LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

martes, 16 de enero de 2018

COMO PANCHO QUE NO ANDA POR SU CASA


No dejar de llamar la atención la campaña contra el Papa orquestada desde los medios y el trollerío del call center macrista, ambas ramas de la vocería de lo que el gobierno de "Cambiemos" no puede decir en público, por razones obvias. Alcanza incluso a la propia agencia oficial de noticias Télam.

Le reclaman que venga a la Argentina (o que se haga una escapada estando tan cerca, como si un viaje papal fuera tan sencillo de organizar como una salida de mochileros), y amenazan con que si no lo hace se harán ateos, promoverán la separación de la iglesia y el Estado, o abren la discusión sobre el sostenimiento estatal del culto católico: bienvenidos sean esos debates y desde acá los alentamos, siendo plenamente concientes de que son solo fruto de un berrinche ocasional, y no están realmente dispuestos a llevarlos a cabo en serio.

Con los dardos lanzados contra el obispo de Roma no hacen más que dejar en evidencia que el desdén papal les duele más de lo que están dispuestos a admitir, y que les cuesta metabolizar que - salvo algún cambio de último momento- Francisco no pisará la Argentina mientras Macri sea presidente. Desde el mismo día que a Bergoglio lo eligieron Papa, empezó la pelea por “apropiárselo”, y como Cristina con inteligencia los primereó, no se la bancan. 

Claro que no olvidamos que Francisco fue antes Bergoglio, el confesor de Carrió y Michetti, el que se autoerigió en el orquestador de la oposición al kirchnerismo y su líder virtual en las sombras en el gobierno de Néstor; porque advirtió que con la recuperación de la autonomía de la política y la centralidad presidencial que encarnaba el santacruceño la iglesia perdía el rol gravitante que tuvo tras el derrumbe de la Alianza, a través del Diálogo Argentino que presidió la transición de De La Rúa a Duhalde.

Bergoglio, el mismo de las acusaciones de complicidad con las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura, el de la oposición al matrimonio igualitario (conteste con la doctrina tradicional de la iglesia sobre el tema, que hoy él mismo parece dispuesto a revisar en parte) que pagó con un sonoro fracaso político al no impedir la sanción de la ley, asumiendo en público como buen jesuita -y por ende hombre orgánico que es- una estrategia fallida diseñada por monseñor Aguer, aquel disparate de denunciar que era "el plan del demonio".  

Bergoglio, el del envío de la extremaunción a Néstor cuando estaba internado (un gesto de piedad cristiana acorde al sentido que tiene el sacramento para los fieles, interpretado como un gesto de agresión por los que no lo son); pero también el de un interesante trabajo social como obispo en la diócesis porteña contra los talleres clandestinos, la trata de personas o la irrupción de la droga en las villas.

El que hoy, como Francisco, debe velar por los intereses de la institución que conduce y representa (de allí que se haya ocupado de proveer el obispado castrense vacante desde el raje de Baseotto por Kirchner en 2005), al tiempo que enfrenta dentro de la misma curia romana feroces resistencias a los cambios que quiere imponer. Francisco, el mismo que acaba de nombrar por primera vez en la Argentina a dos curas villeros como obispos, dando una señal de lo que entiende debe ser la línea pastoral de la iglesia que conduce.

O el que desde que accedió al trono de Pedro para acá hizo -en lo que al país respecta, o puede ser leído desde acá (casi) todo bien: desde el regalo del rosario a Milagro Sala frente a su cautiverio político, hasta recibir a Hebe de Bonafini, a Estela de Carlotto o la familia de Santiago Maldonado. Otra vez: actos de estricta caridad cristiana acordes al mensaje del Evangelio, pero con un profundo significado político que no se le puede escapar a un jesuita, menos si está sentado en el trono de Pedro.

Mantuvo y mantiene fluidos contactos con sindicalistas y los dirigentes de los movimientos sociales, y con dirigentes políticos; y sin decirlo abiertamente hasta se hizo tiempo para deslizar sus preferencias en la interna del peronismo porteño y otras minucias: siendo cura, jesuita y peronista ¿cómo no le iba a apasionar la rosca?

Detalles que no invalidan la potencia del hecho político central que envuelve a su papado, visto desde acá: es un argentino que ejerce una función de alcance global (acaso no volvamos a ver a ningún otro en ese rol), que despierta de ordinario expectativas y hasta esperanzas en el mundo; que en su caso particular son mayores incluso fuera de la iglesia católica, que hacia el interior de la misma. Y ese argentino no viene a su país porque no comulga (valga la expresión) con su gobierno, ni con su presidente.

