LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

sábado, 31 de agosto de 2019

IRREEMPLAZABLE



Cristina es, hoy por hoy, el hecho irreemplazable de la política argentina. Puede sonar extraño decirlo justo ahora, cuando ella misma decidió correrse del centro de la escena para generar la candidatura de Alberto Fernández; y cuando ella misma también está apelando -como ayer en La Plata- a las nuevas generaciones que vienen a tomar la posta, pero es así.

Es irreemplazable primero que nada y antes que todo, por ese vínculo mágico e irrepetible que genera en la multitud, con la gente común y sencilla, sin necesidad de mediaciones de aparatos partidarios,; vínculo personal, directo e intransferible. Ese vínculo por el cual para muchos argentinos encarnó el nombre de la esperanza en estos años difíciles, y por el cual muchos de ellos depositaron en las urnas el 11 de agosto la boleta del "Frente de Todos", y no un sobre vacío, o con una feta de salame adentro.

Si esta crisis no decantó hasta ahora en una implosión como la del 2001 es porque la gente angustiada y desesperada vio una salida política, y a la construcción de esa salida Cristina, sin ser la única que lo hizo, contribuyó como nadie podría haber contribuido; por su enorme gravitación política y peso específico propio. Ella está ahí como garante de que había salida, y era entre todos, y con todos; pero no olvidemos que para millones de argentinos, era con ella, o no era.

Porque aunque a alguno les pueda doler que lo recordemos hoy, a Cristina la quisieron jubilar, silenciar, mandarla a cuidar los nietos, y no solo de afuera: también de adentro. Sobre todo de adentro, para ser más precisos. Pero el tiempo pone las cosas en su lugar, y ella está ahí, en el lugar que se ganó: en el centro del corazón de millones de argentinos.

Y está allí y es irreemplazable también por su capacidad de comprensión histórica, porque fue como si Messi hubiera entendido que en la selección el tenía que resignar lucimiento personal para arrastra marcas, y permitir que sus compañeros quedaran libres para meter los goles. Si ganaba o no igual siendo candidata ella, o si la diferencia hubiera sido mayor o menor, no lo sabremos y cada uno puede tener su propia intuición al respecto. Lo que importa es que Cristina hizo lo que nadie esperaba, sin que la obligaran, y nos trajo hasta acá.

Por eso es irreemplazable, tanto como porque además representa un modo de entender y hacer la política que nos dijeron que estaba condenado al pasado, a los libros de historia y a la derrota electoral inexorable porque tenía "techo bajo" y otras bobadas: la política de la autonomía de la política frente al seguidismo de los reclamos corporativos, del discurso estructurado en torno a ideas claras frente al compendio de frases huecas de sobrecitos de azúcar, de la representación concreta y decidida de intereses frente al surfeo sobre la ola de encuestas para detectar "que piensa la gente" en una coyuntura determinada, la de asumir los conflictos sin falsas neutralidades frente a los que creen que se puede "gobernar para todos", que es el modo más seguro de terminar gobernando para pocos.

Cristina representa también la política que reivindica a la militancia, el preciso registro histórico de lo que cada uno hizo o dejó de hacer en cada coyuntura histórica, diciendo verdades aunque sean incómodas y duelan o parezcan "pianta votos" según la cátedra de los monos sabios que nunca pegan una; y seríamos injustos con ella si dijéramos que es irreemplazable porque la comparamos con el enanismo político de Macri y los funcionarios de su gobierno, que en todo caso no hicieron más que agigantarla en la perspectiva histórica.

Nada de esto implica desconocer el rol de Alberto Fernández, que es el candidato, el que va a ganar, y el que tendrá la enorme responsabilidad de presidir los destinos de este país, con todo lo que implica ser presidente en nuestra tradición política. El primer que lo sabe es él, y lo ha dicho: sin Cristina no estaría en el lugar en el que está, tan sencillo como eso.

Significa simplemente asumir en toda su complejidad y riqueza el proceso político de construcción del "Frente de Todos", teniendo en claro exactamente como se formó; porque del mismo modo en que se formó deberá ser su gobierno, si -como todo indica- los argentinos le confían en las urnas esa responsabilidad: reflejando esa complejidad y esa riqueza en políticas públicas que restañen heridas, restauren derechos, alivien dolores. Como hizo Cristina cuando le tocó gobernar, y por eso es lo que es, y es irreemplazable, en más de un sentido.

El contexto será distinto, claro, las dificultades mucho mayores, por supuesto; pero ante cada acechanza, presión, apretada que seguramente vendrán para el futuro gobierno (ya están viniendo, porque Macri ya fue, como dice el hit del momento) habrá que pensar en Cristina, en todo lo que ella tuvo que aguantar en términos personales y políticos, en el poder y en el llano, y como respondió. Y en la gente para la que se volvió irreemplazable -sobre todo- porque nunca aflojó, ni los defraudó, ni les hizo pagar costos que tenían que pagar otros.

Esa gente para la cual Cristina es la garante de los tiempos por venir, aunque haya decidido con generosidad no ser la protagonista principal: no se trata entonces de que el futuro gobierno y el futuro presidente tengan que ser exactamente iguales que ella porque además sería imposible, en tanto cada uno tiene su impronta propia y es lógico que así sea; y una Cristina no nace todos los días. Es necesario sí que entiendan la política y la lleven a la práctica como lo hizo y lo hace ella, y por eso se convirtió en irreemplazable. 

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