LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

miércoles, 20 de marzo de 2019

APUNTES DE CAMPAÑA VII


* Aunque seguramente no faltarán quienes digan que el reportaje de Macri con Majul del domingo pasado (con más rebote en los medios y las redes sociales, que espectadores en vivo y directo)  es otra pieza de ingeniería de la infalible maquinaria comunicacional oficial, pareció un tiro en el dedo gordo del pie: un Macri enojado (como se lo ve cada vez con más frecuencia últimamente) demostró que no puede soportar ni siquiera un mano a mano con un obsecuente del régimen sin patinar, ni decir idioteces.

Como por ejemplo descargar las acusaciones de corrupción que siempre lo persiguieron, sobre el cadáver aun tibio de su padre, frase que en definitiva se terminó robando la nota: nadie habló de otra cosa, porque además no había mucho más para hablar. Digresión: para los que dicen que hoy la gente vota por sensaciones, sentimientos o estados de ánimo, y desde allí analizan cuáles deben ser las formas de comunicación política, en apenas tres días se pudo ver a una madre defendiendo a su hija de acusaciones dirigidas en realidad contra ella, y a un hijo culpando a su padre muerto, de delitos que son también responsabilidad.

* Decíamos que a Macri se lo ve últimamente siempre enojado, y se puede aventurar con que o quien: la realidad, sus detractores, la oposición, el “círculo rojo”, las encuestas. Puestos a conjeturar, pensamos que con los mismos con los que estaba enojado en su discurso en el Congreso, es decir, con los propios: con los socios de la coalición oficialista, con los sectores internos del PRO que deslizan -casi en susurro- que no debería ser el candidato oficialista y con la parte del “círculo rojo” que alienta la candidatura de Lavagna.

En éste último caso, cuesta creer que en realidad esté enojado con el ex ministro de Duhalde y Kirchner, al que le dedicó un párrafo en el reportaje, pero que electoralmente no mueve el amperímetro. A menos que -como sospechamos- tenga la información de que puede morderle votos a él, sin afectar la cosecha de Cristina; con lo cual tendría la capacidad de causarle daño y hacerlo perder en primera vuelta, a manos de la principal opositora; aunque la propaganda oficial (y la de parte del resto de la oposición) diga que es la más funcional.

* Hablando de Lavagna: el hombre construye su candidatura con la parsimonia y los modos con los que el Procurador Alvarez construía el gobierno de la Corte Suprema en las vísperas del 17 de octubre del 45’, y parece tan fuera del tiempo político como él: supedita su candidatura a un amplio acuerdo que exceda al peronismo, y en el que se bajen todos, desde Cristina hasta Sergio Massa, el electrón suelto de “Alternativa Federal”, que parece responder a su propia agenda.

Eso, sin contar con que entre el electorado sub 30 (de cada vez mayor gravitación en el padrón) Lavagna es un perfecto desconocido, como que pasaron 12 años desde su última (y única) aventura electoral,  y 14 desde su salida del gobierno de Néstor Kirchner: en la Argentina y en política, una eternidad. Para peor, sus pretensiones de prolijidad contrastan fuertemente con el entusiasmo que despierta su candidatura en personajes como Barrionuevo; que en eso coincide con Betty Sarlo, o el socialismo santafesino: toda una (in) definición sobre lo que representa en realidad el ex ministro de Economía, o lo que podría esperarse de un gobierno suyo.

* Lo que nos lleva a otro tópico espinoso: parece ganar fuerza la idea de que, en las actuales circunstancias, “cualquiera le gana a Macri”; lo que por un lado dispersa la oferta opositora porque más de uno se cree con chances (sin esa percepción carece de sentido el esfuerzo de Massa), y por el otro omite señalar que eso no significa -sin más- que cualquiera esté en condiciones de gobernar después de Macri, y asumir su (esta sí que) pesada herencia.