Visitar la Argentina supondría para Francisco -que es Bergoglio- un riesgo político mayúsculo, porque cada gesto que hiciera o dejara de hacer, cada palabra o silencio suyos y hasta la misma agenda del eventual viaje serían cuestionados, de un lado u otro de la grieta. Una grieta que él no inventó, pero que en un gesto de realismo político reconoce implícitamente al no venir, que no está en condiciones de cerrar; ni siquiera apelando a su intercesión en teoría privilegiada, antes los poderes extra terrenales a los que debe reportarse.  

Como todo jefe de la iglesia romana, hay que intentar diferenciar en Francisco los dos roles del Papa: en las definiciones doctrinarias que hacen al (que obligan a los católicos,  no a quienes no lo son) es estrictamente ortodoxo, pero con giros resistidos no menores que le han traído fuertes dolores de cabeza, por las resistencias solapadas y abiertas hacia el interior de la propia curia.

En la mirada de los asuntos políticos, económicos y sociales (donde todo lo que diga es opinable), Francisco expresa una perspectiva interesante que ya hizo ver en sus tiempos de obispo porteño; siendo una de las plumas más importantes del documento de Aparecida del CELAM en 2007, marcando una línea que luego profundizaría en sus encíclicas y documentos sobre la economía, el mundo del trabajo, el orden globalizado y el cuidado de los recursos naturales y el medio ambiente.

Al mismo tiempo intentó tomar un rol activo en situaciones de conflicto (en Venezuela, el embargo a Cuba, la crisis del Medio Oriente), con suerte dispar y asumiendo el riesgo de no poder contentar a todos; algo que ni siquiera la diplomacia tradicional y profesional puede garantizar, pero sin dejarse tironear de la sotana sino intentando seguir su propia agenda, como fue y es notorio en el caso venezolano.

Si las definiciones y las acciones del Papa en ese plano lo fueron colocando sistemáticamente en la vereda opuesta al gobierno argentino, es más responsabilidad de Macri, (el del foro de Davos, y la obsesión por agradar en el G20, ingresar a la OCDE o "insertarse en el mundo", el que pone en acto las recomendaciones del FMI, el esposo de los talleres Awada), que de Bergoglio, hoy Francisco.

Un ejemplo próximo para que se entienda: el acto más trascendente de la visita de Francisco a Chile será la ceremonia interreligiosa con los líderes de la comunidad mapuche en Temuco, la capital de la Araucanía chilena; y al mismo tiempo la región con más pobreza de Chile, y epicentro del conflicto con los mapuches por la reivindicación de sus tierras. 

Días antes y del otro lado de la cordillera, Patricia Bullrich (la responsable política de las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, junto con Macri) en compañía de los gobernadores de Río Negro, Chubut y Neuquén ensayaba una Campaña del Desierto de Play Mobil; presentando un absurdo mamotreto en el que presuntamente exponía el plan terrorista de la fantasmal RAM, el enemigo interno inventado por el macrismo para justificar sus desbordes represivos.

Solo alguien con escasos conocimientos de como se mueve la milenaria diplomacia vaticana, y con más escasa conciencia aun de los tamaños relativos de los actores en juego, podría imaginar que el Papa recibirá a los mapuches para enfurecer al gobierno argentino. En todo caso es éste el que debe mirarse en el espejo de la gira pontificia, para darse cuenta cuan lejos está meando del tarro en el enfoque del conflicto suscitado por los reclamos de los pueblos originarios sobre sus tierras ancestrales.  

Evitemos caer también nosotros en la tentación de “apropiarnos” del Papa y zamarrearlo para este lado de la grieta, porque sería un error en términos políticos; por la naturaleza global de su rol, y por la necesidad que tenemos de construir una alternativa política al macrismo desde acá, y sin depender de las señales de Santa Marta; como en su momento se dependía de  los mensajes de Puerta de Hierro.

Lo cual no obsta a recordar las enseñanzas de quien fundara la religión que hoy conduce Francisco desde el trono de Pedro, cuando dijo aquello de “...el que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama...” (Mateo 12,30). Y hoy el Papa, en sentido amplio, “recoge con nosotros”; y a su particular modo (jesuita, vaticano) le hace notar a Macri que él desparrama.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es bueno que haya nombrado obispos a dos curas villeros.
El tema es que después no los entregue, como a Yorio y Jalics.
El Colo.