LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

lunes, 3 de diciembre de 2018

DUDAS Y CERTEZAS


Entre el culebrón de la frustrada final de la Libertadores y  la reunión del G20 existe una sensación de país puesto en pausa, como si nada ocurriera; pero siguen pasando cosas. Aun cuando hubo movilizaciones de protesta frente a la cumbre de líderes mundiales (al fin y al cabo, son también parte del folklore global que rodea a esos eventos), existe entre las organizaciones y fuerzas sociales una especie de tregua implícita con el gobierno; más vinculada al deseo de no darle una válvula de escape fácil a sus pulsiones represivas, que al hecho que se vislumbre alguna vía de solución a los problemas sociales o económicos que generan sus políticas, o un ámbito concertado donde encontrarlas.

Después de todo, para mostrarle al mundo que las cosas en la Argentina están mal y seguirán peor no es necesaria ninguna manifestación multitudinaria de protesta: lo están advirtiendo ellos mismos (esta misma semana el New York Times destrozó a Macri en un editorial), y obrando en consecuencia: las inversiones que nunca llegaron seguirán sin venir, ahora con la excusa del miedo del retorno al populismo.

La incapacidad de Macri para conducir el proceso político es percibida adentro y afuera, y a la incertidumbre propia del plan económico se le suma el “riesgo político” por las próximas elecciones: el otro riesgo, el “riesgo país” en alza, da cuenta tanto de las perspectivas de una posible nueva crisis de deuda, como de una derrota electoral de “Cambiemos”; ambos eventos percibidos por “los mercados” como cada día más cercanos y posibles.

Como manda la tensión permanente que reina entre ambos, el capitalismo reclama certezas y seguridades a la democracia, que por definición es incertidumbre y cambio permanente, con escenarios políticos en perpetua construcción. Las dudas que abundan respecto al gobierno, su plan y su futuro son parte de las certezas que existen, más allá de ciertas premisas ideológicas a las que algunos quieren aferrarse: el plan económico no tiene salida, no hay segundo semestre ni luz al final del túnel y la única apuesta del oficialismo -hoy por hoy- es evitar el default, y remar lo mejor posible el ajuste, en medio de la resistencia social y política.

En ese contexto tienen sentido la auto-felicitación de Dujovne por la escasa resistencia al ajuste comparada con su magnitud, y las felicitaciones del FMI al gobierno por cumplir las metas del acuerdo, que tienen el único objeto de generar los excedentes presupuestarios necesarios para el pago puntual de la deuda; mientras es notorio que los dólares del Fondo siguen alimentando la fuga de capitales, y que los datos de la economía real son horribles, se los mire por donde se los mire. Y esos son los datos que están mirando los inversores, le guste o no a Macri y a madame Lagarde.

Así las cosas, el evangelio duranbarista de escindir política, economía y humor social como comportamientos estancos que no se comunican, es tirado por la borda por los propios miembros de la coalición oficialista, que hoy cruje incluso más hacia el interior del accionista mayoritario (el PRO), que por tensiones con los socios menores: allí donde gobiernan y pueden hacerlo, los radicales adelantan las elecciones provinciales para separarlas de lo que suponen un seguro fracaso nacional y evitar que Macri los arrastre al abismo; y Carrió pasó de la presencia permanente en los medios al silencio obsequioso, preludio del posterior desmarque del régimen, en sus horas finales.

Pero esos movimientos no son nada comparados con el reparto de culpas y las internas a cielo abierto entre el gobierno nacional y el de la CABA por el papelón del superclásico, o los arrestos “populistas” de Vidal con los bonos a jubilados y estatales bonaerenses, para hacer más digerible un presupuesto provincial con un ajuste en línea con el establecido en el presupuesto nacional, que seguramente impactará en su imagen e intención de voto.

La crisis política del gobierno se puede ver también en el cambio de vientos en Comodoro Py, con las sucesivas excusaciones en la causa de “la ruta del dinero k”, y en los movimientos de sectores de la cúpula empresarial: Betnaza de Techint visitando el Instituto Patria, las dudas en la UIA, su vicepresidente Moretti calificando como “suicidio” un nuevo voto a Macri, las consultas de empresarios y fondos inversores del país y el extranjero a Kicillof. Hasta el procesamiento de Paolo Rocca (movido por fuerzas que el gobierno desató o intentó aprovechar, y claramente no controla) encendió alarmas en nuestro establishment, que empieza a advertir que vienen por sus cuellos, y no para terminar con la corrupción, sino para quedarse con sus empresas.

Junto con el deterioro de la imagen de Macri y su gobierno (que ahora creen posible revertir porque el presidente lloró en la gala del Colon, así están las cosas), la otra certeza que constatan las encuestas es que crece la opción opositora para las elecciones del 2019, y el punto de acumulación es Cristina; por peso propio, por comparación con el pasado inmediato, por aquello de que la política no tolera el vacío y si el gobierno no frece soluciones hay que buscarlas por otro lado; y finalmente porque el “peronismo alternativo” nunca termina de arrancar, ni siquiera para seducir a los dirigentes “disponibles” del peronismo que arriesgan responsabilidades institucionales en las elecciones del año que viene: legisladores, intendentes, gobernadores.

La imagen del acompañamiento hasta la puerta del cementerio electoral no solo aplica a Macri en su relación con la “oposición amigable”, sino también a aquellos que vienen insistiendo en construir un tercer polo político, prescindiendo de Cristina: la imagen de Pichetto reunido con un personaje de la farándula como Ottavis es bastante demostrativa de la soledad que abunda por allí.

Sin embargo, nada de lo dicho hasta acá implica caer en un falso triunfalismo que de a la elección por ganada, más bien todo lo contrario: el momento exige trabajar en la construcción del instrumento electoral que derrote al macrismo, con el ojo atento al mismo tiempo a lo que éste haga en el tramo final de su gobierno; como por ejemplo los negociados de la etapa final del saqueo ante la certeza de la derrota, como la insólita compensación a los concesionarios de los peajes por la devaluación y la merma en el tráfico, o la venta a precio vil de centrales termoeléctricas.

O los desbordes represivos ante la protesta social, y la constatación de que la pólvora judicial empieza a estar mojada, y el Congreso quedará solo para fuegos de artificio, y no para plantear reformas estructurales; como se puede comprobar en el tránsito de los temas ambiciosos del “reformismo permanente” planteado por Mascri en su discurso en el CCK post elecciones legislativas del año pasado, a la mamarrachesca “ley anti barras bravas” que enviaría a extraordinarias. Y por supuesto también atentos a impedir que un gobierno agonizante asuma en el G20 y en otras instancias compromisos gravosos, que condicionen el futuro del país y el desarrollo del próximo gobierno. Tuits relacionados:

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