LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

jueves, 1 de noviembre de 2018

SESIÓN DE FOTOS


La moda del “fotismo” en política no es nueva, y se remonta a muchos años atrás: se juntan varios dirigentes, se sacan una foto en torno a una mesa donde parecen estar discutiendo de algo, dicen generalidades sobre el por que se juntaron, instalan la expectativa por un posible “nuevo armado”, y hasta generó todo un glosario propio de lugares comunes: “estamos construyendo una alternativa”, “nos tenemos que juntar los que tenemos miradas comunes”, “estamos explorando coincidencias”, y coso.

Generalmente la tertulia fotográfica figuras individuales, raramente con algún caudal mas o menos importante de votos propios, nunca con un partido o estructura sólida detrás, como signo de los tiempos post 2001 e implosión del sistema tradicional de representación política. Es muy raro que protagonicen actos masivos, en el espacio público, porque sus señales están dirigidas hacia el interior del propio sistema político, como las que se hacen entre sí los que juegan al truco.

Resulta difícil pedirles mayores precisiones programáticas o definiciones políticas concretas, tanto como seguirles el rastro a todas las producciones fotográficas sucesivas en las que aparecen algunos, porque la fugacidad de las instantáneas suele ser la regla: si no que lo digan los del cuarteto imperial del “peronismo alternativo”, que no llegaron juntos a la semana post foto de rigor.

El “fotismo” es en estos tiempos más frecuente en “los peronismos” externos al kirchnerismo, o los “progresismos” varios, duchos en el arte de armar y rearmar mecanos y puzzles, elección tras elección, agotando en el camino la imaginación de los creativos publicitarios para pensar nombres gancheros.

En síntesis, una metodología de acción política que parece no terminar de darse cuenta que, como diría Macri, pasaron cosas: la debacle política, social y económica del 2001, la experiencia kirchnerista y en 2015, el triunfo electoral de la derecha con armado y candidato propio y sin hacerle entrismo al peronismo, como durante el menemato.

O en todo caso hicieron una lectura común de las consecuencias del resultado electoral: no es casual que los más frecuentes cultores del “fotismo” sean los que imaginaban emerger del balotaje presidencial una Argentina en la que se avecinaba una larga hegemonía de la derecha, un kirchnerismo en trance de disolución como sujeto político y el ocaso final de Cristina como referencia electoral; hechos todos que determinaban el inexorable advenimiento de la era “post kirchnerista”, con un peronismo más “horizontal” en la toma de decisiones en torno a nuevos actores relevantes (la “liga de gobernadores”, la CGT, los bloque legislativos), y con una herencia de apoyo social disponible, a captar por cualquiera.

Sí es cierto que los resultados del 2015 armaron un nuevo mapa político, con centro en un oficialismo sólido en las preferencias de su núcleo duro, pero que hoy está apuntando por todos los medios a conservarlo, tanto como incapacitado de ampliarlo “enamorando” a otros sectores (incluso votantes suyos en elecciones anteriores), como consecuencia de las políticas públicas que ejecuta. Con un liderazgo que -nos guste o no- es claro e indisputado, porque responde tanto al complejo de ideas de ese núcleo duro de votantes, tanto como a los intereses puros y duros que tutela, y para los que gobierna.

Claro que indisputado no quiere decir indiscutible, y de allí algunos sondeos del “círculo rojo” por explorar candidatos alternativos como Vidal, ante el desgaste del presidente; pero la inconsistencia de los demás socios de una sociedad despareja como “Cambiemos”, con un accionista mayoritario y controlante (el PRO, es decir, Macri) se termina deglutiendo hacia su interior los planteos presuntamente disidentes; que en el fondo no son más que berrinches por lugares futuros en las listas, sin vocación real de romper: ¿A dónde irían en tal caso, sin poner en riesgo la mínima chance de reeditar el batacazo del 2015?

Contrariamente a esas suposiciones, Cristina sigue siendo -por lejos- la principal figura de la oposición, y el kirchnerismo es antes, que todo, una identidad política firme con anclaje social concreto, que no se puede obviar ni desconocer. Y así lo empezaron a entender los sectores del peronismo que pasaron de las “bolillas negras”, a “la unidad con todos adentro”, incluyendo a Cristina y al kirchnerismo.

Y los que persisten en preocuparse más por marcar distancias con ella que con Macri (como el cuarteto de una de las tantas fotos) se condenan progresivamente a la irrelevancia y el aislamiento político y electoral, como le está pasando a Massa, que por esa razón vio fracturarse su bloque en Diputados, y está perdiendo día a día los escasos apoyos territoriales que le quedaban en el territorio, que buscan nuevos rumbos ante tanta desorientación conceptual del que supuestamente debía conducirlos. Y como le está pasando a Pichetto (otro que estuvo en la foto), con un bloque de senadores que le desmadra en la discusión del presupuesto. 

En tiempos de política “fotista” todo parece estar en discusión, y así seguirá hasta el instante final del cierre de listas para las PASO: los marcos de alianzas, las candidaturas, el modo de resolver los egos y vanidades (las listas, bah). Todo menos el contenido, porque de eso se habla poco; más allá de un vago perfil opositor que algunos están estrenando, con las sobreactuaciones del caso, para compensar los tres años de “oposición razonable”.

Por contraste y aunque la gravedad de la crisis haga parecer que la construcción de una alternativa opositora competitiva está aun demasiado lejos, también por ese lado “pasaron cosas”: los sectores más combativos del sindicalismo (las dos CTA, la Corriente Federal de los Trabajadores, el Frente Sindical para el Modelo Nacional) convergen cada vez con más frecuencia en la calle y en las protestas, y en los contactos políticos con el kirchnerismo; el mismo del que se dijo siempre que uno de sus principales déficits era no tener su propia “pata sindical”, o de conformar con Unidad Ciudadana un “Frepasito tardío”, en palabras de Asís.

Otro tanto pasó con la famosa “fuerza propia” del kirchnerismo hacia el interior del peronismo, que se reveló más un asunto de sellos y orgas, que de votos: como decía Agustín Rossi y se comprobó en las PASO de Santa Fe, el año pasado, había más kirchnerismo entre la gente, que entre los dirigentes; eso sin mencionar que desde el 2015 se acercaron a Cristina (o ella a ellos, en contra de la crítica de sectarismo) Alberto Rodríguez Saá, Jorge Taiana, Alberto Fernández, Felipe Solá, Juan Grabois, Hugo y Pablo Moyano: los que estuvieron y se fueron, los que nunca habían estado y los que fueron opositores a sus gobiernos, desde cualquiera de los dos lugares, los que nos pueden gustar más o menos a cada uno de nosotros.

No todos aportan votos, algunos incluso puede que los espanten, pero la construcción política apunta a otra cosa: se trata de que los que piensan más o menos parecido se junten, para ponerle fin al nuevo experimento neoliberal en el país. En esa tarea Cristina hasta acá se puso al costado, no asumió un rol protagónico, ni reclamo adhesiones incondicionales o aceptación de liderazgos o conducciones, escucha más de lo que habla y no hay actitud suya a la que nadie -si es leal a los hechos- le pueda achacar torpedear la unidad. Y sin necesidad de tantas fotos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Massita, el Cordobés heredero, Pichoto y Urtubella.
La imagen de la derrota autoinfligida. Laburan de perdedores.