Es una impresión nuestra o está recontra empepado? https://t.co/6Di1jyBaGA— La Corriente K (@lacorrientek) August 25, 2019
Después de la marcha de apoyo al gobierno del sábado, hubo quienes "de este lado de la grieta" celebraron que esos sectores se expresen en público, y se muestren tal cual son, sin filtros ni mediaciones de corrección política. Es un modo de verlo, ciertamente: una marcha hecha "para defender la democracia", espoleada por la oposición al hecho más democrático de todos (una elección, perdida, para más datos), y con consignas antidemocráticas; advirtiendo implícitamente que los que marcharon no están dispuestos a aceptar una derrota electoral, a la que solo conciben como posible por medio de un fraude.
Fraude perpetrado por la oposición, consignas democráticas en contra de un resultado electoral contundente y marchas públicas contra un gobierno que aun no asumió sus funciones; porque de eso se trataba lo del sábado: del primer cacerolazo contra Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Que no se diga que los argentinos carecemos de originalidades políticas.
En nuestra modesta opinión, no parece que la marcha tenga la menor posibilidad de modificar los resultados de las próximas elecciones, o incidir en ellos: está muy claro que se movilizó el núcleo duro del voto macrista (parte de él), con consignas que solo pueden incluirlos a ellos. Hace rato ya que el macrismo rompió sus puentes de diálogo con el resto de la sociedad, primero con sus políticas de gobierno, y ahora, en su fase terminal, en su estrategia política de captación de votos.
No es fácil intentar un análisis de ese sector de la sociedad que se movilizó el sábado, sin internarse en los dominios de la psiquiatría: personas furiosas (el estado en el que han transitado la mayoría de ellas todos los años de éste, "su" gobierno, que se prometió como "la revolución de la alegría"), en estado de beligerancia y alerta permanente contra la amenaza del "retorno de los bárbaros", que se autoatribuyen el monopolio de la decencia, el esfuerzo para que el país funcione y los auténticos valores democráticos; excluyéndonos al resto, que seríamos ladrones, vagos y autoritarios.
Aunque comprendamos el "entusiasmo" porque esas personas, con ese discurso y ese núcleo de ideas, hayan salido del clóset, permítasenos dudar de sus reales credenciales democráticas; las que como es sabido suponen en primer lugar, aceptar la derrota en las urnas, como hicimos nosotros en el 2015, sin ir más lejos.
Y permítasenos también expresar preocupación por el grado de alienación absoluta de la realidad que demuestra Macri, que en medio de una crisis fenomenal que él mismo ha provocado y tiende a agudizarse día a día, y luego de lo que él mismo calificó como un palazo electoral, pasa en minutos del enojo contra el electorado, al entusiasmo estimulado o la alegría coacheada: nadie en esas condiciones puede gobernar un país con los problemas que hoy tiene la Argentina, ni ser el más indicado para encararlos y resolverlos en el futuro.
Esto último no es una afirmación nuestra sujeta a discusión: aunque los que marcharon el sábado prefieran ignorarlo, es lo que entendieron más de las dos terceras partes de los argentinos, en las PASO del 11 de agosto.
Pero un presidente alienado y una "minoría intensa" flojita de papeles en materia de convicciones democráticas (aunque de la boca para afuera diga lo contrario), conforman un combo que es una muy mala noticia para la tan meneada transición, que ya comenzó: si se sabe ver, los que marcharon el sábado para apoyar al gobierno no confían tanto en que pueden revertir la derrota electoral, como en que más tarde o más temprano, "van a volver". La marcha fue así un remedo pobre y anticipado de la despedida de Cristina en una Plaza de Mayo repleta, el 9 de diciembre del 2015.
Sin embargo, las "minorías intensas" no son un asunto para tomárserlo políticamente a la ligera: que lo diga si no el macrismo, que con ese mote pretendió dar por concluido al kirchnerismo, que terminó siendo (con el inestimable apoyo de su desastroso plan de gobierno) la piedra angular de la construcción política que está a punto de desalojarlo del poder, por voluntad de la mayoría del pueblo argentino.
Las "minorías intensas" (como la movilizada el sábado) expresan una voluntad política, y en este caso particular representan no tanto un problema electoral, porque con ese discurso es impensable que puedan ensanchar sus márgenes. Son un problema político a futuro, para el próximo gobierno, y muy serio: una fuente constante de inestabilidad política, que conspiran y conspirarán contra todos los intentos de pacificación política "para cerrar la grieta", por más bienintencionados que sean.
Mientras este tipo de marchas, protagonizadas por estos mismos sectores, fueron durante el gobierno de Cristina la chispa de la expresión de la disconformidad social contra algunas políticas del kirchnerismo, que terminaron aglutinando otras voluntades para darle el triunfo a Macri, hoy están pariendo un modelo de "oposición a la venezolana" para el gobierno futuro.
Si hasta tienen a su propia Corina Machado, la inefable Elisa Carrió; que dispara denuncias de fraude a troche y moche, sin aportar jamás una puta prueba, por supuesto. La jugada es muy evidente, y no tiene por objeto revertir el resultado en octubre; solo algunos gerontes extraviados que marcharon el otro día pueden creer que eso sea posible. La idea es deslegitimar de antemano el casi seguro triunfo de la fórmula FF, porque de ese modo crearán un contexto político en el que toda forma de oposición al nuevo gobierno (sea o no democrática), estará justificada.
Como en Venezuela. Es gente que se está entrenando ahora para una especie de "resistencia civil" contra una dictadura en ciernes...surgida del voto popular.
No tener en claro estas cuestiones, y desperdiciar esfuerzos en tratar de aplacar la furia de estos sectores sería un grave error que el próximo gobierno no puede darse el lujo de cometer; siendo a su vez que ese tercio psiquiátrico de la sociedad argentina no son solo los que marcharon el sábado: tiene sus terminales y correlatos en los medios masivos, en el empresariado y en un conjunto de instituciones representativas del "establishment" siempre listas a reclamar que sus deseos sean satisfechos; aunque se contrapongan con los intereses de la gran mayoría de los argentinos.
A los que el futuro gobierno tiene sí que contener, incluir e integrar (y seducir de acá al 27 de octubre) son a los millones de argentinos que han sido perjudicados por las políticas de Macri, que son los que lo trajeron hasta acá, a las puertas del triunfo, con su voto. Es decir, no perder de vista que las "minorías intensas", por muy intensas que sean, no dejan de ser eso: minorías. Y el que viene debe ser un gobierno de mayorías, para las mayorías. Tuit relacionado:
Tenemos claro que todo ese geriátrico que se movilizó hoy en apoyo a Macri no cree un sorete en la democracia, si pudieran nos volverían a proscribir y va a ser difícil que acepten su inevitable derrota, no?— La Corriente K (@lacorrientek) August 24, 2019
1 comentario:
Si no lo conociéramos uno diría que mas que pepas tomó merka.
Perdido todo control inhibitario grita como un barra cuando su equipo pierde 3 a 0 pero le queda todo el 2º tiempo. Debemos entender que a nuestro presidente lo único que la interesa, de lo que sabe y de lo que se informa es de fútbol. Y así funciona.
La que pareciera por primera vez entender algo es la mujer. No lo miren a él. Pongan mute y miren a Awada. Lo quiere parar con la mano en el hombro hace sonrisas de vergüenza.
Al final Macri se da vuelta y grita como un descosido a coro con la multitud que difícilmente lo pueda oir sin micrófono. Exaltado ante su primer baño de pueblo.
No se está equivocando. Nunca entendió nada. Igual no lo molestemos.
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