LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

jueves, 4 de julio de 2019

EL PERONISMO DEL FUTURO PASADO


Leemos en El Destape Web que Pichetto sigue adelante en su búsqueda de peronistas sueltos para arrimarle a Macri, tras su garrochazo formal al oficialismo; del cual formaba de hecho parte desde 2015. Y no se anduvo con chiquitas, eh: fue a buscar nada menos que a los ex senadores de la Banelco (Branda, Tell, Constanzo y el “Choclo” Alasino), y al ex ministro de Trabajo de la Alianza, Flamarique.

Antes, y luego de comprobar que sus poderes de seducción sobre gobernadores y senadores del PJ eran menores de lo que él pensaba, fue reclutando menemistas y duhaldistas retirados sueltos, como “Chicho” Basile, García Lema, las momias refugiadas en la AGN, Romero, Reutemann o el mismo Menem; lo cual nos da una idea cierta de cuanto de futuro tiene el peronismo del futuro que promete.

En esas tertulias el hombre anda cómodo, tanto como con su nuevo rol de “amigo peronista” de Macri, que cumple para los gorilas el rol del amigo judío, para los antisemitas: hacerlos mostrar como amplios. Pichetto dijo por estos días que hace rato, mucho antes del ofrecimiento de Macri para ser su candidato a vice, él se sentía cercano a las ideas de “Cambiemos”, y no mintió: todo lo que vino haciendo desde el 2015 para acá demuestra que el hombre salió del placard en el que estuvo contenido durante 12 años, y expresa su alivio, se siente cómodo, a gusto, encontró su verdadero lugar.

Alguno podría preguntarse como es posible entonces que fuera presidente del bloque oficialista del Senado durante los 12 años del kirchnerismo, y la respuesta es sencilla: por las mismas razones por las que Martín Redrado fue presidente del Banco Central con Néstor, o Julio Bárbaro presidente del COMFER, en el mismo gobierno: porque durante esos años el kirchnerismo fue una experiencia política emergente de la crisis del 2001 en permanente construcción, con altas y bajas, sumas y restas, agregados y fracturas; que condujo al peronismo desde los instrumentos institucionales de poder del Poder Ejecutivo nacional (como lo hizo Perón desde el 46’, sin ir más lejos), pero nunca lo hegemonizó, al punto de hacerlo homogéneo y sin contradicciones; cosa que por otra parte es imposible en un movimiento político de tal magnitud.

Y para lo que importa, mientras Pichetto fue presidente del bloque del FPV en el Senado, operó para que se aprobaran leyes que impulsaban los gobiernos de Néstor y Cristina en un contexto favorable: la economía crecía, los presidentes eran populares y ganaban elecciones; y cuando los vientos cambiaron, supieron sortear crisis. Y esas leyes ampliaban derechos, recuperaban la capacidad de arbitraje del Estado, afirmaban la dignidad nacional y nuestra capacidad de autodeterminación soberana. Es decir, todo lo contrario de lo que el mismo Pichetto contribuyó a hacer desde 2015, como parte del oficialismo macrista ampliado: como pasó con Barañao, más allá de los hombres, lo importante son las políticas.

Al mismo tiempo que incorporaba a sus filas gente que provenía de otras tradiciones políticas (incluso refractarias al peronismo), el kirchnerismo coexistió con “otros peronismos” en las provincias, en el sindicalismo y en el Congreso, en una convivencia no exenta de roces; incluso con quienes compartían en el una misma mirada del peronismo, o muy parecida: Gildo Insfrán en Formosa, Alberto Rodríguez Saá en San Luis o Carlos Verna en La Pampa expresaron y expresan experiencias que algunos tildarían de conservadurismo populares, pero de las que no se puede negar el carácter peronista, porque supieron mantenerse a salvo de la contaminación del virus neoliberal: condujeron y conducen Estados presentes, con fuerte inversión pública para garantizar servicios esenciales, sostienen fuertes sistemas de salud y educación públicas, y despliegan políticas de contención social e inclusión.

Y frente al kirchnerismo oscilaron entre el apoyo abierto o negociado, y la franca oposición, según el caso. Puede que, por prejuicios puramente estéticos, no se adapten a la idea del peronismo que tiene cierto progresismo bienpensante de clase media urbano que miró con simpatía la experiencia kirchnerista, o incluso formó y forma parte de ella; pero en tal caso el problema es más de ellos y sus prejuicios, que del peronismo. Este fenómeno de la coexistencia de “los peronismos” se puede repetir ahora, corregido y aumentado en cuanto a la “colegiación” del poder al interior del peronismo tras un ciclo de fuerte autoridad presidencial (el de los gobiernos de Néstor y Cristina), dependiendo claro está de que se ganen las elecciones, y de la impronta que le imprima Alberto Fernández a una eventual presidencia suya.

