"QUERIDO REY"

Es lo más parecido que se vio al "Pipita" Higuaín en la final contra Alemania: el alemán (o sea, nosotros, que algo habremos hecho para perder la elección) la pifia y te deja solo frente al arquero, con todo para convertirte en héroe. Y vos le pegás con el diario, tirándola a la mierda.

Te toca en suerte (porque te votaron, a no olvidarlo: ni nosotros ni los que lo hicieron) ser nada menos que el presidente del bicentenario de la independencia, y no conforme con invitar al ex rey de España (que abdicó por un escándalo de corrupción, dicho sea de paso) en lugar de los presidentes de América Latina o los ex presidentes constitucionales del país, casi que le terminás pidiendo perdón por habernos independizado de ellos, hace 200 años.

Demostrando que tenés una ignorancia supina de la historia de tu país, aun de la escolarizada del Billiken, Astolfi, Ibáñez, Grosso y Levene. Y además de burro, sos vago: ni siquiera sabiendo que se venía el evento te calentaste por agarrar un libro (no muerden, por las dudas) y actualizar un par de conceptos básicos. Aunque sea hubieras mirado un capítulo viejo de Zamba, de los de antes de que Lombardi metiera las pezuñas.

Como para saber -por ejemplo- que si algo no sentían los patriotas era desgarramiento o angustia alguna al separarse de España. De hecho, llevaban 6 años con las armas en la mano peleando para lograrlo.

Pero no: con tu habitual cancherismo hueco la tuviste que duranbarbizar y agarrar para el lado de los tomates de la sioclogía berreta, suponiendo que ellos sintieron lo mismo que vos cuando tuviste que soltar -o más o menos- la billetera de papá Franco. Un sicólogo a la derecha.

O realmente pensás que independizarse causa angustia, y por eso para vivir sin angustia, lo mejor es entregar cada día un cachito de independencia; como una especie de terapia. Sería la cipayería freudiana o lacaniana, digamos. Si es así se entienden las precauciones que tomaron con las naranjas: el discurso era tentador para probar puntería.

Y en el resto del breve, hueco y olvidable discurso con el que -nada menos- se te recordará en los libros de historia como el presidente del bicentenario de la independencia, te hiciste tiempo para quejarte por "el costo laboral", y bancar el tarifazo.

Como para que no queden dudas de cuáles son tus convicciones íntimas, y tus prioridades: bajar los salarios (en términos reales), cercenar derechos (la reducción de la jornada horaria "es un costo que pagamos entre todos"), que los números cierren, aunque sea con la gente afuera.

Mientras llueven los amparos y todos apuestan a cuanto tarda en rodar la cabeza de Aranguren vos -repetimos: en el discurso del bicentenario de la independencia- ratificás que las medidas que tomaron "eran necesarias", aunque "te dolieron". Como a los patriotas romper los vínculos con España, según vos.

Nada de "vamos aprendiendo sobre la marcha" ni "tenemos capacidad de escuchar y rectificarnos", no señor: era esto o íbamos camino a ser Venezuela, o (versión Pinedo) es esto, o aumentar los impuestos; echando nafta al fuego cuando los fallos judiciales lo iban extinguiendo.

A ver si se hacen cargo los que votaron esto, por lo menos de haber elegido al presidente más ignorante desde la recuperación de la democracia, el subproducto de la alfabetización más caro del sistema educativo argentino.