Precisamente gran parte de la potencia electoral de Cristina radica en que  una buena parte de la sociedad asume que ella cumple con ese requisito, que es lo que el momento demanda. Tanto, que las especulaciones sobre que no sería candidata que generó su video hablando de la situación de Florencia produjeron una sensación de vacío, o de páramo habitado por liliputienses electorales, eso sí: con ambiciones más grandes que sus posibilidades reales. Por eso es falso que una eventual declinación de Cristina ordene el panorama en el peronismo y la oposición: por el contrario, lo desordena; porque pulularán los autopostulados como salvadores, con escasa predisposición a resignar aspiraciones personales, en aras a una construcción colectiva.

* La economía se sigue hundiendo en el pozo (y a su ritmo, Macri en las encuestas), y nada indica que vaya a repuntar; aunque el gobierno ensaye la misma receta que le dio buenos resultados en las legislativas del 2017: administrar dosis moderadas de populismo, en las cercanías de las urnas, con el aumento de la AUH, el planchado de las tarifas del gas en invierno (difiriendo el aumento al verano) o el relanzamiento de los créditos de la ANSES.

Antes que eso (es decir, en la apremiante coyuntura actual) el presidente, sus funcionarios (Dujovne, Braun) han ingresado en la fase de la negación de la crisis, negación compartida con la burocracia del FMI: “estamos mal pero vamos bien” parece ser el mensaje,  tanto como la perseverencia en el mismo rumbo seguido hasta acá, y que condujo al desastre. El gobierno y el Fondo, ataron su suerte el uno al otro, y si caen, caerán juntos; pero con un detalle no menor, que los diferencia: el FMI no debe ir a elecciones, ni hacer campaña prometiendo que esta vez sí, el enésimo ajuste nos deparará un futuro mejor.

* En los últimos días los radicales mermaron en los gestos de desmarque del gobierno, acaso como una conjunción de factores. quieren ver como sigue la cosa, necesitan de los votos del PRO en algunas provincias y municipalidades que gobiernan y espían con el rabillo del ojo cuan serio es lo de Lavagna, para ver si les conviene pegar el salto para ese lado.

Y en parte también porque suponen que en el estado actual de debilidad de Macri si lo empujan se cae, y no quieren cargar ellos con el sambenito que siempre le atribuyen al peronismo de impedir que gobiernos de otro signo concluyan su mandato: aun hoy De La Rúa le atribuye a Alfonsín y a la nomenclatura partidaria corresponsabilidad en su caída, y si en algo coinciden todos los radicales, es en la lecturas autoexculpatorias de sus propios fracasos.

* Por si a alguno le quedaban dudas sobre el grado de vinculación de D’Alessio con el dispositivo político de su gobierno, Macri se encargó de despejarlas de un plumazo, promoviendo la destitución de Ramos Padilla en el Consejo de la Magistratura. Otro tanto hizo el grupo de tareas de Comodoro Py con el insólito procesamiento de Bonadío a Cristina en la causa del gas licuado (basado en una pericia trucha y en el testimonio del “loquito suelto” ahora detenido), y el periodista Santoro, confesando que ante el temor de un allanamiento, borró todas las conversaciones de su celular.

De cualquier modo, la persecución judicial de los opositores (en especial de Cristina) parece ser un recurso agotado en su eficacia para el gobierno, y del que incluso podría no disponer en el futuro en su caja de herramientas: todo indica que los días de Stornelli al frente de la causa de las fotocopias de los cuadernos están contados, y el mecanismo está irremediablemente dañado a partir del affaire D’Alessio. Ya no resultará tan sencillo encontrar en los tribunales kamikazes como Bonadío, dispuestos a inmolarse por la causa, sobre todo sin garantías de salvoconductos políticos en el futuro, algo que -como casi todo en el país- depende de lo que digan las urnas en octubre. El respaldo de la Corte Suprema a la investigación de Ramos Padilla así lo comprueba.

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