LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

miércoles, 18 de marzo de 2020

LO QUE NO TE MATA TE FORTALECE

La pandemia del coronavirus está poniendo a prueba a los gobiernos en todo el mundo, incluso en los países que siempre nos suelen poner como ejemplo, y que en no pocos casos están haciendo agua en los esfuerzos por contener el brote, y limitar sus daños.

El gobierno de Alberto Fernández no es la excepción al respecto, y muchos sostienen que, si logra salir airoso del trance, se habrá recibido de presidente, fogueado en la gestión. En ese sentido el coronavirus sería a AF lo que en su momento fue a Cristina el conflicto con las patronales del campo privilegiado por las retenciones móviles, claro que con un enemigo invisible, y potencialmente más letal. 

En ambos casos se pone a prueba la capacidad de respuesta del gobierno a los desafíos, pero en éste también la eficacia del Estado en la gestión de un asunto tan crítico como la salud. En tiempos de crisis (y vaya si ésta lo es) la gente necesita un gobierno, después evaluará cuando tenga que votar, si lo tuvo o le faltó. 

Si nos atuviéramos estrictamente a las cifras comparativas de casos posibles y comprobados con las que ostentan países cercanos como Chile y brasil, deberíamos decir que el gobierno está manejando razonablemente bien las cosas; considerando el contexto de dificultad, la naturaleza de la amenaza y -como no- incluso la falta de conciencia social de parte de la población, que se cree por encima de los demás, y del conjunto. 

Alberto no pudo disfrutar del fracaso del lock out del campo, devorado por la indiferencia social y la pifia descomunal de la dirigencia del sector de plantear reivindicaciones sectoriales cuando ya se cernía sobre el conjunto de la sociedad una amenaza que ordenó brutalmente las prioridades. Tampoco pudo gozar del tránsito veloz por el Congreso del proyecto para modificar los regímenes jubilatorios de privilegio de jueces y diplomáticos, otros extrañados de la realidad, por el peso de la pandemia.

Pero sorteando con éxito esos desafíos, fue construyendo (o ampliando) consensos en torno a su figura y el rumbo del gobierno, que deberá revalidar en el marco de una crisis cuya magnitud y permanencia aun no es posible establecer, muchos menos cuantificando sus secuelas.

Crisis que obligó al presidente y al gobierno a reexaminar algunos supuestos y prioridades de su gestión, que venía infectada (en palabras de Claudio Scaletta) por otro virus, el del fiscalismo: los anuncios de ayer marcan a las claras la decisión de inyectar recursos a la economía real, con efecto contracíclico de una recesión instalada, que de otro modo la pandemia no haría sino agravar. Nada extraño ni disparatado: es la misma receta que están aplicando los países centrales, en éste mismo momento, para lidiar con el problema. 

Después y por afuera o al costado de lo que haga el gobierno, está la respuesta de la sociedad; asunto en el que los medios poco aportan contribuyendo al pánico y la confusión, y donde hay ciertos segmentos de la ciudadanía que creen que en una coyuntura así, vale más que nunca el "sálvese quien pueda": a riesgo de parecer simplistas o binarios, se puede trazar una línea de correspondencia entre ciertos comportamientos sociales, y las tendencias del voto.

Para quienes reivindicamos los valores de la tradición nacional y popular mayoritariamente encarnada en el peronismo, no es dudosa cual es la respuesta que cabe dar en la emergencia: la apelación a la solidaridad y la organización (valores claves en situaciones de crisis como la actual) están en el ADN, y en base a ellos debemos obrar. 

Hoy en la Argentina y en medio de una crisis de dimensiones mundiales que sorprendió a todos, y dejó mal parado a más de uno, hay un gobierno que gobierna, y se hace cargo de los problemas. Sin apelar a metáforas náuticas, ni desplazar culpas a la sociedad, aunque claramente las hay, en algunos sectores.

Frente a los cuatro años de "gerenciamiento" desaprensivo del "mejor equipo de los últimos 50 años" no es poco: no hay crisis de autoridad, ni delegación de funciones esenciales del Estado o el presidente, en "los mercados" o el FMI.

Después podremos discutir (como de hecho lo veníamos haciendo antes de todo esto) los ritmos, los modos o las velocidades de la gestión, pero en otro momento. Ahora (y si nos permite la metáfora) con el coronavirus, el gobierno y el rol del presidente en medio de la crisis,  pasa lo mismo que con cualquier enfermedad: lo que no mata te fortalece.

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