LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

domingo, 24 de julio de 2011

LOS BRAMIDOS DEL GORILA


Por Raúl Degrossi

Ayer se cumplió uno de los ritos medievales que aun subsisten en la Argentina: la "inauguración oficial" de la muestra de la Rural en Palermo, con el discurso del primate de turno -en este caso Biolcatti- que pueden ver acá.

Lo de siempre: el Estado es corrupto, un depredador insaciable, hay que dialogar, apostar a la convivencia -mientras los insultos y descalificaciones se atropellaban en su boca-, está en riesgo la libertad de expresión -se ve que él no le tiene miedo a los riesgos-, volver a los principios republicanos de la Constitución.

Y Sarmiento, mucho Sarmiento.

Hace bien Biolcatti en reivindicar a Sarmiento; lo ridículo es que lo pinte como un hombre de diálogo y consenso: el mismo sanjuanino se descompondría de la risa si escuchase esa pintura suya.

Por no mencionar que -garca y todo como fue toda su vida- de su boca y pluma salieron dardos envenenados contra lo que llamaba "la oligarquía con olor a bosta de vaca"; porque muchos -como el insoportablemente bruto de Biolcatti- no lo saben; pero fue "el padre del aula" el que acuñó esa expresión, cuando en el ocaso de su vida política los hacendados que impulsaban a Roca lo cagaron en una rosca, y sepultaron su sueño de volver a ser presidente.

Claro que Biolcatti admira al Sarmiento que escribía en El Mercurio afirmando los derechos chilenos a la Patagonia; al que apoyó la intervención anglofrancesa contra Rosas, al que aplaudió el asesinato y decapitación del Chacho Peñaloza, al que contribuyó a masacrar el Paraguay, o probó personalmente las ametralladoras a repetición contra las paredes de la Escuela Normal de Paraná.

O aconsejaba no economizar sangre de gauchos, frase que debe sonar como música celestial a los oídos de Biolcatti. 

Pero eso sí: todo en nombre del diálogo, el consenso, la convivencia entre los argentinos, la tolerancia y el respeto por los principios republicanos de la Constitución.

Pasó otra inauguración del cónclave bovino y pastoril de Palermo sin la presencia presidencial: Néstor y Cristina podrán añadir a sus múltiples méritos como gobernantes, no haberse prestado nunca a esa farsa de cartón pintado.

Farsa en la que un empresariado tosco, primitivo, evasor, explotador y golpista -sí, sempiternos y consecuentes golpistas, aunque ahora llamen a cambiar la realidad con el voto, creyendo que estamos en el 2008- pretende erguirse desde un imaginario púlpito -como Bergoglio entre los muros de la catedral en el Te Déum, otra rémora medieval- para darnos lecciones de moral y democracia a los argentinos.

Afortunadamente y mal que le pese a Biolcatti, algunas cosas están cambiando desde el 2003 para acá, y esa triste imagen de la apertura de la Rural transmitida por los medios privados -los mismos que cuestionan el uso de la cadena nacional por Cristina- en cadena, como si el que hablase allí representase a alguien más que a sí mismo, o a los escasos dueños de la Argentina; ya no suscita fervor, ni interesa a nadie más que a ellos.

Y habrá que recordar que a ese lugar, a esa tribuna y con ese orador fueron -una vez más- a rendir pleitesía todos los dirigentes de la oposición, empezando por el oscuro y  tristísimo Ricardito Alfonsín, que calificó a la Rural como "una entidad al servicio de la patria", olvidando que su propio padre -cuyo recuerdo borroso usufructúa políticamente- fue estruendosamente abucheado allí por primates iguales a Biolcatti; si no por el mismo oligarca de apellido de choricero.

París bien vale una misa, dicen; lo debe pensar Ricardito, lejos del axioma de Alem: que se rompa, pero que no se doble.

Pero el consuelo es que todo -la escena, el lugar, los personajes, el libreto, repetidos todos los años como un rito vacío y sin sentido- forma inexorablemente parte del pasado de la Argentina; de un país que, con avances y retrocesos, con dificultades e interrogantes, pugna por dejar de ser definitivamente el granero del mundo, apenas una granja apéndice de un esquema diseñado por otros.

Un país con muchas voces y muchos ruidos, que tapan los bramidos estériles de un gorila furioso.

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