Pichetto hoy, armando un bonsái de “peronismo presentable” a la medida de Macri y de los deseos de estabilización política a largo plazo del establishment, nos muestra el posible destino que le esperaba al peronismo tras la experiencia menemista y la crisis terminal del 2001, si no hubieran aparecido en escena Néstor y Cristina: un mero “partido del orden”, simple suma de cacicazgos provinciales, sin visión nacional, dispuesto a cogobernar o alternarse en el poder, sobre la base un mismo proyecto, que es a su vez la negación misma del proyecto histórico del peronismo.

Es la misma idea que, sin ir más lejos, encarna también Schiaretti cuando dice que el peronismo cordobés (que es cada día más cordobés, y menos peronismo) no apoya ningún candidato presidencial; como si la suerte del país le fuera indiferente a la provincia que gobierna. Para los que piensan así, el kirchnerismo fue una excepcionalidad, de la que hay que arrepentirse si se la acompañó, y en cualquier caso, asegurarse de que no se volverá a repetir. A no engañarse: no son los únicos que piensan así, porque hay muchos que por lo bajo participan de la misma idea, pero se guardan bien de expresarla; y más aun, de ponerla en acto pegando el salto como Pichetto, por razones de estricto pragmatismo. 

Rendidos ante la evidencia de las encuestas, advirtieron que asirse a los maderos del naufragio macrista no era tan buena idea como pensaban un par de años atrás. Esos años -por ejemplo- en los que designaron a Pichetto como Secretario de Acción Política del Consejo Nacional del PJ, cargo que (si la memoria no es fiel) aun hoy detenta formalmente, cuando ya es el candidato a vicepresidente del antiperonismo. En todo caso hay que celebrar desde este lado (y recordar) que se sostuvieron posturas frente al macrismo que construyeron electorabilidad en grado tal, que forzaron a que la aguja del pragmatismo de muchos girara en esta dirección (provocando fotos como ésta), y no la del gobierno, o los "peronismos alternativos".

En la etapa que viene (como el durante el kirhnerismo) deberán convivir bajo un mismo dispositivo de unidad política construida para estas elecciones distintas legitimidades, con la presencia gravitante en términos electorales de CFK, pero corrida del centro institucional de las decisiones formales del Estado. Habrá que ver, si se gana, cuanto corrida de la orientación política de la gestión, de la que hoy por hoy es garante ante buena parte del electorado; detalle este que suelen pasar por alto los que le piden que se corra más aun, que no protagonice, o que se esconda al kirchnerismo durante la campaña, como si a cada paso se estuviera pidiendo perdón por lo que se hizo y prometiendo que no se volverá a repetir, que se haga autocrítica como si no la hubiera hecho, en la práctica; tendiendo puentes con aquellos de los que se había distanciado, empezando por el propio candidato a presidente del espacio que llegó allí por un enorme acto de generosidad política de su parte. 

Se comprende, en las actuales circunstancias y contexto electoral, la necesidad de moderar el discurso, correrse al centro, seducir electores independientes o plantear otros ejes discursivos para desalentar temores: por eso justamente aparece la candidatura de Alberto Fernández. Sin embargo, eso no debe llevar al extremo de desdibujar la propuesta, porque el riesgo de “pichettizarse” está a la vuelta de la esquina, y si se quiere desplazar a Macri, hay que demostrar que somos distintos a él, y haremos las cosas de otro modo; por supuesto que también distintas que como las hicimos antes, porque el contexto es otro. Más que distintas: mejores.

Pero si el peronismo hoy tiene chances de volver a gobernar la Argentina, es antes que nada por lo que hizo cuando le tocó hacerlo, en su encarnación kirchnerista; y eso se expresa en la potencia electoral de la figura de Cristina: el kirchnerismo no fue un “post peronismo”, o una instancia superadora del movimiento creado por Juan Perón, sino la mejor versión posible del peronismo, la que mejor respondió a su naturaleza y recuperó lo mejor de su tradición histórica, en las circunstancias políticas concretas en las que le tocó actuar.

Esa impronta es la que hay que mantener, en medio de esta campaña electoral, y en un futuro gobierno si el pueblo vuelve a confiar en nosotros, en un territorio en permanente disputa como lo es el peronismo desde siempre en vida de Perón y tras su muerte; como decíamos acá hace un par de años atrás para estas fechas. Tuits relacionados:

1 comentario:

jus dijo...

lxs gorilxs encubuertxs que exigen desde hace mas de tres añosuna autocríca al peronismokirchnerista, q empiecen por pedirle autocrítica 1º a alconada mon que escondióp los papeles panameños hasta 2016 y acro seguido a la catastrófica administracion inflacionaria, endeudadora , hambreadora que nos lleva de nuevo a la sitruacion inadmisible de pais inviable