...decir “la verdad, me equivoqué, voté como
un pelotudo y acá están las consecuencias, me tengo que hacer cargo de la parte
que me toca”?
Parece que sí, y que es más fácil culpar “al país que maltrata”, como si no fuera en ese mismo
país -claro que con otro gobierno- el que por fin hizo cumplir la Ley 23.329 (esta
que te enorgullece tanto “porque fue sancionada por el gobierno de Alfonsín”)
de 1986, que dispuso la creación del Ballet Nacional.
No es cuestión de
hacer leña del ballet caído y caerle encima a Iñaki Urlezaga porque en el 2015
-en plena campaña electoral- sostenía que “si la gente no deja de votar con el
bolsillo, el difícil que el país salga adelante”; pero tampoco se lo puede
dejar pasar; porque es exacamente al revés, amigo Urlezaga: si en el 2015 la mayoría de la gente hubiera votado con el bolsillo hoy
tendríamos otro gobierno, y vos todavía dirigirías un Ballet Nacional,
sostenido por el Estado.
Y te lo cepillaron
de un plumazo porque son así, no porque pensaran en reorientar los gastos del
Estado a otros fines más prioritarios: sin ir más lejos, Carolina Stanley (el
Ballet dependía de Desarrollo Social antes de ser traspasado a Cultura) no tuvo
tiempo de atenderte para explicarte los motivos del tijeretazo, porque estaba
ocupada podando pensiones no contributivas para discapacitados, enfermos y ex
combatientes de Malvinas. Mirá si se van a detener a salvar a un grupo de
bailarines cuando no les tembló el pulso para eso.
Hay en la
perplejidad de Urlezaga mucho del despiste habitual en cierta gente de la
cultura que se señalaba acá cuando se produjeron los recortes a los subsidios del INCAA al cine (enlace); que se traduce en el ombliguisimo de creer que su
problema es “el mundo” (vean sino a los que andan cantando alabanzas del mega
DNU “desburocratizador” porque podrán exportar más fácilmente obras de arte, o
en renegar de los subsidios o pedir “que ajusten a otros, los que no trabajan”.
Pero también se
suma en éste caso mucho de la idea de que “lo que tengo me lo gané yo por mis
propios méritos, y lo que me ocurre de malo es culpa de la sociedad, el país o
el gobierno”; aun cuando en éste caso esto última sea estrictamente cierto,
pero no como él lo ve: el macrismo (o sea, “este gobierno”, en concreto)
destrozó todo lo que Urlezaga había construido en la formación del Ballet
Nacional, gracias al apoyo de “otro gobierno”, el de Cristina.
Precisamente en esa
idea simple (y por tanto, boba) que pone los méritos, logros y aciertos en lo
individual, y los fracasos y frustraciones en el contexto (es decir, por
extensión, en lo colectivo) descansa el corpus ideológico principal del
macrismo: ¿qué es el PRO sino la construcción de una alternativa electoral
competitiva a partir de la sumatoria de
“electores sueltos” que se sienten -cada uno de ellos- capaces de todo, pero
“desaprovechados” u “obstaculizados” por “un país que los maltrata”?
Nadie discute las
condiciones personales de Urlezaga para lo suyo, y de hecho por eso en su
momento se lo apoyó para que pusiera su talento al servicio de la empresa de
construir el Ballet Nacional.
Pero los Urlezaga
de la vida deberán aprender que -contrariamente a lo que sostiene el evangelio
meritocrático- por más bueno que uno sea en lo suyo, nunca podrá desarrollarlo
en plenitud si no hay un contexto (país, economía, sociedad, gobierno) que
acompaña: que lo digan si no los miles de brillantes científicos y hombres de
ciencia argentinos que tuvieron que emigrar porque acá se los mandaba a lavar
los platos.
No se trata de
pedirle a Iñaki que se arroje ceniza sobre la cabeza y se flagele con el
cilicio por haber confiado en el macrismo y haberlo votado; cosa que por otra
parte hicieron muchos argentinos, tantos como para que hoy sea gobierno. Y
muchos por razones muy atendibles, como la gente del campo o los grandes
empresarios que -fijáte, Iñaki- votaron estrictamente con el bolsillo.
Se trata
simplemente de pedirles a los que como él hoy se sorprenden de que la derecha
en el poder haga lo que siempre hizo cada vez que lo tuvo, y lo que se dijo en
la “campaña del miedo” que iba a hacer (y nos quedamos cortos), que hagan un
mínimo examen de conciencia para que la experiencia sirva, y no volver a meter
la pata de nuevo la próxima vez que entren a un cuarto oscuro. Sin estridencias
ni actos públicos de contrición
Y en el caso de los
que son conocidos porque tienen fama y prestigio bien ganados como Urlezaga,
que lo hagan en público no para humillarlos, sino para que sirva de ejemplo;
porque muchas veces opinan sobre cuestiones políticas y sociales (como
ciudadanos que son, tienen todo el derecho de hacerlo), sin reparar en que no
son cualquiera, y que mucha gente amplifica sus opiniones y las tiene
preponderantemente en cuenta, precisamente porque son famosos.
De lo contrario el
país seguirá condenado a recaer cíclicamente en retrocesos, pero no porque “la
gente vota con el bolsillo”, sino porque algunos no son capaces de asumir su
infantilismo político.
3 comentarios:
Aparte, es tan forro que pide que echan a otros, "a los que no trabajan", en vez de echarlo a él. Ay, ay, ay. Es tan nabo que no se da cuenta que muchos de los amarillos dirían que precisamente él no trabaja, que se la pasa bailando.
Y que en el Ballet Nacional seguramente hay ñoquis que tienen 40 años o más y que tampoco trabajan porque tienen hechas pelotas las rodillas o los pies y son, en definitiva, ñoquis que en vez de pedir la jubilación siguen prendidos de la teta del Estado.
No aprenden más, como los del INCAA.
Hay que defenderlo un poco también a Iñaki. Menos mal que es un hombre de cultura y debe ser medio flojito en matemática. ¡Cuando se entere que el presupuesto total de "su" Ballet Nacional equivale a 1 hora de intereses que se pagan sólo por Lebac le agarra un patatús! Ahí sí que podría quejarse de que hay que cortarle a los que no trabajan.
Ojo que este hipócrita cayó parado. Llora lágrimas de cocodrilo para que no lo maten a piñas sus ex compañeros. El tiene un cargo fresquito en cultura de la provincia.
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