¿Se acuerdan cuando en el medio del bardo de la 125 todos decían no entender que hacía la Federación Agraria al lado de la Rural y de CRA, supuestamente haciendo de idiotas útiles o carne de cañón de los oligarcas, cuando en realidad tenían que estar asumiendo la defensa de los pequeños y medianos productores?
El conflicto fue un aprendizaje para muchos, y advertimos entonces que nos seguíamos manejando con categorías y esquemas mentales antiguos, al igual que la gran mayoría de la clase media, que veía "esforzados chacareros" donde había millonarios panzones y rentistas de pooles de siembra.
Parte de ese equívoco conceptual es el supuesto "progresismo" de la Federación Agraria, que vendría a ser algo así como la izquierda de las patronales agrarias; una idea que seducía a gente como Lozano, De Genaro o Pino Solanas, porque además les financiaban las campañas y los documentales, con la plata proveniente de la venta de las cartas de porte que el menemismo privatizó en su beneficio en los 90'.
Esos mitos quedaron en buena medida derribados por el efecto develador del conflicto del 2008, aunque por allí pueda quedar alguno que todavía crea en ellos: al fin y al cabo, Papá Noel y los Reyes Magos han sobrevivido más tiempo.
Parte de esa mitología política y cultural son los reclamos de FA por "la concentración de la propiedad de la tierra", "la agricultura con agricultores", "las generaciones que migran hacia la ciudad por la falta de pespectivas en los pueblos", "la segmentación de las retenciones" o las "políticas diferenciadas para los pequeños y medianos productores".
No es que esos problemas no existan o sean fruto de la imaginación de Buzzi: sucede que en los términos en que actualmente está organizada la producción agropecuaria, no se puede llamar "pequeño o mediano productor" a un tipo que tiene 50 o 100 hectáreas en la zona núcleo de la pampa húmeda; así como la verdadera "agricultora con agricultores" tiene otros rostros, otros protagonistas y -fundamentalmente- otras organizaciones que los representan, como el MOCASE y otras entidades similares.
Que nuclean justamente a los agricultores y productores que son desplazados de sus tierras por el modelo de agronegocios financiarizados, del cual la mayor parte de los asociados de Federación Agraria (al igual que los de CRA, Coninagro o la Rural) son protagonistas y beneficiarios, no víctimas.
Estos reclamos de la juventud de la FA (un semillero fértil para reclutar párvulos para el socialismo y otros sectores políticos con necesidad de renovación dirigencial por obvias razones biológicas) son una trampa cazabobos, para calmar conciencias sensibles de las almas bellas del progresismo; pero el motivo real de las protestas, los cortes y las patoteadas (como la que protagonizaron hace unos días en la Legislatura bonaerense) es otra: no quieren soltar la moneda, y activaron los cocodrilos que tienen en el bolsillo.
Al igual que Biolcatti o Llambías, aunque se disfracen con un discurso progre y canten temas de Viglietti, ésa es la pura verdad y la propia nota de Infobae lo demuestra: el disparador de éste ensayo en escala de maqueta del Grito de Alcorta fue la reforma tributaria enviada por Scioli a la Legislatura con el aumento del Impuesto Inmobiliario; sin eso, no habría preocupación por "la agricultura con agricultores", ni tanta sanata.
Reforma que no vayan a creer que se trata de expropiar campos ni nada parecido: ésta nota de Página 12 del domingo pone en cifras sus alcances, y expone también la angurria de los agrogarcas, aun los sedicentes "progresistas".
Dice el artículo: "Hoy un propietario de 30 hectáreas en San Andrés de Giles, donde el
valor de la hectárea oscila de 5500 a 10.000 dólares, o uno de 60
hectáreas en la zona lechera de Navarro, pagan 1500 pesos al año por el
impuesto inmobiliario rural, una cifra muy cercana al desembolso por el
impuesto automotor de un trabajador de Villa Madero dueño de un Ford
Fiesta modelo 2006.
No se trata de casos aislados sino de la regla. El dueño de 96
hectáreas en Salliqueló, un campo valuado en dos millones de pesos en el
oeste de la provincia, o el propietario de 168 hectáreas en General
Alvear, terreno para la cría con un precio de mercado de 1,3 millón de
pesos, pagan menos por el impuesto inmobiliario rural que el dueño de
una Volkswagen Suran modelo 2010. En las condiciones vigentes, se
registran casos en los que el monto del impuesto que paga un empresario
por sus tierras en Lobos o Chivilcoy, terrenos valuados en más de un
millón de pesos, está por debajo de lo que ingresan en concepto de
patentes por sus camionetas."
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