Inauguramos una nueva sección de éste blog, acorde a la temporada veraniega: fresca, distendida, con noticias y comentarios livianitos para la playa; pequeñas pelotudeces como para no pensar demasiado en vacaciones.
Igual que siempre, pero ahora oficialmente, bah.
Y que mejor que estrenarla con la nueva transformación estructural diseñada por los planificadores del macrismo (¿habrá andado la flamante adquisición Silvana Giúdici en el asunto?): el choripán a gas.
Una iniciativa que apunta a demoler uno de los resortes fundamentales del populismo argentino, golpeándolo donde más duele, en una de sus tradiciones más arraigadas.
Seguramente vendrán otras, o los carritos (convenientemente pintados de amarillo) prepararán hot dogs y delis.
Mientras tanto, y a despecho de las acusaciones que se nos hacen a nosotros, vemos como es el macrismo el que ha instalado una nueva polémica que amenaza con dividir a la sociedad porteña, entre los pelotudos que sostienen que el chori puede ser con gas, y aquellos (todos) los que se prenden, porque si hay que explicarles eso, no saben de que están hablando.
Y hablando de clásicos del verano, llega el campamento de la juventud agrogarca en la Rural, que promete ser todo un éxito:
Una vez instalada la carpa vendrán los fogones, las guitarreadas (sobre todo cuando traten de explicarle a la AFIP sus declaraciones juradas de Ganancias), los cuentos y (habiendo una carpa, no pueden faltar) los concursos de pedos; entre otras delicias de la vida campera.
Esperemos que sea todo un éxito, y consigan que la juventud campestre (esa que se levanta temprano todos los días, para construir el país y ver a cuanto cerró la soja en Chicago) interrumpa sus vacaciones en el Caribe o Punta del Este para sumarse a la movida, lo que desde ya desacartamos: cuando la patria (o sea, la Rural) llama, sus hijos responden siempre listos; como los boys scouts, que también se meten en carpa de vez en cuando.
Por las dudas, la idea del campamento es furor y ha recogido amplísimos apoyos (hasta el de Lita de Lázzari, como que no), como nos cuenta acá Catainpest.
Y terminamos con ésto:
Pobre monseñor Aguer: una horda de insectos kirchneristas (seguramente enviados por la Cámpora) cumplió con su profecía, y le envió las tempestades tan temidas, una plaga bíblica de polillas que arrasaron hasta con su propio trono arzobispal (¿lo reemplazará por un Traful?).
Hay quienes dicen que Aguer hace rato que está apolillado (sobre todo en sus ideas), y que las polillas se la agarraron con él porque es de madera, pero eso son solo rumores mal intencionados.
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