Los que afirman que el gobierno de Macri tiene -como el Chapulín Colorado- todos sus movimientos fríamente calculados, deberán explicar el papelonazo de la renuncia de "Toto" Caputo al Banco Central mientras Macri pasaba la gorra entre los inversores en Wall Street y le hacía declaraciones de amor a madame Lagarde, Dujovne negociaba con la burocracia del FMI un nuevo desembolso del organismo (que será bastante menor de lo anunciado, si es que llega), y el país está paralizado por una huelga general.
Un signo más de la descomposición del gobierno -si es que faltaran-, que dio por la borda con tres días de relativa tranquilidad cambiaria por el arribo de nuevos fondos especulativos, que movieron a Macri a lanzar su reelección desde las oficinas de bloomberg en Nueva york; otro síntoma de un tiempismo muy particular, por lo mal calibrado.
Por cierto: con la nueva corrida que se disparó con la salida de "Toto", esos fondos perderán lo que esperaban ganar con su entrada a la bicicleta recargada de las LECAPS con interés mensual del 4 %, capitalizable; como le pasó en su momento a Templeton comprando los BOTES en plena corrida, para darle una mano a "Toto": entre tahúres ese tipo de joditas, más tarde o más tenprano, se pagan; el asunto acá es que es con la de todos.
Se va Caputo tras 100 días de gestión que quedarán en la historia: rifó 15.000 palos de las reservas que entraron como deuda con el FMI que habrá que pagar, para que los amigos pudieran fugar, y pese a eso, llevó el dólar de 20 a 40 pesos en ese lapso. Eso sí: multiplicó por dos su patrimonio, saliendo a tiempo de las LEBAC's para pasarse a verdes, al principio de la corrida; por lo que algún juez o fiscal dignos de ganarse el sueldo (si es que aun queda alguno que no responda a los dictados de la banda gobernante) debería asegurarse que tras haberse ido del gobierno, no pueda irse del país.
La salida de Caputo es consecuencia de la sorda pelea que venía librando con Dujovne y la burocracia del FMI por el uso de las reservas, que "Toto" regalaba baratas sin poder contener al dólar; pese a toda la batería de negocios alternativos que fue montando para engordar los bolsillos de los inversores, tarea en la que -habrá que decirlo- Dujovne lo asistió, sin fisuras. Porque en eso no hubo ni hay internas.
Ese contexto hace suponer (aunque con este gobierno nada puede darse nunca por sentado) que ahora las ventas del Central de dólares que no son suyos sino que debe devolver, se retacearán, y en consecuencia aun con un mercado acotado por la recesión (que merma las importaciones) y la no liquidación de los exportadores (eximidos de hacerlo por el gobierno), el billete verde se volverá a disparar, con las consecuencias conocidas: mayor inflación y en consecuencia empobrecimiento de los sectores de ingresos fijos (asalariados, jubilados).
Y también mayor posibilidad de default, porque el Estado necesitará cada vez más pesos, para comprar los dólares que necesita para pagar los vencimientos de la deuda. Lo que a su vez refuerza para el gobierno la necesidad de un ajuste en las cuentas públicas, que encuentra cada vez más resistencia social: el macrismo en su laberinto, que es ni más ni menos que lo que olfatearon los mercados, cuando le cortaron el crédito.
A través de Sandleris (uno de los gestores técnicos del acuerdo con el FMI) el Fondo asume directamente los comandos operacionales de la economía, porque los del país ya los tiene desde que Macri aceptó firmar el stand by: desde entonces para acá no vaciló en entregar primero a Sturzenegger (el tipo que mejor expresaba su pensamiento económico, si es que tal cosa existe) y ahora a Caputo, a quien admiraba por su habilidad para hacer negocios que incrementaran su fortuna personal; una cualidad sumamente apreciada en la escala de valores macrista, aun cuando quedó demostrado que no garantiza el éxito en el ejercicio de funciones públicas tan delicadas, como conducir el Banco Central.
Eso demuestra que Macri está dispuesto a entregar todo, con tal de permanecer a flote, tanto que incluso ha entregado la presidencia, sus atributos y sus potestades constitucionales para dirigir los destinos del país: como aconsejaba Rudi Dornbusch en los tiempos de Anne Krueger, el país está hoy en manos de una buocracia (la del FMI) desprestigiada aun en los países centrales que suelen recomendar seguir sus políticas, que supervisará sus cuentas disponiendo hacia donde va cada peso que salga de ellas.
Un FMI que ya no será -como pensó Macri- el prestamista de última instancia que supla el auxilio financiero que provenía de los mercados, que le cerraron el grifo, sino (como viene siendo en sus últimas intervenciones en contextos de países en crisis) el síndico de la quiebra, cuyo objetivo exclusivo es administrar el patrimonio del deudor, para garantizar que puedan cobrarse de él los acreedores.
En ese marco deberán leerse todos los sucesivos acuerdos que de ahora en más se anuncien, incluso si contemplaran más desembolsos de fondos: ahora se entiende tanta insistencia en meter en el presupuesto una cláusula tramposa para poder negociar otro "megacanje" de deuda, endosándole la cuenta al gobierno que suceda a Macri.
El peor gobierno del que se tenga registro de memoria en tiempos democráticos ha batido su propio récord: el año pasado sepultó la meta de inflación prevista en el presupuesto a las 12 horas de que el Congreso lo aprobara, en aquella célebre conferencia de prensa de los cuatro fantásticos, de los que hoy solo dos siguen siendo parte del gabinete. Ahora pulverizó la inverosímil estimación del precio del dólar contenida en el proyecto de presupuesto para el año que viene, antes de que el Congreso comenzará a analizarlo siquiera en comisiones: ¿quedará aun algún "opositor responsable" dispuesto a votar ese mamarracho?
Con todo y su importancia, estos son los detalles si se quiere técnicos y económicos del asunto, pero los más graves son los políticos e institucionales: Macri hace rato ya que no gobierna sino es gobernado, y como viene advirtiendo entre otros Artemio López, ingresamos en una espiral indetenible de disolución del poder político, y de la autoridad presidencial.
Como consecuencia de ello el país, que ya está sumido en una profunda crisis económica y social, se asoma al abismo de una crisis institucional; porque la descomposición del gobierno transcurre a una velocidad infinitamente superior a la de la articulación de una alternativa opositora en condiciones de hacerse cargo de sus destinos; y con un calendario electoral que parece distante años luz, medido en términos de la magnitud de esa crisis.
Como consecuencia de ello el país, que ya está sumido en una profunda crisis económica y social, se asoma al abismo de una crisis institucional; porque la descomposición del gobierno transcurre a una velocidad infinitamente superior a la de la articulación de una alternativa opositora en condiciones de hacerse cargo de sus destinos; y con un calendario electoral que parece distante años luz, medido en términos de la magnitud de esa crisis.
2 comentarios:
Es evidente que la ignorancia de macri la frase de que el presidente es un cargo adquiere dimension...
Macri quiere seguir a flote.Como buen SORETE que es, flotará sin demasiado esfuerzo.
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