Como para esta misma época de los dos años anteriores (es decir como los anteriores eneros del gobierno de Macri) llueven los despidos en las distintas dependencias del Estado nacional, desde Fabricaciones Militares a Radio Nacional, pasando por el Senasa, el canal Encuentro o el ballet nacional.
Abundan también -igual que entonces- la historia de la crueldad, el sadismo y la desaprensión con la que el gobierno de los CEO's se deshace de personal (en muchos casos recursos humanos valiosos, que son un capital que pierde el Estado) como si fuera el de sus empresas, y como si experimentara un placer particular en echar gente de su trabajo.
Y ciertamente algo de eso hay, porque hay que descartar de plano que se trate de un proceso de racionalización, o de atacar por esa vía el déficit fiscal: de acuerdo con el presupuesto de éste año que acaba de aprobar el Congreso a instancias de Macri, el gasto en personal del Estado nacional representa el 10,99 % de sus gastos totales; bastante menos -por ejemplo- que el peso de los servicios de los intereses de la deuda pública, aun antes de las últimas colocaciones.
Que los despidos no se proponen reducir el gasto público lo demuestra además que el 29 de diciembre del año pasado (es decir, hace apenas unos días, cuando ya había comenzado la ola de cesantías) Macri firmó el Decreto 1109 (completo acá en el Boletín Oficial), por el cual delega amplias facultades en el Jefe de Gabinete, los ministros y demás funcionarios del Ejecutivo para contratar personal; por lo que no sería raro que se repita lo que ya sucedió en los años anteriores: la baja de personal precarizado y con salarios inferiores es rápidamente suplida con nuevos contratos o designaciones, de "ñoquis VIP" muy bien remunerados, de la "grasa militante" pero de Cambiemos.
Hay sí en estos despidos que ya son una marca en el orillo del gobierno de la "nueva derecha democrática", una idea de amputación de las funciones del Estado, sobre la base de aquel credo tradicional del liberalismo de que achicar el Estado era "agrandar la nación". Si luego de los despidos la nación no se vuelve más grande, no podrán decir que no lo intentaron.
Se trata de "adelgazar" al Estado sobre la base de que hay funciones "que no le son propias", como fabricar armamento o material de uso bélico, poner satélites en órbita, desplegar la infraestructura de la televisión digital en el país, o generar contenidos para los medios audiovisuales.
Pero además los despidos en el sector público cumplen el mismo rol que la luz verde en los semáforos: dar la señal al sector privado (ése para el cual están intentando imponer una reforma laboral flexibilizadora) de ellos también pueden despedir, si lo creen necesario.
Y vaya si los medios -que en muchos casos ocultan los despidos en Azul- no nos traen por estos días noticias de despidos en el sector privado, en espejo con los rajes en el Estado: señal de que la luz verde ha sido correctamente interpretada.
Tampoco es casual que los despidos sean en esta época del año (cuando el que puede se ha ido de vacaciones, y es complicado organizar protestas), ni responde tan solo a la lógica del vencimiento de los contratos o demás formas de precarización laboral en el propio Estado.
El verdadero motivo es que el festival de despidos va creando el clima propicio para que el inicio de la discusión salarial en las paritarias -problema de primer orden para el gobierno de los dueños del país, si los hay: ver al respecto esta excelente nota de Ricardo Aronskind en El Cohete A La Luna de ayer- encuentre a los trabajadores y las organizaciones que los representan frente al dilema que Prat Gay ilustrara al comienzo de la gestión de Macri con la metáfora de los zapatos que apretaban: un gremio o un colectivo de trabajadores que afronta el temor real de perder su puesto de trabajo será siempre más permeable a aceptar recibir menos salario, con tal de conservarlo.
Y como nos enseñó hace poco Joaquín Morales Solá en una de sus columnas, siempre queda la carta de amenazar con carpetazos judiciales o cárcel a los dirigentes sindicales díscolos, para que moderen sus reclamos salariales.
Y como nos enseñó hace poco Joaquín Morales Solá en una de sus columnas, siempre queda la carta de amenazar con carpetazos judiciales o cárcel a los dirigentes sindicales díscolos, para que moderen sus reclamos salariales.
Por eso este modelo económico (y todos los que en el país y en el mundo se han ensayado bajo las mismas premisas) necesita parta funcionar adecuadamente -es decir para transferir ingresos del trabajo hacia el capital- de una tasa elevada de desempleo; que en la Argentina aun no se ha alcanzado, más como consecuencia de la "pesada herencia" del kirchnerismo, que de la capacidad del propio modelo de generar empleo abundante, digno, de calidad y bien remunerado.
Aunque esto último sería tan injusto como exigirle peras al olmo, porque el modelo de valorización financiera y fuga que Macri viene ejecutando desde hace 25 meses no ha sido concebido para eso, sino más bien para todo lo contrario.
1 comentario:
Los despedidos por ejemplo en Canal Encuentro, que trabajaban en la generación de contenidos audiovisuales, en algunos casos van a ser contratados por productoras privadas, para generar esos mismos contenidos y vendérselos al Estado . Pero con un costo para el Estado quince o veinte veces superior al que implicaba generarlos desde Canal Encuentro. Claro que en la compra a las productoras privadas, habrá alta chispa para el ignorante de Lombardi.
El Colo.
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