LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

lunes, 30 de septiembre de 2013

GENTE RAZONABLE


La columna del inefable profesor Romero en La Nación del viernes no es sino otra vuelta de tuerca sobre lo que es su obsesión: la vuelta a un país idílico, de cuentos de hadas, que sólo existió en su imaginación (¿será él el que le dio la idea a Binner del "país normal"?).

Situado históricamente más o menos entre la batalla de Pavón en el siglo XIX, y la aplicación de la Ley Sáenz Peña en el siglo XX, con el triunfo de Yrigoyen.

De allí en adelante, la Utopía de Romero habría funcionado (en la mente de Romero, claro está) durante los gobiernos de Illia y Alfonsín, y nada más.

El resto (sobre todo el peronismo, que para él fue sin dudas peor que los gobiernos militares) fue una larga pesadilla, donde perdimos todo: la sociedad, la cultura, el respeto y el Estado; una preocupación recurrente en Romero.

Un Estado idealizado y onírico, que vive del aire, gira en el aire y no interactúa con nadie: en el mundo ideal del profesor Romero no hay poderes corporativos, con lógicas de intereses contrapuestas a las de los poderes institucionales de la democracia, y el Estado perfecto (puro, racional) actúa casi como un autómata, asignando bienes públicos con equidad y justicia como si los repartiera una computadora, para no caer en la discrecionalidad o el favoritismo.

Como siempre dudamos si Romero realmente cree en lo que dice, estaría bueno que señalara cuando funcionó así el Estado en la Argentina; o en cualquier otro lugar del mundo, así aprendemos.

Pero el profesor está contento porque avizora el fin del kirchnerismo, y por ende una era mejor para el país: la de la gente razonable.

Con lo cual los últimos diez años de nuestra historia (como lo fueron en su momento los casi diez años del primer peronismo) son desterrados de la racionalidad, asimilados como una pesadilla: un país de locos, gobernado por un par de locos (ahora, Néstor y Cristina), respaldado con el voto de millones de otros locos que -contra toda lógica racional- insistimos en acompañar un proyecto político que es poco menos que un delirio, un disparate.

Y las líneas troncales de ese proyecto -no podía ser de otra manera- no responderían a ningún principio racional, de modo que cualquier gobierno futuro que se precie de ser mínimamente cuerdo, deberá abandonarlas para volver a la normalidad y la sensatez que añora Romero.

Cuya visión está exenta de todo descenso a la realidad concreta y cotidiana, que se apoye en datos empíricos concretos, es casi abstracta: advirtamos que apunta la consolidación de la pobreza (contra toda la evidencia que anota su drástico descenso en los últimos años) y la perpetuación del clientelismo estatal, cuando el principal programa con el que el Estado kirchnerista aborda hoy la pobreza y la indigencia (la asignación universal por hijo) tuvo -desde su misma gestación, pasando por su implementación desde el 2009 para acá- una impronta absolutamente alejada de todo clientelismo; y vinculada a la consagración de un derecho, universal para todos los comprendidos en las pautas del programa.

Si alguno detecta cierto tufillo elitista en los conceptos del pofesor Romero, tiene buen olfato porque eso son: la expresión de un absoluto desprecio por la democracia real, en nombre de la supuesta perfección de una democracia imaginaria. 

Tanto que si se raspa un poco en las trilladas ideas del profesor, se encontrarán no pocas analogías y parangones con las proclamas fundacionales de todos los golpes de Estado de nuestra historia; que siempre se hicieron en nombre de la construcción de una mejor y más perdurable democracia.

No es de extrañar que, aun proviniendo de tradiciones políticas presuntamente diversas (habrá que ver cuanto, porque se puede intuir una común devoción a un mismo panteón histórico), el planteo de Romero tenga muchos puntos de contacto con lo que dijo Macri y acá explica muy bien Gerardo; sobre que el kirchnerismo es el proyecto político más autoritario de los últimos 50 años, salteándose incluso las dictaduras varias que hubo en el medio. 

La apelación del profesor a la unidad de los razonables -deponiendo sus aspiraciones y diferencias- tiene también tufillo a Unión Democrática, aun cuando le preocupa que la sucesión presidencial se resuelva dentro del peronismo.

Mejor aun: pareciera que Romero está evocando a los espectos de la Junta Consultiva que presidiera el almirante Rojas en la Fusiladora; formada ella por hombres a los que Romero no vacilaría en calificar de razonables. 

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