Decíamos acá esta misma semana respecto al tratamiento del “mega DNU” de Macri por el Congreso:
“Veamos si no lo que está pasando con la catarata de DNUS dictados por Macri desde que asumió: es tan cierto que Ley 26.122 exige para que sean dejados sin efecto que los rechacen ambas cámaras del Congreso, como que si toda la oposición se uniera con ese fin lo conseguiría, y allí no hay veto presidencial posible; como en las leyes.
Y sin embargo en 27 meses ni uno solo de los bandos presidenciales fue dejado sin efecto; y la explicación es una sola: hay sectores de la oposición (el "peronismo federal" de Pichetto y los gobernadores, el Frente Renovador al menos hasta hace muy poco) que nunca han manifestado la menor intención de hacer que los decretos se traten en el Congreso, para rechazarlos de plano. Las razones se han señalado más arriba.
Exactamente eso es lo que está pasando ahora con el "mega DNU" emitido por Macri a principio de año, según da cuenta esta nota de La Política Online: la "oposición responsable" sigue negociando punto por punto de un paquete de "leyes correctivas", como si de semejante mamarracho sin sentido pudiera corregirse o rescatarse algo. En los 192 artículos del DNU no hay nada urgente, ni necesario, ni oportuno, no es cuestión de depurar dos o tres artículos irritantes: no sirve para nada, solo para que el gobierno haga negocios.”
Y los hechos
posteriores no hicieron sino darnos la razón: en la sesión del miércoles el
gobierno logró darle media sanción a los tres proyectos de “leyes correctivas”
con la decisiva complicidad del bloque de “Sanguchito” Bossio y los
gobernadores, quienes luego también participaron de la maniobra para dejar al
sesión sin quórum, cuando debía tratarse el rechazo del DNU.
Para que se
entienda: sin la participación necesaria (en términos delictuales) del bloque
del “peronismo dialoguista”, “Cambiemos” no puede garantizar en Diputados el
quórum para sesionar, ni la mayoría para aprobar los proyectos.
Por si quedaban
dudas de que el “peronismo federal” (en breve, lanzado desde Gualeguaychú)
cogobierna, las disiparon levantándose de sus bancas para posibilitar que la
burda maniobra de dejar vivo el Dnu hasta tanto se aprueben las leyes
correctivas contaba con su anuencia: no fueron “engañados”, digamos.
Antes de todo eso y
advertido de cómo venía la cosa, Agustín Rossi propuso al Frente Renovador
(massismo) levantarse y provocar la caída de la sesión porque se necesitaban
los dos tercios de los votos para alterar el orden del día, luego de haber
planteado que primero se votara el rechazo del DNU.
Pero Graciela
Camaño se negó, y de ese modo también facilitó la maniobra de “Cambiemos”,
aunque luego votara en contra en la votación de una de las tres “leyes
correctivas”, y se abstuvieran en las otras dos. Massa rosquea con Randazzo, Alberto Fernández y Felipe Solá se acercan al kirchnerismo pero no fueron a San Luis porque la foto daba demasiado K, ¿vieron? y en el Congreso al massismo lo conduce Camaño, o sea: un verdadero cambalache.
Quedan expuestas
así claramente expuestas las distintas posturas con las que “los peronismos”
enfrentan no ya la acción legislativa, sino al gobierno de Macri: desde el
cogobierno abierto (por lo menos en cuanto a las responsabilidades políticas
concierne) del “peronismo federal” hasta la oposición frontal del kirchnerismo
y sus aliados, pasando por la actitud zigzagueante del massismo.
Nada nuevo que no
se viera antes, por ejemplo cuando se trató la reforma previsional (allí el
voto massista fue contrario, pero el “peronismo dialoguista” acompañó aportando
al quórum y levantando las manos); lo cual indica que las tendencias expuestas
llegaron para quedarse; y nada indica que vayan a modificarse en lo inmediato.
En espejo, el pichettismo apoyaba en el Senado la reforma a la ley de los
mercados de capitales que está íntimamente conectada con mantener vivo el mega
DNU, que posibilita a la ANSES crear fideicomisos financieros con “la plata de
los jubilados”.
No sea cosa que
dentro de un tiempo nos enteremos que en este lapso desde que fue dictado ya se
lanzaron algunos, con el asesoramiento del invalorable “Toto” Caputo, cuya
presencia en el Congreso -dicho sea de paso- para explicar sus vínculos con
fondos de inversión que compraron papeles de la deuda argentina fue pospuesta,
en acuerdo de todas las ramas del oficialismo parlamentario: PRO, UCR,
Coalición Cívica y “peronismo dialoguista”.
Precisiones que es
imprescindible hacer en estos tiempos, en los que se discute la estrategia
opositora de cara a las elecciones del año que viene; y abundan los pedidos de
exclusión del kirchnerismo en general y de Cristina en particular, de la
construcción de una alternativa electoral: a la oposición la tienen que definir
los que se oponen al gobierno, no los que actúan como oficialistas, porque de
lo contrario -como ha dicho Cristina- estamos en presencia del intento por
armar una “oposición de diseño”, a la medida de las necesidades del gobierno.
Al paso que vamos, Cristina pasará de ser la mejor candidata, a ser la única
con vocación de competir, si así lo deseara.
Esa funcionalidad
objetiva, concreta y real de buena parte del PJ con los planes de Macri
contrasta paradójicamente con el hecho es de que muchos “autocríticos” y
“postkirchneristas” acusan a Cristina y al kirchnerismo de ser funcionales a
las estrategias de “Cambiemos”, mientras -por decir algo- el único diputado que
ingresó por la lista de Randazzo en la provincia de Buenos Aires aportó al
quórum cuando el gobierno lo necesitaba, votó las tres “leyes correctivas” del
DNU y se fue junto con los legisladores de “Cambiemos” cuando la maniobra era
hacer caer la sesión, para evitar el rechazo del decreto.
Entonces -como
diría Perón- no hay que andar echándonos la suerte entre gitanos, ni perder el
tiempo en ciertas discusiones inútiles sobre los alcances y los límites de la
unidad, con determinados interlocutores que tienen menos ganas de oponerse a
Macri, que el presidente de trabajar.
Aunque el panorama
parezca desolador (y a simple vista ciertamente lo es) de cara al 2019, no
perder de vista que si bien la convergencia de los dirigentes es muy
importante, la de los posibles votantes opositores al proyecto político que
gobierna el país desde diciembre del 2015, lo es mucho más; y a ellos es a los
que hay que seducir.
Y algo nos dice
que, sin tener la certeza de números o encuestas que lo confirmen, la intuición
es que por abajo la cosa está menos desperdigada de lo que sugiere el panorama
del Congreso; y que hay más “colaboracionismo cómplice” entre ciertos sectores
de la dirigencia del PJ, que en su propia base electoral.
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