LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

jueves, 15 de agosto de 2019

EL PLAN TRES EMPANADAS


Escuchando el pedido de disculpas de Macri ayer, es difícil resistir la tentación de compararlo con un marido golpeador, banalizando un grave problema social como la violencia de género. Era inevitable además pensar que, tal como los golpeadores, en el pedido de disculpas estaba subyacente la próxima agresión: "perdonáme por tratarte mal, y volvéme a votar, para tratarte peor".  

Sin embargo, hay algo de escalofriante en esa transición que hace su verdadero yo (el que se mostró en la conferencia de prensa del lunes, enojado con los votantes y propinándoles el castigo de dejar trepar el dólar “para que vean lo que votaron”), y el Macri coacheado luego de pasar por el filtro de la presunta corrección política, que pide perdón en un mensaje grabado y leído: asusta ver como un tipo capaz de descargar el ajuste más impiadoso sobre la inmensa mayoría de los argentinos mientras les dice que es indispensable, es al mismo tiempo arcilla blanda en manos de los gurúes de la comunicación política. Asusta sobre todo recordar que semejante engendro nos gobierna, y en sus manos está nuestro destino.

A menos de una semana de habernos dicho que para votarlo no hacían falta ni argumentos ni explicaciones, ahora quiere convencernos de que lo hagamos ofreciendo limosna o migajas, frente a la magnitud del daño social ocasionado por su gobierno. En ambos casos, hay no obstante un hilo de coherencia, que pasa por lo que Macri supone que somos: descerebrados que no podemos pensar por nosotros mismos y debemos confiar en lo que él nos dice, o mercado electoral barato, que se compra por dos pesos.

Eso cree Macri que valemos, que vale nuestro voto: dos mil pesos, a pagar en dos cuotas, de acá a las elecciones. Una visión de patrón de estancia, que les suelta unos pesos a los peones para asegurarse de que no se le retoben; y lo disfraza de compasión y sensibilidad.

Con tal de aferrarse al poder, no vacilan en apelar a lo que siempre dijeron denostar (el clientelismo), y lanzan una batería de medidas (parches insuficientes en el contexto caótico que vive el país) que -dicen- costarán unos 56.500 millones de pesos: los mismos tipos que le dijeron irresponsable a Alberto Fernández por proponer que vuelva la cobertura integral de medicamentos para los jubilados (que cuesta la tercera parte de eso); o por decir que prefería aumentarles un 20 % los haberes, en lugar de seguir pagando los astronómicos intereses que se pagan por las LELIQ’s; que dicho sea de paso, no paran de crecer desde entonces.

La gestora del “plan 3 empanadas” fue Carrió, que al parecer ya no cree tan ciegamente en que los argentinos los van a acompañar en la presunta cruzada de regeneración moral en la que estarían embarcados, sin pedir nada a cambio: al parecer, para seguir en la travesía del desierto hacia la tierra prometida es necesario aflojar un poco con el impuesto que prometieron que nadie pagaría (Ganancias), para que a la clase media le quede resto...para poder comprar dólares.

Para peor, en la mejor tradición radical, Macri habló con el corazón (si es que tiene tal caso), y “los mercados” le contestaron con el bolsillo: no había terminado de hablar cuando siguieron trepando el dólar, y el riesgo país, porque aunque en el imaginario trastornado del gobierno y su laboratorio electoral confíen en revertir la derrota inevitable, “los mercados” ya no les creen: Visto desde su lugar, ese que el propio Macri nos expuso en la conferencia de prensa del lunes, están muriendo por mano propia.

Estos muchachos no terminan de asimilar el piñazo que se comieron el domingo, aunque apelen a las metáforas boxísticas en las redes sociales, comparándose con Muhamad Alí; cuando en realidad están más bien como Nino Benvenutti, después de pelear con Monzón. Siguen creyendo que con un par de pases mágicos y sacando algún conejo muerto de la galera tuercen el rumbo, sin advertir que esa subestimación profunda del pueblo argentino también fue puesta en tela de juicio el domingo pasado: cada vez más gente rechaza que tomen la parte por el todo, suponiendo que todos somos iguales al núcleo duro de voto siquiátrico que los sigue, y que por estas horas organiza cacerolazos contra el supuesto fraude...orquestado por la oposición.

Como decía ayer Mario Wainfeld en su nota de Página 12, el problema es que estamos en el peor momento, conducidos por el peor de todos, y a que a este paso, el país no aguanta cuatro meses más de este escenario.

Es más, si no ha terminado por incendiarse todo aun no es precisamente por la pericia del presidente (que no para de echar baldes de nafta) para pilotear la crisis, sino por la mansedumbre del pueblo argentino, mansedad que en este contexto viene siendo una muestra de sabiduría política: ya hizo lo que tenía que hacer, el domingo, llenando las urnas de esperanza y rechazo, ya le dijo a macri lo que pensaba de él y su gobierno. Y lo cagaron a pedos por eso, aunque luego hicieran como que le pedían perdón.

Lo que no significa que Macri pueda seguir tensando la cuerda hasta el infinito, y faltándonos el respeto, de mil modos distintos. Porque como dijo alguien que de esto sabía, cuando los pueblos se cansan, suelen hacer tronar el escarmiento, y de hecho ya lo han hecho en las urnas. 

Ojalá podamos transitar en paz estos meses que nos restan hasta que se vayan; pero no va a ser sencillo en Argentina, el extraño caso de un país que se quedó sin gobierno, y cuya paz social depende exclusivamente de la tolerancia y sensatez de su pueblo; y de la oposición política en general, y de la que se prepara ser gobierno, en particular. Tuits relacionados:

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