La imagen de apertura está armada con las capturas de pantalla de ésta nota de La nación, y de ésta otra de El Litoral, ambas de la edición de ayer.
En la tribuna de doctrina el "tano" Rattazzi le reclama al gobierno otra devaluación, porque considera que el actual tipo de cambio "ha quedado bajo", y eso desalienta las exportaciones y alienta las importaciones; al tiempo que toma nota de la recesión brasileña.
Con ingenio digno de mejor causa, señala algo que es parcialmente cierto: un tipo de cambio bajo alienta la llegada de capitales golondrina, que vienen a hacer ganancias financieras de corto plazo y se van.
Parcialmente cierto: los capitales golondrinas vienen más atraídos por la rigidez del tipo de cambio (o sea su estabilidad en un largo lapso de tiempo, "percibida" por el mercado), y la posibilidad de hacerse con ganancias fáciles con la conjunción de otras variables, como por ejemplo la tasa de interés: la "bicicleta" posibilitada por Sturzeneger entre las LEBACS y los contratos del dólar a futuro es un buen ejemplo, hay otros.
Y muy suelto de cuerpo, Rattazzi dice estar preocupado por "las economías regionales", que se perjudican (dice) por un tipo de cambio bajo; cuando la evidencia concreta post levantamiento del cepo y consiguiente devaluación es exactamente la contraria: ni la fruticultura, ni la lechería ni la vitivinicultura, ni otros sectores similares han reaccionado positivamente a la suba en el tipo de cambio.
Porque exportar más no depende de eso, ni de la eliminación de gravámenes como las retenciones, tal el cuentito eficazmente vendido por "Cambiemos" como promesa electoral la segunda, como anuncio/desmentida la primera.
De hecho el artículo del diario (por poco tiempo) del "Loco Lindo" demuestra también que el argumento "devaluemos para exportar más" es una falacia, y en el propio sector de Rattazi, la industria automotriz: las ventas al exterior de las empresas con sede en Santa Fe (básicamente General Motors con su planta de General Alvear, y las fábricas rafaelinas de válvulas) cayeron un impactante 47 % interanual, en el primer bimestre; pese a la devaluación y a la eliminación absoluta de las retenciones a las exportaciones industriales que dispuso Macri.
Porque exportar depende de las condiciones de mercado y demanda del producto, mucho más que del tipo de cambio o los impuestos que se cobren: si Brasil (principal destino de nuestras exportaciones en general, industriales en particular y automotrices en primerísimo lugar) se sigue cayendo a pedazos, aunque al dólar lo pongan a 30 pesos, la situación va a seguir igual, en cuanto al volumen de exportaciones refiere.
Lo que no va a seguir igual -por supuesto- es la tasa de ganancia de tipos como Rattazzi, que licuarían aun más su costo salarial ("alto en dólares", según dicen frecuentemente), y la levantarían con pala aun en un contexto recesivo, compensando vía aumento del tipo de cambio la caída en las ventas, y el aumento de otros costos como la energía, por los tarifazos.
La preocupación de Rattazzi por el aumento de las importaciones es risible, siendo como es el CEO de una multinacional con estructura de proveedores integrada y desarrollada de acuerdo con su propia lógica, y no con la de un modelo productivo de desarrollo nacional autónomo con -por ejemplo- una industria autopartista vigorosa que provea a las terminales automotrices que funcionan en el país, todas ellas filiales de multinacionales.
De hecho, el sector automotriz es -junto a la industria fueguina de electrodomésticos- el que genera la mayor presión importadora sobre el comercio exterior, y la mayor demanda de divisas; que presionan al tipo de cambio y agudizan el fenómeno de la restricción externa.
Lo interesante del pedido "disfrazado" de devaluación de Rattazzi es que desnuda que la apelación de Macri hace poco en Olivos a los 100 empresarios más importantes del país (entre ellos el propio CEO de Fiat) a invertir y mantener los empleos, va rumbo al más absoluto de los fracasos: seguirán despidiendo o suspendiendo personal cuando lo crean necesario, y demandando más concesiones del gobierno, cuando lo estimen conveniente para sus intereses.
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