federales por su interna con la Metropolitana, que la devolución de gentilezas de la barra de River porque le secuestraron plata y entradas de la reventa, que una operación orquestada por Boca para ganar la copa en los escritorios de la Conmebol.

Lo concreto es que se llega a la suspensión por el rotundo fracaso del operativo de seguridad montado por la nueva policía creada desde cero por el macrismo, en (des) coordinación con fuerzas federales que también maneja el PRO: el eficientismo en la gestión de la derecha en un tema caro a sus afectos como la seguridad, en crisis. Y el presidente desde la Narnia perpetua de su inimputabilidad, diciendo que no comprende un fenómeno (el que rodea al fútbol) del cual fue protagonista principal durante años.

Hubo también mucho de ensayos de sociología berreta y zonceras autodenigratorias como diría Jauretche, intentando socializar las culpas por el papelón internacional, y diluir así las responsabilidades concretas del gobierno; y no faltaron los sociólogos de café que nos aportan el dato obvio de la connivencia entre los sectores violentos del fútbol y la violencia, que es tan vieja como mear en los portones.

Sin embargo, este último dato -que nadie discute- tampoco excluye las responsabilidades del PRO, una fuerza por antonomasia nacida de esa connivencia, que no se explica sin ella y que la proyectó desde el fútbol, a todos los rincones del aparato del Estado: la justicia (como Stornelli y los demás fiscales que estaban a cargo de la seguridad del club, como Angelicci, operador en tribunales del oficialismo), las fuerzas de seguridad, los servicios de inteligencia (Arribas es empresario futbolístico, elegido por Macri siendo presidente de Boca para las transferencias), o el reclutamiento de funcionarios para las distintas áreas del gobierno.

Se podrá argüir que en realidad el semillero del PRO fueron las empresas de SOCMA y es cierto, pero el paso de Macri por Boca fue crucial para su futuro político: los éxitos en Boca fueron la vidriera para llegar al gobierno de la CABA, y su gestión en la CABA fue a su vez la plataforma de instalación de su candidatura presidencial. Lo que no excluye que el macrismo también tenga sus tentáculos en River y otros clubes, e impulse las sociedades anónimas deportivas para hacer negocios y ganar influencia en todos los clubes.

Pero volvamos a los piedrazos del sábado al micro de Boca, y al fracaso del operativo de seguridad: acaso muchos hoy no lo recuerden, pero en 2007, apenas ganó las elecciones para ser Jefe de Gobierno porteño, Macri insistió hasta conseguir una audiencia con Néstor Kirchner (ver foto de apertura); en la que le planteó su deseo de modificar la Ley 24.588 (“ley Cafiero”) para que la ciudad quedara autorizada a crear su propia policía de seguridad, y lo consiguió: la Ley 26.288 sancionada en septiembre de ese año modificó el artículo 7 de la “ley Cafiero”, y fue el puntapié inicial para la existencia de la Policía Metropolitana.

La supuesta fuerza profesional creada desde cero, que vendría sin los vicios de las fuerzas de seguridad provinciales y federales existentes, mejor formada, equipara y remunerada; que comenzó un despliegue paulatino por un territorio de apenas 200 kilómetro cuadrados, a punto tal que durante meses muchos porteños se preguntaban en joda si solo estaban para bajar gastos de los árboles, o ayudar a los ancianos a cruzar la calle.

Sin embargo, con el paso del tiempo fue quedando claro que sus objetivos eran otros: apalear indigentes, vendedores ambulantes, manteros, piqueteros, docentes, sindicalistas o trabajadores movilizados, movimientos sociales, extranjeros indeseables o jubilados; en un frenesí represivo del que no se salvaron ni los enfermos y los médicos y enfermeros del Borda. Esas fueron sus “hipótesis de conflicto”, para las que fueron entrenados y formados; y al parecer, no les dejaron tiempo para ocuparse de los barras bravas, o de la seguridad de un micro con jugadores de fútbol de un equipo visitante llegando a un partido decisivo.

Les guste o no a los radicales, el ensayo alfonsinista de la autonomía porteña injertado en la reforma constitucional del 94’, concebida como la “isla republicana” amurallada institucionalmente frente a las horas peronistas del conurbano en la que la UCR sobreviviría los temporales electorales, terminó siendo llevado hasta sus extremos por Macri; transformándola en un country privado y cerrado del antiperonismo, donde la negrada no tendría cabida, o solo sería aceptada en la medida estrictamente indispensable para cumplir las tareas de servicio, sin protestar ni quejarse. Y para eso el rol de la Metropolitana era y es crucial.

Las otras derivaciones que le encontró Macri al asunto de la autonomía, vinieron por añadidura como consecuencia natural de la “nueva derecha moderna y democrática” gestionando el Estado: el intento de convertir a la CABA en un paraíso fiscal o registral amigable para las sociedades off shore, la insistencia en lograr el traspaso del juego y el puerto, los negocios inmobiliarios con bienes públicos, rubro en el cual Rodríguez Larreta se viene revelando como un discípulo aventajado, capaz de superar a su propio maestro.

Después de todo, quizás la imposibilidad de organizar correctamente el operativo de seguridad de un partido de fútbol, o menos aun, de garantizar el traslado de un micro sin inconvenientes, tengan que ver con una acumulación de otras tareas, que se consideraron más relevantes.

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